Algunos archivos/ Entrañable 2015

Algunas de las lecturas y material documental consultado mientras se fue elaborando el proyecto.

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1- Ranqueles


1. a. MAPA DE ETNIAS/ pueblos originarios en el actual territorio de la República Argentina



 1. b. Extractado de “Los Ranqueles reducidos en la frontera del Río Quinto durante la década de 1870: su incorporación al Ejército Nacional” 
Marcela Tamagnini - Graciana Pérez Zavala - Ernesto Olmedo, Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria-Universidad Nacional de Río Cuarto. marcela.tamagnini@gmail.com; gracianapz@gmail.com; erolmedo@yahoo.es. Este artículo ha sido publicado en: MARTINI, Yoli, Graciana PÉREZ ZAVALA y Yanina AGUILAR (comps.). 2009. Las sociedades de los paisajes áridos y semiáridos del centro-oeste argentino: 295-311. Río Cuarto, Editorial de la Universidad Nacional de Río Cuarto. ISBN 978-950-665-558-7. Su publicación fue autorizada en junio de 2010.



(…) la política llevada a cabo por el Gobierno Nacional de conceder grados militares a los caciques, capitanejos e indios lanza que encabezaban los contingentes que se reducían. (…) caracteriza el proceso de “militarización” de los indígenas que se instalaron en las misiones franciscanas (…) en el marco de las acciones que el Estado Nacional llevaba a cabo en pos de fragmentar y resquebrajar las relaciones en el interior de las sociedades indígenas.

(...) Un hito distintivo de esta porción fronteriza fue la creación por parte de los misioneros franciscanos de dos núcleos de reducciones indígenas sobre el río Quinto, específicamente en cercanías de los fuertes Sarmiento y Villa Mercedes (Provincias de Córdoba y San Luis). Los indígenas reducidos eran ranqueles, una de las etnias que, a lo largo del siglo XIX, más se ajustó a la condición de indios soberanos.

(…) El traslado de la frontera militar del río Cuarto al río Quinto (…) marcó el curso de la década final de la frontera. Éste provocó el arrinconamiento de los ranqueles, en especial de aquellos que transitaban por las tierras próximas a los nuevos fuertes.

(…) Esta digresión sobre la territorialidad indígena adquiere todo su valor si tenemos en cuenta que la mayor parte de los grupos que se trasladaron “del toldo a la cristiandád” entre 1872 y 1878 eran “indios de la orilla”. Su instalación en la frontera habría estado determinada en gran parte por el control nacional de las aguadas y las tierras de pastoreo, las expediciones punitivas sobre sus toldos, las disidencias con los caciques principales, las epidemias de viruela y el “estado deplorable” (pobreza) en que se encontraban. 

(…) en ella (la reducción) vivían alrededor de seiscientos indígenas, “divididos en familias que habitan miserables chozas de paja”. Además agregaba que “muy pocos” de estos indígenas se dedicaban a la labranza ya sea por su reciente reducción (se refiere a los indígenas de Ramón), por “su holgazanería natural” o porque, como los de Villa Mercedes, estaban ocupados “al servicio militar”. (…) mencionaba que en la misión de Villa Mercedes vivían “cerca de trescientos indígenas entre grandes y chicos”

(…) Finalizadas las expediciones de “ablandamiento” (1878) y la “Campaña al Desierto” (1879), esas reducciones fueron disueltas, enviándose a “las familias indias á diversos puntos de la Provincia de San Luis, Buenos Aires, etc.”

(…) “reglamentos de campaña” que buscaban, según su letra, combatir la ociosidad mediante la persecución y el alistamiento de ladrones, malhechores, vagos, mal entretenidos, matreros y cuatreros (…) indígenas. Los ranqueles emplazados en las misiones de los franciscanos no quedaron al margen de estos reclutamientos de efectivos ni de las movilizaciones de las tropas.

1. c. Extractado "EL OCASO DE LOS RANQUELES"
Cronología comentada de documentos publicados relativos a la persecución y exterminio de Baigorritia y su gente (Setiembre,1878 - Agosto,1879),  Norman Cruz

Esta Cronología está realizada con una muy pequeña parte del material documental consultado para escribir la novela inédita Baigorrita. En dicha obra, la perspectiva desde la cual se narran los hechos no es la de los perseguidores, como en este trabajo, sino la de los perseguidos, es decir, de la tribu de dicho jefe ranquel. Este material me parece sumamente importante como exponente del discurso oficial durante la llamada “Conquista del Desierto”, y por ese motivo he querido publicarlo de este modo. Norman Cruz normanenz@yahoo.com.ar

http://www.folkloretradiciones.com.ar/literatura/El%20Ocaso%20De%20Los%20Ranqueles.pdf

Durante más de cuatro centurias, los mapuche (mapu: tierra, país, nación, territorio, región; che: gente, el hombre; gente de esta tierra) -quienes, a diferencia de otros pueblos avasallados de este continente, recibieron al conquistador con las armas en la mano-, defendieron enconadamente su libertad. En el interín, se expandieron desde sus primitivos territorios en la vertiente occidental de la cordillera, siguiendo los valles andinos, hasta ocupar, convertidos en pueblos ecuestres, lo que hoy es la pampa central argentina. Hacia la séptima década del siglo XIX, los estados argentino y chileno se disponen a ocupar esos territorios, arrancando de cuajo a sus legítimos habitantes.
En el caso argentino, para 1878, año que marca el principio del fin para los indígenas, al sur de los ríos Diamante y Quinto el estado no ejercía soberanía alguna. Salvo algún enclave, como Patagones, de hecho era territorio indígena. La población mapuche, el desarrollo de cuya cultura había absorbido el sustrato étnico preexistente y una gran influencia interfronteriza mientras se mestizaba con una importante cuota de sangre blanca, se hallaba distribuida al oriente de los Andes.
(...) La parcialidad mayor era la de los chadiche (chadi: sal; habitantes de las salinas, por las Salinas Grandes), heredera de la gran confederación fundada cuatro décadas antes por Callvucurá; a la sazón bajo la jefatura de su hijo Namuncurá, había perdido la mayor parte del poderío de antaño. La otra era la de los rancülche (rancüll: carrizo; gente del carrizal, españolizado como ‘ranqueles’), de la tragedia de la gente de uno de cuyos jefes, conocido como Baigorrita, da cuenta esta Cronología. (...).   
Ley de ocupación de la tierra. (…) Todo el contenido de la presente ley comenzará á tener efecto inmediatamente de terminada la guerra que hoy sostiene la Nacion contra el Paraguay ó antes si fuere posible. Lo relativo al pacto de indios, deberá comenzar su ejecucion inmediatamente de sancionada por el Ejecutivo.
Ley de distribución de la tierra, 1878. (…) el establecimiento de la línea de fronteras sobre la márgen izquierda de los rios Negro y Neuquén, prévio sometimiento ó desalojo de los indios bárbaros de la Pampa, desde el rio V y el Diamante hasta los dos rios antes mencionados.
(…) A medida que avance la actual línea de fronteras, se harán mensurar las tierras á que se refieren los artículos anteriores y levantar los planos respectivos, dividiéndose en lotes de diez mil hectáreas (cuatro leguas kilométricas cuadradas) numeradas de uno adelante, con designacion de sus pastos, aguadas y demas cualidades: Todo lo cual se hará constar en un registro especial, denominado: “Registro gráfico de las tierras de frontera”.
Este instrumento jurídico fue impulsado por el sector directamente interesado en las tierras, cuya punta de lanza en el gobierno era el general más joven del país: Julio Argentino Roca, a la sazón ministro de la Guerra, quien -por vía de una polémica periodística con su antecesor, el doctor Adolfo Alsina, cuando éste iniciaba la ocupación del llamado ‘desierto’ sobre la base de una estrategia progresiva- logró la adhesión de la opinión pública al proyecto de ‘limpiar el territorio’ de sus moradores mediante una ofensiva rápida y letal.
La ley 947 sólo recuerda dos veces el objetivo bélico. La primera, no por concisa menos contundente, en el Art. 1º y en tono casi incidental: “previo sometimiento o desalojo de los indios bárbaros”; la segunda, en el Art. 19º, manda reservar tierras “para el establecimiento de los indios que se sometan”. Lo que importaba, como se ve, era definir las reglas de parcelamiento y apropiación del territorio en beneficio del estrato pudiente de la sociedad contemporánea.
Tratado de paz del 24/7/78
(...) Queda convenido que habrá por siempre paz y amistad entre los pueblos cristianos de la República Argentina y las tribus Ranquelinas que por este convenio prometen fiel obediencia al Gobierno y fidelidad á la Nacion de que hacen parte y el Gobierno por su parte les concede proteccion paternal.(...) Los Caciques mencionados se obligan á perseguir á los indios Gauchos ladrones y á entregar los malévolos cristianos con los animales que llevan á tierra adentro, (...). (...) formalmente estipulado que si uno ó algunos indios de los que entran en este tratado, diesen malon sobre cualquier punto de la Frontera ó cometiesen robo ó asesinato sobre los bienes ó personas de algun transeunte ó estanciero, quedará por este solo hecho rota la paz con el Cacique y tribu á que pertenezcan dichos malhechores(...) y resultando criminales serán castigados, con arreglo á las leyes del país,(...).(...) invasion de extranjeros ú auca mapuches, todos los Caciques ó tribus se comprometen á prestar decidido apoyo al Gobierno Argentino; bien entendido que seran muy severamente perseguidos y castigados como traidores á la Patria, los Caciques y tribus que en algun tiempo se sepa haber tenido relacion ó connivencias con el enemigo.(...) firmado en prueba de asentimiento, por los Caciques Cayupan y Huenchugner, como representante el primero del Cacique principal Manuel Baigorrita, y el segundo, del de igual clase, Epugner Rosas. Lo suscribirá asi mismo el Teniente Coronel Dn. Manuel José Olascoaga como comisionado al efecto, con la aprobacion del Ecsmo. Gobierno. Buenos Aires, Julio 30 de 1878. AVELLANEDA – Julio A. Roca
(...)(Setiembre de 1878-marzo de 1879) con la sanción de la ley y como paso preparatorio para la expedición definitiva, Roca lanza lo que Olascoaga (...) denomina “batida general del territorio indígena” (...) el efecto de la entrada en funcionamiento de dos elementos técnicos fundamentales para la transformación radical de la estrategia bélica secular contra los aborígenes: el telégrafo y el Remington. (...) intrincada red de mensajes telegráficos por cuyo medio Roca -no en vano apodado El Zorro- pone en juego sus dotes de organizador y político para manejar el proceso, distribuyendo y combinando en sabias dosis -con un notable manejo de los tiempos tácticos-, órdenes, sugerencias, adulaciones, reproches, acicates y felicitaciones a sus diligentes subordinados.

PINCEN (...) uno de los jefes independientes más importantes. Aunque fue famoso por su astucia, temeridad y bravura y por no someterse a la jefatura de caciques mayores, lo que se sabe sobre su persona es inespecífico y contradictorio. (...) [Tras su captura fue] conducido a Martín García como prisionero, fue liberado condicionalmente por la familia Roca y llevado a Junín, donde se desempeñó como peón de estancia hasta su muerte.
(...) Es conveniente me mande cuanto antes esos 19 indios prisioneros que tomó el mayor Alvarez. Los necesito con urgencia para el Batallón de Artillería de Plaza. Dígame cuando podrá mandar otra expedición de 80 ó 100 hombres. El coronel Villegas acaba de dar un buen golpe a los indios de Pincen. Julio A. Roca
(...) avísemelo para premiarlo como se debe. Estoy dispuesto a recompensar toda acción contra los indios que revele inteligencia, actividad y coraje por el jefe u oficial que la lleve a cabo. (...) Julio A. Roca
(...) Mis felicitaciones por el buen éxito de su excursión. Es preciso repetirla a menudo, para quebrar el espíritu del indio y mantener vivo el miedo y el terror, entre ellos. Así, en vez de pensar en invadirnos, sólo pensarán en huir, buscando su salvación en la espesura de los bosques. Julio A. Roca
(...) Es necesario tener constantemente en alarma a los indios y si no siempre se alcanzan ventajas positivas, la influencia moral sobre ellos tiene que ser grande. Julio A. Roca 
(...) aunque más no sea por tener en alarma a los indios, usted mande partidas en distintas direcciones (...). En Villa Mercedes vamos a hacer una buena cosecha de Ranqueles. Julio A. Roca
(…) si quieren vivir en adelante en paz con el Gobierno de la Nación, es necesario que se vengan a situar con sus tribus en los puntos que se les designará, donde se les dará vacas, ovejas y mucho dinero que de otra manera tendrá que emplearse en someterlos por la fuerza o destruirlos.

CAYUPAN. (...) Cayupán (Seis Pumas) aparece aquí en el bando cristiano. Era cuñado de Baigorrita (...) su embajador plenipotenciario en todas las negociaciones mantenidas con los blancos (...) al pie del último tratado aparece como representante de Baigorrita. (...) Fue reclutado con sus lanceros con grado de capitán y más tarde, ya teniente coronel, mandó la vanguardia de Rudecindo Roca que alcanzó a Baigorrita en Cochicó (...) donde intentó convencerlo de entregarse y parece haber facilitado el escape con su renuencia en la persecución, (...). Después de la campaña, como sucedió con todos los indios “amigos”, ya nadie se interesó por él. (...): Han dado de baja a todos los indios de la Totorita y de Cayupan. Apenas diez o doce han quedado de militar. Todo el mundo está sin ración. (...) algunos van poniendo el lomo al trabajo de peón.(...)Puede largar algún viejo o vieja, haciéndoles promesas para que, volviendo a sus toldos, induzcan a las familias de los tomados a presentarse.(...)Para estos pillos el pan en una mano y el garrote en la otra. Julio A. Roca 
Villa Mercedes, 28/10/78.(...) como la mayor parte se hubiese puesto en fuga en dirección a sus tolderías, desprendí algunas partidas para capturarlos, las cuales, como los indios no quisieron detenerse ni entregarse, hicieron uso de sus respectivas armas, dejando tendidos en el trayecto andado 50 muertos. (...) El total de lo tomado (...) asciende en este momento a 200 indios de lanza, 40 de chusma, 300 caballos y 50 mulas (...).
PEÑALOZA. (...)Sobre Peñaloza y sus hijos Goise (...) y Tapayu(...): según diversos documentos, se trataba de “indios gauchos” -término que remitía a grupos que no acataban a cacique alguno, mayoritariamente compuestos por refugiados blancos (...).(...) el comandante Anaya anota: Pichi-quehan era ahora nueve meses el albergue del famoso cacique Peñaloza, temible por su teniente el indio Gaico, su hijo, (...). 

(...) Resultado de la expedición (al Desierto): seis indios muertos; prisioneros: cacique Pincen, un capitanejo, diez y seis indios de lanza, 60 de chusma y 12 cautivos rescatados. En la chusma está toda la familia de Pincen. A pedido de éste he despachado un indio viejo, quien lleva encargo del mismo de decirles a los indios que se presenten. Es conveniente dejar a Pincen por unos días en este campamento, pues a su vista se han de presentar algunos. 

(...) Grande impresión ha causado en ésta la toma de Pincen, el cacique más temido de la Pampa. Usted ha sentado bien su reputación y estoy orgulloso de usted. Pero es necesario que no demore a Pincen y lo mande con todos los tomados. Causará novedad su entrada en esta capital. Julio A. Roca  

(...) Quiero, antes que aprieten los calores, hacerles una buena batida a los indios y llevarles el terror lo más lejos posible(...) Julio A. Roca

LUIS ‘LUCHO’ BAIGORRIA Hermano entero de Baigorrita (...), este inalonco -o ‘capitanejo’, según los blancos- bautizado como Luis Baigorria (...). (...) que a los diez y seis años, se batió al lado de su padrino el Coronel Baigorria en la memorable batalla de Cepeda (...). Después de una temporada en Martín García lo sacaron de allí para mandarlo a pelear contra los revolucionarios del 80, donde resultó herido, y luego quedó en libertad. Reunió a los sobrevivientes de su gente y los llevó a vivir a un lote que le asignaron en un paraje de La Pampa, donde murió el 3/2/1933. (...)apoderándonos de los restos de la tribu de Namuncurá (...), después de haber recorrido la extensa línea de tolderías ocupadas sucesivamente por los indios en su retirada hacia el oeste, visitando todas las aguadas de los flancos del camino, y tomando en ellas los dispersos y familias que no pudieron seguir a este cacique en su precipitada fuga. 

(...) cincuenta y tantos indios de lanza muertos, trescientos prisioneros entre indios de pelea y chusma, y treinta cautivos entre grandes y chicos rescatados, seiscientas ovejas, cien vacas y ochenta caballos, son los resultados (...).

(...) El poder de Namuncurá está destruido; ha huido casi solo en dirección al Colorado (...) En el territorio que formaba lo que él llamaba su patrimonio (...) no queda una sola toldería y sólo vagan en él, fugitivos aislados, desligados ya de todo vínculo con su cacique que les ha arrancado los elementos de movilidad para su fuga, así como los animales de abasto que necesitan para sustentarse.

(...)Coronel Levalle, Esperaba su regreso a los cuarteles de Carhué para felicitar en nombre del señor Presidente de la República y de mi parte, a usted y sus compañeros, por el resultado obtenido. Es la primera vez que Namuncurá siente como merecía el peso de nuestras armas.

(...) Estas sí son, Coronel, campañas fecundas y nobles entretenimientos para el soldado argentino. Lo saluda con cariño Julio A. Roca.

(...) por resultado perder 8 soldados y 5 heridos, sufriendo los indios, como es consiguiente, las consecuencias de su temeridad.

(...) Estos infelices eran perseguidos con un encarnizamiento increíble; a esto se agrega que al mismo tiempo los diezmaba la terrible viruela negra. Vagaban por la pampa sin dirección ni tino, huyendo siempre y siempre cayendo en manos de los “cristianos”. Los que se obstinaban, morían a bala, y los que se entregaban morían también por la viruela. 

(...) Llevo 103 indios de lanza prisioneros, 297 de chusma, 27 cautivos de ambos sexos rescatados. Han sido muertos el Cacique Pichun, tío de Baigorrita, los capitanejos Lencué, Lincopal y Chincol y cuarenta y cinco de lanza. Se han tomado 243 animales vacunos, 777 lanares y 300 caballos más o menos.

(…) táctica de caza, consistente en machacar continuamente sin dar respiro a la presa, resulta, como indican las cifras de muertos y prisioneros, de una eficacia letal, acentuada por el efecto secundario de cantidad de fugitivos que se “presentan” -como gusta decir la jerga de los partes militares para referirse a los grupos que vienen a entregarse sin combatir-, acosados por la desmoralización y la escasez: (...) Juan José Catriel se presentó a Vintter con 150 lanzas y 400 de chusma(...). El capitanejo Catrenao acaba de presentarse al coronel Villegas con 13 indios de lanza y 13 mujeres de Pincen (...). Se me han incorporado los caciques Nahuel Payu y Pichi Pincen, como capitanejos, cincuenta y un indios de lanza, cuatro cautivos y ciento setenta y cuatro familias y chusmas (...). Acaban de presentarse cuatro indios de lanza con dos de chusma y nueve criaturas (...). Mañana estarán aquí 73 indios y chusma que me avisan que vienen a presentarse (...)

(...) al mando del teniente coronel Napoleón Uriburu, se prepara para partir de la frontera de Mendoza hacia el sur cuando comience la “gran expedición”, con la misión específica de cortar el camino de los grupos de fugitivos de la pampa que intenten el recurso lógico de buscar refugio en la cordillera. (...) lista la trampa para garantizar que nadie escape a la ‘limpieza definitiva’ del área dispuesta por la ley (...)Los indios van profundamente desmoralizados; (...) y despavoridos buscan una guarida en lo más recóndito de los Andes, figurándose que allí no los alcanzaremos. 

(...) No quedan más que algunas partidas que no llegan a cincuenta indios; diseminados sin rumbo, desde las cercanías de sus antiguos campamentos hasta el Nahuel Mapu, sin paradero fijo y sin familia. Están mal montados.

(...) El número de indios que hay al mando de los sucesores de Mariano y Epumer Rosas, Guoigioner [Guaiquinguer], hijo del primero, Parciatru [Panguichrür] del segundo, es de cien o poco más, pero la chusma pasa de seiscientos. Los animales que conducen son mil, entre caballos, yeguas y vacunos.

PANGUICHRÜRNGUER (MARIANO ROSAS) (...) Paghitruz Güor [Panguichrürnguer], "zorro cazador de leones" nació hacia 1825 a orillas de la laguna Leuvucó, (30 kilómetros de Victorica, nordeste de La Pampa). Fue el segundo hijo del cacique Painé [Painenguer: Zorro Celeste] y de una cautiva. (...) Paghitruz y otros chicos indígenas fueron tomados prisioneros (...). La partida militar los trasladó engrillados.(...) los llevó en presencia de Juan Manuel de Rosas. Al enterarse de que Paghitruz era hijo de un cacique famoso, el Restaurador "le hizo bautizar, sirviéndole de padrino, le puso Mariano en la pila, le dio su apellido y le mandó con los otros de peón a su estancia del Pino(...) . Entre rebencazos gratuitos y muestras de afecto, allí aprendió a leer y escribir, y se hizo diestro en las faenas rurales. "(...) Una noche (...), los chicos ranqueles montaron los mejores caballos y escaparon.(...) Mariano (...) no abandonó su lengua ni su pago. En 1858 asumió la máxima conducción del cacicazgo —pertenecía a la dinastía de los zorros, la más prestigiosa—, flanqueado por otros dos grandes caciques: Baigorrita y Ramón el Platero. Mariano Rosas murió de enfermedad el 18 de agosto de 1877. (...) Un año después, el Gobierno lanzaría la Campaña al Desierto. Traicionados, los lanceros serían pasados a degüello. Los sobrevivientes, repartidos en estancias pampeanas o desparramados por Tucumán, Martín García y hasta en las islas Malvinas. Las mujeres fueron destinadas al servicio doméstico. Los chicos, como peones. (...) el coronel Eduardo Racedo remató el aniquilamiento. Descubrió en Leuvucó la tumba de Mariano Rosas y se alzó con sus huesos, (...). Terminó obsequiándolos a Estanislao Zeballos, un coleccionista de cráneos que a fines del siglo XIX los donó al Museo de Ciencias Naturales de La Plata. (...) Trofeo de guerra primero, patrimonio antropológico después, el cráneo del zorro cazador de leones estuvo expuesto en el museo durante un siglo. (SIBILA CAMPS, Diario Clarín).
(...) Del asalto resultó muerto el cacique Payeirán y 14 indios de lanza, 12 de éstos y 72 de chusma, prisioneros, y algunos chilenos, quedando en nuestro poder 100 vacas, 18 caballos y 500 ovejas.

(...) se avistaban indios en la margen izquierda del río. (...), les hizo 6 muertos en la persecución, dos de lanza heridos, que cayeron en nuestro poder, 7 indios de lanza prisioneros y 54 de chusma, tomándoles 44 animales caballares, 45 vacunos, 180 ovejas y algunas monturas. Los indios eran mandados por Painé, que cayó prisionero y venían emigrados de la Pampa, perteneciendo a la tribu de Baigorrita, que viene más atrás, en completa fuga, y al que se espera darle caza. 

(…) Los prisioneros se encuentran en el último estado de pobreza, completamente desnudos y sin más alimento que raíces y cueros viejos, que recogían de los toldos abandonados. 

(…) llegamos a tiempo a Ranquél-Có, donde se encontraba acampado Baigorrita(...) cuyo número, con los que ya habíamos tomado, alcanza a 3 capitanejos, 22 indios de lanza, 102 de chusma y 29 cautivos rescatados; más 50 caballos y algunas pocas vacas y ovejas. 

(...) El capitán don Máximo Albornoz regresó con(...) 6 indios de lanza, 39 chinas grandes, 72 muchachos chicos de ambos sexos y 10 muchachos de pecho de ambos sexos(...) Las heladas continuaban con más y más fuerza(...) Los prisioneros, en completo estado de desnudez y yo presenciando sus sufrimientos(...) Inspiraban verdadera compasión los más pequeños que, agrupados alrededor de los fogones, huyendo del frío, se quemaban las carnes, ostentando en seguida grandes y profundas llagas que la falta de abrigo, las hacía de muy difícil curación.

CHOIQUEROS. (...) nombre fronterizo adjudicado en el sur de Mendoza a los temerarios y no demasiado escrupulosos cazadores que, (...) se arriesgaban por la dilatada tierra de nadie extendida a lo largo de la falda andina (...) hasta los dominios de los picunche, en la cuenca del Neuquén. (...), bolear al sur de la frontera terminó por convertirse en un oficio, peligroso pero permanente, para aventureros, desocupados y fugitivos.(...) la gran redada urdida por el general Julio Argentino Roca para "terminar con el problema del indio", se abrió una instancia de reclutamiento voluntario (...). Casi todos los seleccionados entre los que respondieron a la convocatoria pertenecían a esta clase de boleadores andariegos.(...) ellos fueron los encargados de detectar, contactar y combatir a la tribu de Baigorrita cuando arribó a esa zona.
(...) Hoy cruzan el Desierto en todas direcciones partidas de cuatro a seis hombres, sin que nadie les estorbe el paso; así pues, puede asegurarse que ya no hay indios, y los únicos que aun existen son grupos insignificantes a pie, harapientos y muertos de hambre, que sucumbirán o vendrán a presentarse, como único recurso. 

(...) La noche de ayer ha sido la más fría que se ha experimentado en toda la campaña. El llanto de los indios pequeños que había en el depósito de prisioneros era desolador. La completa desnudez en que se hallaban les hacía sentir con toda su horrible intensidad el rigor de la estación. 

MARILLAN. (...) se había retirado con su gente a los áridos terrenos al sur de Urre Lauquén (Vurrelauquen: Laguna Amarga) tiempo antes de la campaña del desierto. (...)Se retiró ante el avance de las tropas y se unió a Cumelau (...) hasta ser alcanzados al sur del Colorado. Cumelau cae prisionero, y Marillán (Marillanca: diez cuentas de collar) escapa con varios de sus hombres. Después, no he podido reencontrar su rastro: tanto puede haber resultado muerto como prisionero, o tal vez fue uno de los escasísimos afortunados que lograron sobrevir en algún refugio andino inalcanzable.
(…) se replegaron y formaron en las barrancas del río, en número de 90 de lanza, todos bien armados (...) Así pude tomar ciento y tantas mujeres y criaturas, con una caballada, vacas y ovejas. 

PURRAN. Con Saihueque y Namuncurá, Purrán (vale por ocho) fue uno de los últimos grandes jefes mapuche de este lado de los Andes. (...) las tribus picumches (picum: norte; che: gente) obedecían al famoso Purran. Veintidós caciques menores le respondían, (...). El prestigioso caudillo picumche, en aquellos momentos, podía poner en línea hasta mil lanzas, disponiendo de numerosa y escogida caballada (...) estuvo ocho años prisionero, (...).  

(...) Mi marcha al río Colorado, (...) no tenía más objeto ya que cerciorarme (...), de que el cacique ranquelino con los restos de su tribu, lo había vadeado y continuaba su precipitada fuga por el camino (...) a ser esto verdad, los salvajes no regresarían más a los campos que abandonaban, dejando así de ser una amenaza eterna para nuestras riquezas pastoriles.

(...) Mientras, el teniente coronel Uriburu cumple su amenaza de mandar apestados a los pehuenche para difundir entre ellos el contagio:(...) Despachóse al cacique Painé, su mujer y sus hijos, y diez enfermos de viruela, poniéndolos en libertad, para que al mismo tiempo conduzcan una nota que se dirige a Guaiquillán, segundo de Purrán (...).

(...) es sabido que muchos de estos prisioneros fueron destinados a la zafra en Tucumán, donde las condiciones climáticas y laborales, la pésima alimentación y el maltrato prácticamente los exterminaron.
(...) Por pedido que me hizo el comandante Meana, ordené le fueran entregadas dos chinitas pequeñas de las que tomó prisioneras (R 42).
(...) El comandante Roca me pidió un indiecito de los que él trajo y estaban en el depósito para su servicio, que me apresuré a hacerlo entregar. Bien merecido lo tenía (R 118).
(...) Al mayor Leyría le hice entregar un chinito que me pidió para su servicio (R 123).
(...) Los oficiales del Batallón 3 de Línea, me pidieron algunos indios pequeños de los prisioneros, para dedicarlos a su servicio; se los mandé entregar (R 149).
(...) Mandé entregar cinco indios pequeños, a varios jefes y oficiales de la División que los solicitaron (R 150).
(...) [manda empadronar a los prisioneros] incluyendo los que habían sido colocados en poder de numerosos jefes y oficiales de la División (R 153). (...).
(...) Los temores que de tiempo atrás abrigábamos respecto al desarrollo de la viruela, estaban ya realizados. (...) Varios casos de este horrible flagelo tuvieron lugar en la fecha. (...) Hasta ese momento la enfermedad sólo se cebaba en los desgraciados indios, que encontraba mejor preparados por su falta de higiene; (...).
(...) La salud en el campamento, empeora cada día (...) Desde el mes de abril los indios del desierto estaban con esta epidemia, y no exagero en nada diciendo que la temían más que una invasión de cristianos.

El final de la tribu de Baigorrita (julio 1879): (...) los indios, en número de 35, a nuestra presencia, emprendieron la fuga, encabezados por el cacique Baigorrita, (...)18 indios de lanza muertos sobre el mismo terreno en buena pelea, 150 prisioneros entre lanzas, chusma y cautivos rescatados, 9 vacas y 70 caballos tomados, fue el fruto de este encuentro.  

(...) en marcha para mi regreso, (...) con 30 de chusma, 6 vacas y 6 caballos, todo quitado a otro grupo que batió y dispersó. Entre la chusma tomada se cuenta toda la familia de Baigorrita.  

(...) buscando la rastrillada de los indios, y con una partida de 18 hombres, seguí una huella

que cruzaba hacia la costa dándoles alcance en la tarde a un grupo de 30 indios, (...) en persecución de otro grupo que iba adelante por la costa del Neuquén abajo los que fueron asaltados y tomados en la mañana siguiente, cayendo entre ellos Baigorrita; éste había sido herido al tomarlo, y falleció ayer en el camino. (...) una de las partidas desprendidas del destacamento de su mando, alcanzó a Baigorrita, muriendo éste en el combate con 5 de los suyos y tomando 25 de lanza y 33 de chusma prisioneros (...).  

(...) Curiosamente, después de tantos desvelos por cazar a Baigorrita, las referencias a su muerte llegadas desde el campo de batalla se reducen a poco más de lo que he transcripto. 

(...) “Villa de Mercedes, agosto 21 de 1879. (...) recibo telegrama del señor Ministro de la Guerra, general D. Julio A. Roca, en el cual me comunica que el cacique Baigorrita, no queriéndose rendir, ha sido muerto por las fuerzas del coronel Uriburu, noticia que pongo en conocimiento de V. S. y a la División de su mando, por la desaparición de la raza ranquelina, y el feliz acontecimiento de la muerte del último cacique, como lo era Baigorrita.  

(...) el testimonio que sigue, redactado sin el interés por impresionar a un interlocutor ávido, dentro de un documento de carácter burocrático, parece más digno de crédito. Es importante señalar un detalle (...) nadie, en la 4ª División, conocía a Baigorrita: (...) En el mes de Junio, salimos con objeto de hacer un reconocimiento al Cerro de Aucamahuida, que en lengua de indio quiere decir Cerro de la Yegua, encontrando después de 4 días de camino una tribu pampeana que pertenecía al cacique Baigorrita, (...) Un oficial Eliseo Avila de Guardia Nacional salió al encuentro de los que huían y creyendo que se ocultaba le tiró al mismo indio, pegándole en un brazo; cuando nosotros llegamos a donde estaba el herido, tenía el muslo izquierdo y el brazo derecho completamente destrozados, por lo que el Oficial Avila nos ordena que lo matáramos, así lo hicimos. Cuando reunimos los 18 indios de la escolta del cacique, el Mayor Torres preguntó cuál de ellos era el cacique, contestando que era el que estaba muerto. Así terminó el famoso Baigorrita, terror de la Pampa Central. 


1. d. Extractos de "El combate de Cochicó. O mejor dicho, los hechos que confluyeron en la jornada de Cochicó".
Nota realizada por el historiador José Carlos Depetris en base a su participación en el ciclo “Historias de La Pampa desconocida".
https://efemeridespampeanas.wordpress.com/efemerides/page/34/

En 1878 el gobierno nacional debía renovar el tratado de paz firmado con los ranqueles seis años antes. (...)en los mismos días en un suelto del diario La Prensa se desnudaba elocuentemente la perspectiva para los próximos meses en la cuestión indios: “Estamos como nación empeñados en una contienda de razas en que el indígena lleva sobre sí el tremendo anatema de su desaparición, escrito en nombre de la civilización. Destruyamos, pues, moralmente esa raza, aniquilemos sus resortes y organización política, desaparezca su orden de tribus y si es necesario divídase la familia. Esta raza quebrada y dispersa, acabará por abrazar la causa de la civilización”. (...)

Roca había solicitado ante las Cámaras en 1877 dos años para finiquitar el problema del indio: uno para preparase y otro para ejecutar el plan, conocido luego como La Conquista del Desierto.  En este contexto se firma el nuevo tratado de paz de 1878, sabiendo de antemano el gobierno que no lo cumpliría. Así, a los pocos días, un contingente de más de cien guerreros ranquelinos, se dirige a Villa Mercedes de San Luis a cobrar las raciones estipuladas en el pacto. (...) Iban en son de paz, acompañados de sus mujeres e hijos(...) a una legua de Villa Mercedes, en Pozo del Cuadril, donde existía un reten militar de avanzada, son encerrados por las tropas, quedando más de cincuenta lanceros muertos sin poder haberse defendido. Casi la totalidad de los sobrevivientes quedan malamente heridos. Entre ellos, niños y mujeres.  Yancamil queda prisionero y reponiéndose de sus heridas, mientras que las familias integran luego un contingente de prisioneros que son llevados a la zafra tucumana. Tránsito Gil, la mujer de Yancamil y sus dos hijitas también son llevadas. Ninguno de los ranqueles enviados a Tucumán regresó, ya que en poco tiempo desaparecieron embrutecidos por el alcohol, los castigos de sus capataces y las condiciones infrahumanas de explotación en los ingenios. 

(...) Después vinieron otras formas más sutiles de exterminio en la construcción de un país oficial y aséptico. Desdeñado, olvidado, desplazado a los márgenes de las mejores tierras, el pueblo ranquel debió experimentar nuevos atropellos. Los poderosos tenían que resolver el obstáculo del remanente indígena retardario; había que ciudadanizarlo rápidamente, borrando todo atisbo de indigenismo, enmascarando identidades.  Y se trabajó fuertemente en ese sentido. Se les quitó el idioma como elemento inútil y vergonzante, se rompió la organización social ancestral destribalizando y quitando sentimientos de pertenencia. Se los omitió hasta en los censos oficiales de población. (...) dio por resultante la transculturación y disolución de aquella sociedad.  


1. e. EL FONDO DE LA TIERRA, Destinos errantes en la Frontera Sur.
 Marcela Tamagnini y Graciana Pérez Zavala

Reseñas: El Fondo de la Tierra. Destinos errantes en la Frontera sur, Tamagnini, Marcela y Graciana Pérez Zavala, 2010. Río Cuarto, Universidad Nacional de Río Cuarto. 
Ingrid de Jonghttp://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-37512011000200007 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas / Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de La Plata. E-Mail: ildejong@hotmail.com  
  

La Frontera Sur, como muchas de las fronteras americanas, conformó un proceso de larga duración en el que los ritmos de avance del estado colonial y nacional, así como las reconfiguraciones económicas y políticas de las sociedades indígenas crearon escenarios complejos y heterogéneos. (...) la frontera sur de Córdoba y San Luis en las décadas previas a la ocupación nacional de los territorios pampeanos. (...) a reconstruir las formas específicas que adquirió el avance estatal en la frontera de Córdoba y San Luis y las consecuencias que generó para sus pobladores. Representada como "frontera interior" desde una concepción estatal que reclamaba para sí la soberanía de los territorios indígenas de Pampa y Patagonia, los diversos espacios de la frontera sur –un amplio arco que atravesaba el actual territorio argentino desde las cordilleras hasta el Atlántico- fueron complejos espacios sociales, en los que la situación fronteriza había generado redes de relaciones y formas de subsistencia que vinculaban a pobladores "indígenas" y "cristianos" en dinámicas comunes. La organización y consolidación del estado nacional en la segunda mitad del siglo XIX dio lugar a la elaboración de políticas tendientes a incorporar territorios indígenas al ámbito productivo con destino al mercado internacional. (...)
(...) el foco en los pobladores del territorio enmarcado por los ríos Cuarto y Quinto, indagando en sus vínculos económicos, políticos y sociales con los ranqueles y en aquellos factores que llevaron a muchos a buscar refugio en las tolderías indígenas. (...) El frente de expansión estatal-capitalista desarrolló así dos tipos de "obstáculos": el indígena y el de los peones, puesteros y "vagos de la campaña", fuerzas sociales subalternas a las que había que sujetar al control estatal. Es por ello que los territorios de "tierra adentro" albergaron no sólo a las poblaciones indígenas que defendían sus territorios, sino a aquellas fuerzas sociales que resistieron la unificación del estado, como las montoneras provinciales de extracción federal, así como a aquellos que, pertenecientes al sector marginalizado de la frontera, tenían dificultades ante la ley.(...)
(...) la conformación de los grupos ranqueles del sur de Córdoba y norte de la actual La Pampa y de los efectos críticos que sobre ellas tuvieron los avances de la línea militar en la década de 1870. Estos afectaron principalmente los territorios y ganados de aquellos grupos ranqueles "de la entrada" o "de la orilla", más cercanos a la frontera cristiana, generando conflictos y provocando represalias que contradecían el curso de negociaciones que los caciques de las tolderías centrales intentaban mantener con las autoridades militares.(...)
(...) la instalación de los misioneros franciscanos en la frontera y las dificultades creadas por los intereses económicos y militares para el desarrollo de las tres reducciones principales conformadas en la frontera: Las Totoritas, Villa Mercedes y Sarmiento. Estas reducciones coincidieron con el despliegue de las acciones de avance militar y sus integrantes fueron aquellos indígenas tomados prisioneros en las expediciones militares o caciques, capitanejos y familias que, dado el contexto de pobreza y represión generado por el avance militar en "tierra adentro", decidieron acercarse voluntariamente a las mismas. Las restricciones sufridas por estas reducciones se vincularon al escaso apoyo económico recibido del gobierno, pero especialmente a la clara política de militarización de sus pobladores que sustentó Julio A. Roca, jefe de fronteras de Río Cuarto. El traslado de fuerzas indígenas y su empleo privilegiado en acciones militares contra los indios autónomos impidió el desarrollo de las reducciones franciscanas, que terminaron por desaparecer entre los años previos e inmediatamente posteriores a la "Conquista del Desierto". Por otra parte, el asentamiento en las reducciones de frontera y la participación de los indígenas como milicianos del gobierno acentuaron y generaron nuevas fracturas políticas entre grupos ranqueles, (...) márgenes de resistencia que muchos de estos contingentes reducidos mantuvieron vigentes hasta las campañas de ocupación final.
  (...) Las reducciones, los tratados de paz y la militarización de los indígenas fueron prácticas paralelas que acompañaron la gestión de una nueva presencia estatal, que apuntaba a consolidar un orden productivo y de propiedad (...).


1. f. La marginación de los indios apaches, pampas y ranqueles como parte del discurso político dominante en México y Argentina durante los siglos XVIII y XIX
 Martha Delfín Guillaumin


(…) comparar el proceso de construcción en los discursos políticos dominantes las categorías conceptuales que se definieron los apaches en el norte de México y a los indígenas pampas y ranqueles de la zona de frontera pampeana en Argentina. (…)  el efecto del discurso civilizatorio de las campañas de exterminio contra dichos grupos étnicos realizadas en las últimas décadas del siglo XIX por los gobiernos mexicano (…)

(…) en el caso de los ranqueles, grupo étnico de sustrato tehuelche araucanizado que vivió al sur de Córdoba y en la actual Provincia de La Pampa, Argentina.

(…) en el norte mexicano como en el sur argentino se puede comprobar la tesis boltiana de las instituciones de frontera, como el presidio y las comandancias de frontera, para la avanzada poblacional española.(…) En el último cuarto del siglo XIX, ya con los gobiernos independientes, la solución al llamado “problema indio” sería dada con la acción militar ofensiva. Parte de las consecuencias, en cuanto a los sobrevivientes de esta guerra genocida, sería seguir el modelo del gobierno estadounidense con las reservas aborígenes para el caso argentino (…).

(…) Territorialmente, la idea de frontera está asociada, entre otras cosas, a las “poblaciones limítrofes”, a los poblados de la campaña y los centros urbanos, a las divisiones geopolíticas entre dos países, (…).

(…) ¿Cómo se construye la frontera?, ¿es una simple mojonera la que permite establecer los límites? Este es un concepto occidental, una elaboración que nos lleva a la época de la España medieval en la que se distinguía la tierra de los infieles de la tierra de los cristianos. En México y Argentina desde los inicios de la época colonial se dio una situación similar, es decir, establecer la frontera como un espacio social y político en donde se dividían dos formas de ver el mundo según la cultura de los europeos y de los pueblos originarios. Esta tierra de frontera (borderlands) creará el escenario donde se realizará el enfrentamiento entre los grupos indígenas que no se dejarán conquistar y los europeos y criollos que insistirán en ello. Se convirtió en un espacio híbrido, de negociaciones, de comercio, de intercambio de ideas, de malones; será, entonces, el punto en donde se tocan dos realidades distintas:

(…) Las fronteras tienen cuando menos dos lados, de modo que una frontera en expansión invariablemente colinda con la frontera de alguien más. En vez de verlas como líneas, parece que las fronteras se entienden mejor como zonas de interacción entre dos culturas diferentes, como lugares en que las culturas del invasor y del invadido contienden entre sí y con su entorno físico para producir una dinámica única en el tiempo y en el espacio.

(…)  “Por pueblo bárbaro tengo a aquel que no está sujeto a leyes ni a magistrados, y que finalmente vive a su arbitrio La autoría de esta frase generalmente es atribuida a Concolorcorvo, el secretario mestizo de Alonso Carrió de la Vandera, un español que era funcionario del gobierno español (…)” Los indígenas pampas, los ranqueles y los apaches pertenecían a la categoría de indios infieles, indios bárbaros o indios enemigos (…) para el siglo XIX la palabra civilización iba acompañada del concepto de progreso. Además, los territorios en los que se hallaban estos pueblos indios se ubicaban en lo que se llamaba Tierra adentro y sus límites eran las fronteras interiores del imperio español (…) «Tierra adentro» es la denominación que se le daba al territorio indígena de Pampa y Patagonia. Es el territorio que para las comunidades libres significa el refugio y la posibilidad de desplegar la vida originaria, sin interferencias. Kilómetros antes, la frontera es la zona gris que mezcla a indígenas, desertores, cautivos, depredadores y “bagos”. La frontera es el espacio inmediatamente anterior a tierra adentro. Y es el paraíso y el terror. Lo primero para todos aquellos que buscan la libertad. Lo segundo para aquellos que reciben el impacto de la guerra sin cuartel.  

(…) los gobiernos de los Estados de Chihuahua y Sonora “pusieron precio a las cabelleras de los apaches y les declararon de manera formal la guerra” en 1833 y 1835 respectivamente. Los cazadores de cabelleras, quienes aparecieron en esos años, “reunieron con engaños a los indios desarmados para masacrarlos por sus pistoleros y el Ministro de Guerra comunicó a la Comandancia General de Chihuahua sobre los excesos cometidos por Santiago Kirker, uno de los cazadores, durante la guerra contra los apaches.”

(…) Luego de la Guerra de 1846-1847 entre México y los Estados Unidos, era muy frecuente encontrar en los diarios noticias como ésta: Los apaches, tribu aunque menos fuerte y numerosa que los comanches, son en extremo sagaces, tienen un conocimiento asombroso del país y habitan dentro del mismo estado diseminados en parcialidades o familias, mudando sus aduares de unas a otras sierras o aguajes en los lugares desiertos desde donde acechan a los transeúntes y a las haciendas y lugares cortos, acometiendo con rapidez asombrosa (…) En mi juicio estos salvajes no pueden civilizarse, lo único que pudiera intentarse sería, para bien de la humanidad, exterminar a los indios de armas, coger prisioneros a las mujeres y niños y educarlos diseminándolos en el centro de la república, y aún así hay mil ejemplos de que han vuelto a tomar sus costumbres salvajes, aún después de haber conocido los goces de la sociedad. (…)

(…)  En Argentina, se nombró a Juan Manuel de Rosas como el “Héroe del desierto” porque en 1833 había hecho una campaña militar contra los indios del desierto (así se le decía al territorio indio, a la pampa, un desierto para la civilización). También,  lo largo del siglo XIX, se fomentaron las rivalidades entre los diversos pueblos indígenas, un ejemplo de indios aliados al gobierno argentino serían los pampas de Catriel que sirvieron para combatir a los indios salineros de Calfucurá. Así, las voces: frontera, desierto, cautivo, bárbaro y tierra adentro se volvieron parte de este imaginario social y, por ende, no resulta extraño que en 1878, Estanislao S. Zeballos hablara de la conquista de quince mil leguas sobre territorio indígena enemigo, una avanzada de la civilización hacia el desierto de la barbarie.

(…)  Arturo Capdevilla (…) escribe a mediados del siglo XX: (…) Y bien: la República Argentina no pudo hacer sino lo que hizo: tomar posesión de esas tierras por la sencilla razón de que eran suyas. El indio que nos tocara en suerte no constituía más que ganado humano: las cosas por sus nombres.

(…)  en la historia de los indios bárbaros del norte mexicano y del sur argentino, las fronteras socioculturales significan fronteras de guerra. No sólo se estigmatizó a los indios construyendo su otredad desde una posición sumamente etnocéntrica nombrándolos infieles o incivilizados, sino que la solución al llamado “problema indio” se dio con una guerra genocida. A los sobrevivientes les tocó la suerte de vivir en reclusión, creando una nueva frontera, la de las reservas en el caso estadounidense con los apaches que fueron deportados de México porque ni siquiera se les consideraba que eran mexicanos; la de las reservas o colonias aborígenes en el argentino. 


1. g. Extractado de “UNA EXCURSIÓN A LOS INDIOS RANQUELES”
 Lucio V. Mansilla, 1870 (Argentina, 1831-1913)

(…) los ranqueles son esas tribus de indios araucanos, que habiendo emigrado en distintas épocas de la falda occidental de la cordillera de los Andes a la oriental, y pasado los ríos Negro y Colorado, han venido a establecerse entre el Río Quinto y el Río Colorado, al naciente del Río Chalileo.
(...) La nueva línea de fronteras de la Provincia de Córdoba no está ya donde tú la dejaste cuando pasaste para San Luis (…) Está la nueva línea sobre el Río Quinto, es decir, que ha avanzado veinticinco leguas, y que al fin se puede cruzar del río Cuarto a Achiras sin hacer testamento y confesarse. Muchos miles de leguas cuadradas se han conquistado (...). La nueva frontera de Córdoba comienza en la raya de San Luis, casi en el meridiano que pasa por Achiras, situado en los últimos dobleces de la Sierra, y costeando el Río Quinto se prolonga hasta la Ramada Nueva, llamada así por mí, y por los ranqueles Trapalcó, que quiere decir agua de Totora, Trapal es Totora y co, agua.
(...) El punto fuerte principal de la nueva línea de frontera sobre el Río Quinto se llama Sarmiento. De allí arranca el camino que por Laguna del Cuero, famosa para los cristianos, conduce a Leubucó, centro de las tolderías ranquelinas.
(...) Una de ellas estriba en no comer ni beber cosa alguna, sin antes ofrecerle las primicias al genio misterioso en que creen y al que adoran sin tributarle culto exterior. Consiste esta costumbre en tomar con el índice y el pulgar un poco de la cosa que deben tragar o beber y en arrojarla a un lado, elevando la vista al cielo y exclamando: ¡Para Dios! Es una especie de conjuro. Ellos creen que el diablo, Gualicho, está en todas partes, y que dándole lo primero a Dios, que puede más que aquél, se hace el exorcismo.
(...) Una rastrillada, son los surcos paralelos y tortuosos que con sus constantes idas y venidas han dejado los indios en los campos. Estos surcos, parecidos a la huella que hace una carreta la primera vez que cruza por un terreno virgen, suelen ser profundos y constituyen un verdadero camino ancho y sólido. (...) En plena Pampa, no hay más caminos. Apartarse de ellos un palmo, salirse de la senda, es muchas veces un peligro real; porque no es difícil que ahí mismo, al lado de la rastrillada, haya un guadal en el que se entierren caballo y jinete enteros.
(...) De todos lados asomaban indios, al gran galope siempre, sin curarse de los obstáculos naturales del terreno, donde caballos educados como los nuestros o los ingleses habrían caído postrados de fatiga a los diez minutos por vigorosos que hubieran sido. Subían rápidos a la cumbre de los médanos de movediza arena y bajaban con la celeridad del rayo; se perdían entre los montecillos de chañar, apareciendo al punto; se hundían en las blandas sinuosidades y se alzaban luego; se tendían a la derecha, evitando un precipicio, después a la izquierda rehuyendo otro, y así ora en el horizonte, ora fuera de la vista del plano accidentado, cuando menos pensábamos brotaban a nuestro lado, por decirlo así, incorporándose a mi comitiva.
(...) La importancia de un indio se mide por el número y la calidad de sus caballos. Así, cuando quieren dar la medida de lo que un indio vale, de lo que representa y significa, no empieza por decir: tiene tantos o cuantos rodeos de vacas, tantas o cuantas manadas de yeguas, tantas o cuantas majadas de ovejas y cabras, sino tiene tantas tropillas(...), pueden cabalgar tantos o cuantos indios; lo que quiere decir, que en caso de malón podrá poner en armas muchos, y que si el malón es coronado por la victoria, tendrá participación en el botín con arreglo al número de caballos que haya suministrado, (...).
(...) Primero pedirá yerba. ¿Se la dan? Pedirá azúcar. ¿Se la dan? Pedirá tabaco. ¿Se lo dan? Pedirá papel. Y mientras le vayan concediendo o dando, irá pidiendo, y habrá pedido lo que fue buscando, que era aguardiente. El golpe de gracia viene entonces, pide por fin lo que más le interesa y si no le niegan contestará: no dando lo más; pero dando aguardiente.
(...) Las tales mujeres tienen el poder diabólico de hacer todo cuanto quieren, y por eso ha de ser que los franceses dicen ce que femme veut Dieu le veut. De un federal son capaces de hacer un unitario y viceversa, que es cuanto se puede decir. Por supuesto que de cualquiera hacen un tonto.
(...) Así duraba más tiempo la exposición de mi persona y séquito; se nos examinaba prolijamente. Y mientras se nos examinaba, las viejas brujas, en virtud de los informes y detalles que recibían, descifraban el horóscopo, leyendo en el porvenir, relataban mis recónditas intenciones y conjuraban el espíritu maligno, el gualicho.
(...) De Leubucó arrancan caminos, grandes rastrilladas por todas partes. Allí es la estación central. Salen caminos para las tolderías de Ramón que quedan en los montes de Carrilobo; para las tolderías de Baigorrita, situadas a la orilla de los montes de Quenque; para las tolderías de Calfucurá en Salinas Grandes, para la Cordillera, y para las tribus araucanas.
(...) Yo he recogido, a fuerza de maña y disimulo, muchos datos a este último respecto (...). Y digo con maña y disimulo, porque entre los indios, nada hay más inconveniente para un extraño, para un hombre sospechoso, como debía serlo y lo era yo, que preguntar ciertas cosas, manifestar curiosidad de conocer las distancias, la situación de los lugares a donde jamás han llegado los cristianos, todo lo cual se procura mantener rodeado del misterio más completo. Un indio no sabe nunca dónde queda el Chalileo, por ejemplo; qué distancia hay de Leubucó a Wada.
(...) Me acuerdo que en el Río Cuarto, queriendo yo mantener algunos datos sobre la población de los ranqueles, le hice cierto número de preguntas a Linconao, que tanto me quería, delante de Achauentrú. Como aquél contestara bastante satisfactoriamente, éste, con tono airado, le amenazó diciéndole en araucano: que cuando regresase a Tierra Adentro, le diría a Mariano Rosas que era "un traidor que había estado hablando esas cosas conmigo", y dirigiéndose a los demás indios circunstantes, añadió: "Uds. son testigos".
(...) En el Río Cuarto yo me solía divertir mostrándoles a los indios un reloj de sobremesa, que tenía despertador, un barómetro, una aguja de marear óptica, un teodolito y un anteojo. Miraban y miraban con intensa ojeada los objetos, y como quien dice: eso no llama tanto como Ud. cree mi atención, me decían: "Allá en Tierra Adentro mucho lindo teniendo".
(...) Al mejor se la doy, a abrazar cuatro veces, cargar y suspender otras tantas a cualquiera, gritando como un marrano ¡¡¡aaaaaaaaaa!!! no es cosa. Pero cuando ese cualquiera llega a pesar nueve arrobas, tanto como Melideo; pero cuando hay que repetir la misma operación muscular y pulmonar ochenta o cien veces, el ejercicio es grave, y puede darle a uno títulos suficientes para ocupar algún día en el mausoleo de la posteridad un lugar preferente entre los gladiadores o luchadores del siglo XIX. Yo estaba orgulloso, contento de mí mismo, como si hubiera puesto una pica en Flandes, no sólo por la energía y fortaleza de que había dado pruebas incontestables y señaladas, sino porque ciertas frases que oía vagar por la atmósfera hacían llegar hasta mi conciencia el convencimiento de que aquellos bárbaros admiraban por primera vez en el hombre culto y civilizado, en el cristiano representado por mí, la potencia física, dote natural que ellos ejercitan tanto y que tanto envidian y respetan. De vez en cuando llegaban a mis oídos estos ecos: "Ese Coronel Mansilla muy toro; ese Coronel Mansilla cargando; ese Coronel Mansilla lindo". Y esto diciendo, un sinnúmero de curiosos se acercaban a mí, hasta estrecharme y no dejarme mover del sitio.(...)Y después de mirarme bien, me decían alargándome, la mano: -Ese Coronel, dando la mano, amigo. -Y no sólo me daban la mano, sino me abrazaban y me besaban, con sus bocas sucias, babosas, alcohólicas, pintadas.
(...) ¿Qué más podían hacer aquellos bárbaros, sino lo que hacían? ¿Les hemos enseñado algo nosotros, que revele la disposición generosa, humanitaria, cristiana de los gobiernos que rigen los destinos sociales? Nos roban, nos cautivan, nos incendian las poblaciones, es cierto. ¿Pero qué han de hacer, si no tienen hábito de trabajo?
(...) Epumer la había emprendido conmigo, y un indiecito Caiomuta, que jamás quiso darme la mano, so pretexto de que yo iba de mala fe: ¡Winca engañando!, salía constantemente de sus labios. El vino y el aguardiente corrían como agua, derramados por la trémula mano de los beodos, que ya rugían como fieras, ya lloraban, ya cantaban, ya caían como piedras, roncando al punto o trasbocando, como atacados de cólera. Aquello daba más asco que miedo.
(...) Todos me trataban con respeto, menos Epumer y Caiomuta. Tambaleaban de embriaguez. Una algazara estrepitosa, producida por medio de golpes dados en la boca abierta, con la palma de la mano, estallaba incontinenti. ¡¡Babababababababababababababababababa!! Resonaba, ahogándose los últimos ecos en la garganta de aquellos sapos, gritones. Mientras el licor no se acabara, la saturnal duraría. Ya la tarde venía. Yo no quería que me sorprendiera la noche entre aquella chusma hedionda, cuyo cuerpo contaminado por el uso de la carne de yegua, exhalaba nauseabundos efluvios; regoldaba a todo trapo, cada eructo parecía el de un cochino cebado con ajos y cebollas. En donde hay indios, hay olor a azafétida.



2- Genocidio Indígena


2. a. Exterminio del pueblo originario, por Historiador Argentino 

La próspera economía de fines del siglo XIX implicó la conquista de los territorios de la Patagonia, que estaban ocupados por poblaciones que fueron convertidas en víctimas del proceso de modernización del país: la llamada "Conquista del desierto".  


2. b. Extractos del artículo “Genocidio de pueblos originarios” Claudia Salomón Tarquini, Historiadora. UNLPam-Conicet 
http://www.laarena.com.ar/caldenia-genocidio_de_pueblos_originarios_-45660-1.html

  (...) Durante la denominada Campaña del Desierto se procedió a aplicar desde el Estado argentino un proceso genocida contra los pueblos originarios. Fundamentos para entender una práctica que tiene su continuidad.
El artículo 2° de la Convención de las Naciones Unidas para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, sancionada en 1948 establece que "se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional étnico, racial o religioso como tal: a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado por fuerza de niños de un grupo a otro grupo." (…) Así, toda la maquinaria estatal se puso a disposición de eliminar -aunque no físicamente a la totalidad de la población- a las sociedades indígenas como tales.
(...) La más conocida de estas prácticas (genocidas) es por supuesto el exterminio físico. Entre mayo y diciembre de 1878 el ejército comandado por Julio A. Roca realizó 23 expediciones, en las que fueron ultimadas 398 personas, se tomaron prisioneros 901 lanceros y 3.668 miembros de sus familias. Meses después, durante 1879 fueron asesinados 1.313 lanceros, y tomados prisioneros más de 10.000 indígenas entre hombres, mujeres, niños y ancianos. En estas cifras no se incluyen los que fueron asesinados en persecuciones, muertos por hambre en el mismo territorio, o diezmados por las epidemias de viruela, que hicieron estragos entre la población nativa.
(…) el encierro en campos de concentración y fusilamientos también fue una práctica tristemente habitual en este contexto: los ranqueles recuerdan en particular la masacre de Pozo del Cuadril, en Villa Mercedes, ocurrida en octubre de 1878, cuando un grupo de lanceros fue a buscar las provisiones prometidas por un tratado de paz firmado meses antes. En esa ocasión, entre 50 ó 60 ranqueles fueron encerrados en un corral y fusilados a sangre fría, en un episodio que la prensa nacional resaltó escandalizada.
(...) El campo de concentración más conocido fue el de la Isla Martín García. (…) se proseguía con el desmembramiento de familias completas: los hombres adultos podían ser enviados a las distantes zafras azucarera, yerbatera y algodonera, o eran incorporados a la policía, el ejército y la marina. (…) la presencia de pampas y ranqueles en los ingenios azucareros de Tucumán implicaba el trabajo en condiciones de esclavitud y el cambio de nombres, así como la represión de sus prácticas culturales. A su vez, los niños y mujeres eran distribuidos al servicio doméstico urbano de familias acomodadas de Córdoba y Buenos Aires.
(…) fue común la supresión de los nombres indígenas y la clasificación de los nativos sobrevivientes y sus descendientes como "argentinos" en dos ocasiones de fundamental importancia: al bautizarlos, cuando se les imponía un nombre y apellido distinto en sustitución del original; y en los recuentos censales, considerándolos incluidos dentro la categoría argentino nativo. Este último procedimiento, sumado a un discurso que destacó la importancia efectiva del aporte inmigratorio, contribuyó a enmascarar la significación de la población de origen indígena, invisibilizando a sus miembros.
(…) la expropiación de sus tierras y la denegación sistemática a entregarles otras, era parte de una política que pretendía desconocer todo tipo de liderazgo indígena previo a 1878, y a la vez impedir que esta población se asentara en forma concentrada en determinados lugares (…) Eduardo Pico sostenía en 1896, (…) El aislamiento de su casta borraría inmediatamente las nociones de vida ordenada que han adquirido evitando las tendencias de sus espíritus salvajes. Las tribus no pueden, no deben existir dentro del orden nacional. Las que tubieron [sic] su asiento en este territorio se encuentran también dispersas diseminadas en los departamentos los individuos que las componían, allí viven felices, entregados a las faenas de campo amparados como los demás ciudadanos por las leyes protectoras de la Nación y divorciados por completo de la autoridad de los caciques sus antiguos gefes [sic]. /.../ la práctica ha demostrado lo perjudicial que son á los vecindarios las agrupaciones de indígenas, tanto en lo que se relaciona á sus intereses, cuanto en lo que concierne a sus costumbres y moralidad" (…)
(...) Detrás del discurso del "progreso" y de la Argentina como "granero del mundo" estaban los exterminios, las familias desmembradas, los grupos dispersados.
(…) otra de las prácticas habituales, y cuyos efectos continúan hasta la actualidad, fue la desvalorización de las prácticas culturales de los vencidos. Frente a éstas, se subrayó el carácter positivo de las que portarían los inmigrantes extranjeros, y la población indígena fue asociada a la haraganería y al consumo excesivo de alcohol.
(...) Matanzas como la de Pozo del Cuadril u otras similares de las últimas décadas del siglo XIX no fueron las últimas realizadas contra pueblos originarios en Argentina. (…) 1924 tuvo lugar la masacre de Napalpí, contra tobas y mocovíes, en el Territorio Nacional del Chaco, bajo la presidencia de Marcelo T. de Alvear, (…) 1947 la matanza de La Bomba, contra los pilagá en el Territorio Nacional de Formosa, durante la presidencia de Juan Domingo Perón. Esta última se inició con el fusilamiento de cientos de personas por parte de Gendarmería Nacional, y las persecuciones de sobrevivientes para rematarlos se prolongaron por diez días. (...) Hasta la actualidad, se desconoce el número de víctimas, aunque se estima en varios centenares. (…) son ejemplos de una larga lista de los procesos sociales genocidas instrumentados sistemáticamente contra los pueblos originarios con el objetivo de que nada perturbara la homogeneización social y la explotación laboral. (…) el exterminio físico es una etapa del proceso genocida que para ser legitimada debe ser precedida por construcciones discursivas que nieguen condiciones de humanidad al otro, lo hostiguen, lo aíslen y finalmente justifiquen el ataque contra ellos.
(…) la persistencia de esta negación, que siguió siendo aceptada por buena parte de la sociedad argentina -especialmente la que miraba a Europa como modelo a seguir-, y es recreada cada vez que quien no es indígena se arroga el derecho de poner límites y establecer quién es indígena y quién no lo es, habla de "indios inventados", o resta legitimidad a sus reclamos. Cada vez que alguien se identifica como indígena en Argentina y otros le niegan su derecho a hacerlo argumentando que los indígenas fueron exterminados, que en todo caso son "descendientes" pero no "verdaderos indígenas", las prácticas genocidas vuelven a mostrar su prolongada eficacia.


2. c. Extractos del libro "Algunas observaciones sobre la llamada “cuestión de los indios” y el genocidio en los tiempos de Roca".

 Diana Lenton, Doctora en Ciencias Antropológicas, docente de la Universidad de Buenos Aires e Investigadora Adjunta de CONICET. Este trabajo está en deuda con el estímulo cariñoso del maestro Osvaldo Bayer, para que se convirtiera en artículo impreso, y será parte de una próxima publicación en su serie La Crueldad Argentina, editada por el Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires. http://cpm.chaco.gov.ar/contenidos/contenidos/porlashuellasdelniandu/word/escritos/lenton_sobre_roca.pdf 

(...) Los estados nacionales que se constituyeron en América tras las guerras de la Independencia buscaron homogeneizar, es decir, forzar una cierta uniformidad cultural, social y biológica que se creía necesaria para garantizar la “unidad nacional”. Uno de los mecanismos por los cuales el estado o los sectores hegemónicos buscaron forzar dicha uniformidad –mecanismos que van en desmedro no sólo de los pueblos que han sido víctimas directas del saqueo cultural sino de toda la ciudadanía argentina, por el empobrecimiento que representa y porque se ha privado a las generaciones futuras del derecho a vivir en la diversidad- ha sido la destrucción de los elementos que las elites intelectuales consideraron inferiores. En algunos momentos de nuestra historia, dicha destrucción se ha visto asociada al genocidio. “Se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo”
(...) Nos interesa evaluar y argumentar la aplicabilidad del concepto de genocidio a las “acciones contra los indios” emprendidas por las milicias nacionales, y las decisiones políticas que se tomaron respecto de la población sobreviviente.
(...) El término “frontera” se utilizaba y se utiliza también con connotaciones de “territorio ideológico”, al pretenderse como límite entre la civilización y la barbarie. Esta acepción fue relativizada en su momento por el propio Sarmiento; sin embargo, goza –o padece- de gran difusión popular. (...) El famoso tratado de paz incentivado por Lucio V. Mansilla en su “Excursión a los Indios Ranqueles” fue firmado en 1872 entre los caciques Rankülche Manuel Baigorria y Yanquetruz por una parte, y el Estado nacional representado por el General Arredondo por la otra. Este tratado es un ejemplo de aquellos hechos “para ser violados”.
(...) Puede decirse que los únicos pactos que no violó el Estado en esta cuestión fueron los que mantuvo con los terratenientes y los financistas.
(…) el ministro Julio A. Roca sugería por carta en 1878, al gobernador tucumano Domingo Martínez Muñecas, “que se remplazen [sic] los indios olgazanes [sic] y estúpidos que la provincia se ve obligada a traer desde el Chaco, por los Pampas y Ranqueles”, que él mismo le enviaría, a cambio de apoyo político para la futura campaña presidencial. Inmediatamente recibió la respuesta de una decena de los principales empresarios azucareros solicitándole 500 indígenas con o sin familia que fueron rápidamente remitidos a Tucumán, donde la mentada baja “productividad” de los peones pampas era compensada por su bajo costo. Así, los ingenios tucumanos se convirtieron en el destino de miles de prisioneros tomados durante las campañas militares de conquista de la Pampa y la Patagonia, y del Chaco.
(...) secretario privado y fiel defensor del presidente Roca, recordaba en sus memorias, escritas muchos años después en París, que “La curiosidad del vecindario de Buenos Aires era atraída a diario por los convoyes de indios prisioneros que cruzaban las calles de la ciudad rumbo a los cuarteles o a la Isla de Martín García: caciques, capitanejos, centenares de indios de lanza y de chusma…”.
(...) En 1879, el teniente Francisco Barbará argumentaba: “Más de diez mil indios de ambos sexos han sido capturados por las fuerzas nacionales desde 1875 hasta el presente. Su mayor parte ha sido distribuida en esta Capital y en algunas provincias”.
(...) Lo verdaderamente anacrónico, entonces, es justificar hoy, por la exaltación exitista de sus efectos, un proceso histórico que fuera cuestionado desde la ética en el mismo momento en que se producía.
(…) el 8/11/1878, un contingente de “guerreros ranquelinos” se dirigió a Villa Mercedes de San Luis a cobrar las raciones estipuladas en el pacto. Debían retirar también elementos para labranza, sueldos para los principales caciques, ganado en pie, etc. Iban en son de paz, acompañados de sus mujeres e hijos, y entre ellos iba en carácter de enviado plenipotenciario, José Gregorio Yancamil, sobrino de Epumer. (...) A una legua de Villa Mercedes, en Pozo del Cuadril, donde existía un retén militar de avanzada, son encerrados por las tropas, separados y fusilados. Casi la totalidad de los sobrevivientes quedan malamente heridos. Entre ellos, niños y mujeres. Yancamil queda prisionero y reponiéndose de sus heridas, mientras que las familias integran luego un contingente de prisioneros que son llevados a la zafra tucumana, entre ellos la mujer de Yancamil y sus dos hijitas. Ninguno de los ranqueles enviados a Tucumán regresó...”.
(...) La guerra permitió a aquellos empresarios azucareros contactados por el ministro Roca proveerse de numerosos contingentes de mano de obra forzada; permitió a personas influyentes y no tanto, proveerse de personal doméstico, o de peones en sus estancias, siempre en carácter forzado.
(...) No sólo “liberó” los ricos territorios indios transformándolos en desiertos o en “tierra vacante”, (...)  dando lugar al enriquecimiento de terratenientes, políticos e intermediarios. Además, como en toda guerra, generó un circuito mercantil relacionado con las provisiones a los soldados, las raciones y prendas para los indios, el traslado de prisioneros y cautivos, la trata de blancas, la circulación de armamento, todo sumido en un nivel de corrupción que fue tempranamente denunciado por los contemporáneos.
(…) la característica de los crímenes de lesa humanidad es que la persona asesinada no cuenta como tal, pues la acción criminal va dirigida contra una “víctima colectiva”. Más estrictamente, según algunos enfoques, se considera crimen de lesa humanidad únicamente a los que cumplan con la definición anterior y hayan sido cometidos por un agente del Estado en cumplimiento de una acción gubernamental.
(…) La Nación denunciaba el 17/11/1878 que el coronel Olascoaga (futuro Gobernador del territorio de Neuquén, y por el momento protagonista de la lucha de fronteras en el norte santiagueño) “en cambio de unos chinitos que pudo tomar dejó que los indios pasaran a degüello a los 30 guardias nacionales que llevaba (...) abandonándoles a la saña y el espíritu de venganza de los indios que se encontraron sin sus mujeres e hijos”.  (...) Este testimonio se dirigía más a reprochar la falta de lealtad del coronel hacia su tropa que a evaluar la apropiación de los “chinitos” que en 1878 parecía corresponder a la lógica de la guerra (…)
(…) me interesa plantear aquí la hipótesis de que durante la primera administración de Roca, el reparto de indígenas prisioneros iba más allá de una consideración economicista acerca de la forma de amortizar la acción militar, para tratarse de una acción de carácter propiamente político dirigida a exhibir el poder del estado sobre los cuerpos en toda su magnitud. El traslado de los indios prisioneros constituyó no sólo una medida de disciplinamiento concreto sobre ellos mismos, sino una manifestación del nuevo orden de cosas ante la sociedad no-indígena y especialmente ante los indígenas que quedaron en el sur o en el norte del país, que no sin resistencia veían partir a contingentes de los suyos con destino desconocido.
(…) la demanda de individuos indígenas para cubrir plazas del ejército iba en aumento, por la deserción imparable de los soldados. Por lo tanto, el envío de los indígenas a Buenos Aires para ser repartidos priorizaba, además de las entendibles deseos de propaganda, las consideraciones “disciplinarias” –y la desestructuración de las comunidades como estrategia política- por sobre las aludidas razones económicas.
(…) la lectura de fuentes de origen militar sugiere que la toma de prisioneros de “chusma” –y sus propiedades- parecía ser en muchos casos el principal objetivo (...) en este orden ataqué las tolderías haciéndoles una persecusión a los que huían (...), donde hice alto por serme imposible continuar más adelante por el mal estado de la caballada, (...) habiendo dado por resultado la toma de veinte y ocho de chusma, diez y siete muertos, trescientas y tantas cabezas de ganado vacuno, quinientos y pico entre caballos y yeguas y (...) mil trescientas ovejas, que quedaron en mi poder; (...) la toldería se había concluido”..
(...) En algunos casos, la chusma era tomada “en calidad de rehenes”, aunque por lo general pareció obedecer al propósito de vaciar el territorio.
(…) los lugares de repartimiento de los miles de indios sometidos –mediados por las largas y durísimas travesías desde la frontera, donde muchos encontraban la muerte- se convirtieron en el sitio donde se consumó el genocidio. En Martín García y a lo largo del Río Negro se crearon campos de concentración de prisioneros indígenas, previos a su traslado. (...) la descripción de uno de estos asentamientos en Valcheta, sus hambrunas, sus cercos perimetrales y su férrea vigilancia. En los primeros años de la década de 1880 existió la iniciativa -realizada a medias de trasladar a todos los indígenas de la región a un único campo en Valcheta. La gente de Sayhueque, Inacayal, Foyel y Chiquichano fue concentrada en torno al fuerte levantado a orillas del Chimehuin, cerca de Junín de los Andes, previamente a su traslado a pie hasta Carmen de Patagones.
(...) Los campos de concentración de indígenas podrían haber constituido un espacio donde se exhibieran las técnicas y tópicos de la sociedad disciplinaria. Sin embargo, exceptuando a los registros de los salesianos, no tenemos conocimiento de las prácticas exhaustivas de individualización, registro y documentación que eran comunes en otras instituciones estatales tales como comisarías, prisiones, regimientos. Esto sugiere que estos campos pretendían hallarse en los márgenes de lo social, ya que el destino previsto para su población era su desaparición.
(...) En casos como éste el silencio –la falta de información sobre el destino de los individuos- es parte de la política de disciplinamiento, aumentando la vulnerabilidad e indefensión del sector victimizado para favorecer en cambio la percepción del poder omnímodo del estado.
(...) La centralidad de Martín García en la ruta del repartimiento es un dato que surge de las fuentes literarias, parlamentarias y periodísticas de la época. El asilo en Martín García era el paso previo a la redistribución definitiva de los prisioneros, aunque a veces se constituía en su destino final, especialmente para los ancianos y enfermos que no eran requeridos para el trabajo.
(...) Para fines de 1879 la cantidad de “alojados” en Martín García era tan grande que la ciudad de Buenos Aires debió recurrir a los cuarteles de Palermo y Retiro y al corralón municipal del Once. (…) la presión del vecindario porteño “horrorizado” por los cortejos harapientos la que decidió el traslado a Martín García de quienes en primera instancia habrían sido destinados al Retiro.
(...) La biopolítica del estado roquista se concentró en la disposición de los cuerpos de los indígenas sometidos sin descuidar la regulación de su capacidad reproductiva: incluyendo la separación de mujeres y varones y la apropiación de los niños. Estas acciones apuntaron a lo que hoy ya no puede desconocerse como un plan genocida sistemático. La ausencia de registros sobre los derroteros individuales, sumada al reemplazo de los nombres nativos, el arrebato de los menores y su “adopción” –en variadas condiciones- por las familias criollas apropiadoras, los permanentes traslados y otras prácticas que dieron en dificultar el reconocimiento y la memoria colectiva, terminan de definir el carácter de “poder desaparecedor” asumido por el estado y sus agentes durante el período de “organización nacional”. (...) Decimos entonces que se trata de un genocidio porque se cumple con la definición de la ONU anteriormente citada, en todas sus partes.
(...) Afirmar el genocidio no implica negar la supervivencia de los pueblos. El proyecto genocida no se define por su éxito, sino por su intencionalidad. Julio A. Roca alardeaba en un discurso ante la Asamblea Legislativa, el 6/5/1884: “No cruza un solo indio por las extensas pampas donde tenían sus asientos numerosas tribus…”. (...) En la década de 1820, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Martín Rodríguez, manifestaba públicamente la intención de su gobierno de “exterminar” primero a los “indios nómades”, siguiendo luego con los “indios amigos”.
(...) Afirmar el genocidio no significa tampoco negar el mestizaje, sino reconocer en el mismo la cuota que lo hace partícipe como herramienta del genocidio, en la medida que se constituye como violencia de género.
(...) En este contexto se consolidó el Estado argentino. Nuestras instituciones de gobierno, incluyendo a las de política específica indígena, son herederas de una estructura montada sobre el genocidio. La única manera de poder establecer bases firmes y verídicas sobre las cuales orientar una convivencia más o menos armónica y pacífica, es develar la verdad que subyace a nuestras respectivas narrativas de origen: la de la Nación argentina, las de los Pueblos Originarios en su coyuntura actual. No hay justicia sin verdad, no hay futuro sin memoria.

2. d. Extractos del libro Genocidio de los pueblos indígenas y desaparición cultural de la generación americanista de la independencia: ¿punto final? 
 Marcelino Fontán, Lic. en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires. Areas de trabajo e investigación: Derechos humanos, Interculturalidad, Salud y Desarrollo Social, Docente Seminarios Antropología del Desarrollo y Antropología Aplicada a las Políticas Públicas, Maestría Antropología Social FLACSO. Ex Profesor Titular Antropología Social y Cultural, Medicina Social y Preventiva (UBA), Ex Coordinador Proyectos UNICEF en áreas indígenas de Formosa, Chaco y Salta. Ex Coordinador de Programas y Responsable de Movilización Social UNICEF Guinea-Bissau, África Occidental, Publicaciones: 3 libros, 7 artículos en libros.

(…)  la clara configuración como genocidio de la conquista y sometimiento de los pueblos indígenas de nuestro territorio, con todos los elementos constitutivos de los delitos de lesa humanidad. Por otro, la desaparición de nuestra historia cultural de la síntesis política, ideológica y ética que los revolucionarios de la década de 1810 realizaron entre el ideario tupacamarista y las ideas revolucionarias. Negación y ocultamiento de dos situaciones fuertemente relacionadas.

(…) los indígenas masacrados física y culturalmente, fueron invisibilizados, también la generación americanista asociada a ellos, a su vez resignificada en una imagen caricaturesca de lo que realmente fue.
(…)  estos términos se encuentren en la Argentina de hoy indisolublemente ligados al terrorismo de Estado reciente, estaremos hablando de otro genocidio y otra desaparición en la historia argentina: el genocidio de nuestros pueblos indígenas y la desaparición cultural de la generación revolucionaria y americanista.
(…) la clara configuración como genocidio de la conquista y sometimiento de los pueblos indígenas de nuestro territorio, con todos los elementos constitutivos de los delitos de lesa humanidad. Que existió un plan sistemático de expropiación de territorios ancestrales por la fuerza militar, exterminio de poblaciones, secuestros, apropiación de mujeres, niñas y niños; reducción a esclavitud, privación de identidad, negación de su condición de seres humanos.
(…)  la desaparición de nuestra historia cultural de la síntesis política, ideológica y ética que los revolucionarios de la década de 1810 realizaron entre las ideas revolucionarias provenientes de la revolución francesa y el ideario tupacamarista.
(…)  ambas situaciones guardan algún tipo de relación, que existirían articulaciones no manifiestas pero poderosas que han facilitado que la desaparición cultural de una generación revolucionaria y americanista potencie la negación de un genocidio.
(…) no solamente los indígenas fueron invisibilizados sino también aquella generación política que se manifestó solidariamente con ellos, la cual ha sido resignificada en una imagen caricaturesca de lo que realmente fue. Entendemos que esto último ha constituído una condición necesaria para que el ocultamiento y negación del genocidio se opere en el imaginario de los argentinos.
(…) que aún hoy sigue impune e incluso encuentra clara continuidad en las diversas masacres perpetradas durante el siglo XX y el genocidio silencioso que llega hasta nuestros días en forma de explotación y exclusión social.
(…) una combinación de mecanismos de producción de liderazgo intelectual y consenso, de hábitos de comportamiento, valores y modos de pensar que difunden la ideología, los intereses y los valores de la clase social que domina el Estado, desde el cual articula la conducción del conjunto social. Ese poder se apoya, esencialmente, en su control de las instituciones dadoras de sentido, las que constituyen al individuo, le enseñan a pensar de una manera y a no pensar de otra, le indican los valores que tiene que compartir, las aspiraciones que son permisibles.
(…)  comprender mejor estos mecanismos de construcción de subjetividad: no es lo mismo en este caso, ser inmigrante o hijo de inmigrantes europeos que descendiente de nativos americanos: los primeros son receptores de una Historia, los segundos de una Memoria.
(…) Los inmigrantes y sus hijos fueron y son en buena medida una especie de tabla rasa, al no tener raíces previas con el nuevo territorio y sus gentes. Sobre ese terreno virgen se imprime la historia escrita acerca del pasado de la sociedad en que viven, que reciben desde las instituciones dadores de sentido como la escuela y los medios de comunicación, relato marcado por el sesgo que le imprimieron los que controlaron el poder del Estado. La comprobada existencia en esos relatos, de grandes extensiones de identidad social borradas o reemplazadas, nos conduce a la tarea de recrearnos las raíces, para integrarlas a esa memoria colectiva que constituiría nuestra historia social. Las otras fuentes, las primarias, las de la historia oral narrada por los actores mismos, la constituida por testimonios que pasan de generación en generación, son las que se intentó acallar genocidio mediante y que constituyen la Memoria.
(…) será centralmente Sarmiento como gran ideólogo de su generación, quien hará explícito el pensamiento de profundo desprecio: "¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. (…) Incapaces de progreso. Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado” (Sarmiento D. F, 1844).
(...) “Quisiéramos apartar de toda cuestión social americana a los salvajes…(...) “En las provincias viven animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”(Sarmiento D. F, 1863).
(…) “El odio al indio, construido desde intelectuales nacionales como Sarmiento, la constitución de imágenes sobre el miedo al malón, la construcción de un mal engendrado en estas tierras a partir de la idea del „salvaje‟, y un modelo de patria donde el blanco era sinónimo de progreso, entre otras cuestiones, fueron poco a poco constituyendo políticas donde el extermino, la eliminación y la desaparición de ese otro-indio eran necesarias para construir un nosotros: „los argentinos‟
(…) en confinamiento en reservas para su explotación y entrega de mujeres, niñas y niños para servidumbre familiar.
(...) Sarmiento (…) propone “(…) denunciar la presencia de este elemento, no admitido en las colonias inglesas, con lo que la raza sajona ha conservado su brío y la tradición sajona de gobierno (...) los indios no piensan porque no están preparados para ello. (...) Su aversión por los indígenas americanos es algo ya presente en sus escritos más tempranos, (…) sus reflexiones sobre la pureza racial, cuando expresa su admiración por Norteamérica, diciendo que “el norteamericano es, pues, el anglo-sajón exento de toda mezcla con razas inferiores en energía, conservadas sus tradiciones políticas, sin que se degraden con la adopción de las ineptitudes de raza para el gobierno”.
(…) los pueblos indígenas, derrotados en campañas de exterminio, fueron cosificados y mencionados más como formando parte de la Naturaleza del territorio argentino, que con una historia social propia.
(…)  los indígenas eran descriptos como “indios ladrones que ocupaban el Sur de nuestro territorio y asolaban sus distritos fronterizos”(…) “era necesario conquistar real y eficazmente esas 15.000 leguas, limpiarlas de indios de un modo tan absoluto, tan incuestionable (...).
(...) Hacia 1816 los movimientos revolucionarios habían sido derrotados en todo el continente –México, Venezuela y Chile-, salvo en nuestro territorio y la monarquía restaurada en España. Belgrano había vencido a los españoles en la batalla clave de Tucumán el 24 de septiembre de 1812, contra la voluntad del Triunvirato que le ordenaba retirarse y que luego del triunfo incluso lo había sancionado. Ante esta situación es que San Martín con su fuerza de granaderos comunicó al Triunvirato que dicho órgano de gobierno había cesado en sus funciones, convocándose a la Asamblea del año 1813. (...) Será en 1816 durante la celebración del Congreso de Tucumán cuando los indígenas entran en escena. Apoyado en su enorme prestigio como vencedor de los españoles, Belgrano propuso allí el 6 de julio la restauración de la dinastía incaica bajo forma de monarquía constitucional, como coronación de la revolución americana. Tanto San Martín como Güemes compartían este ideal belgraniano que el Congreso aprobó por aclamación el 31 de julio. Este debate también ha sido invisibilizado en la historia oficial, como también que el Acta de Declaración de Independencia del 9 de julio de 1816 fue redactada en castellano, aymara y quechua. Aquella generación revolucionaria vió en la gran sublevación de 1780 de José Gabriel Condoncarqui ó Tupac Amaru II y sus 100.000 indios luego asesinados por los españoles, el verdadero inicio de la emancipación americana tanto por su claro contenido anticolonial en lo político como por su claridad de ideas en lo económico y social. Tupac Amaru fue el inspirador profundo de los movimientos revolucionarios de América. Esta admiración era claramente apreciable en sus proclamas, sus bandos, sus manifiestos, sus escritos de la prensa periódica, donde se realzaba el americanismo e ideario incaico como la mitología de la revolución anticolonial. Por eso la política española los llamó tupamaros.
Ellos fueron los grandes derrotados por el proceso político que terminó de consolidarse con la generación del ‟80 e impuso un proyecto integral en lo político, económico, militar e ideológico y remodeló este país en una amplia operación de construcción de subjetividad radicalmente opuesta a la que inspiró a aquellos americanistas que pensaron una patria de libres e iguales y exhibieron una ética que invadiendo todo el proyecto llevaron adelante contra viento y marea.
(…) a Belgrano cuando -luego de las victorias de Tucumán y Salta-, a señalarle a la Asamblea que lo premiaba con 40.000 pesos, que se sentía degradado porque él no luchaba por eso, donando ese dinero para que se construyesen cuatro escuelas estatales (hasta entonces todas eran religiosas) en las cuales no se discriminase a los niños por causa alguna. ¿Qué relación puede guardar esta ética de Belgrano con la del exterminio por razones declaradamente económicas explicitadas por el propio General Roca y su Comisión Científica de la Campaña de Desierto de 1881? (...) La falsificación histórica tiene sus capítulos más intensos en Sarmiento y Roca, a nuestro juicio los dos máximos exponentes políticos e ideológicos de la generación del ‟80. Entre ambos dejaron una indeleble marca de disciplinamiento mediante la fuerza militar y de control ideológico del relato histórico, logrado esto último en gran medida mediante la pluma de Bartolomé Mitre, actor también importantísimo de los hechos de esos años.

(…) A mi juicio señor Ministro, el mejor sistema para conquistar los valiosos territorios que hoy tienen la presencia de los malones saqueadores, es extinguir a los indios y los que queden con vida arrojarlos más allá del Río Negro y el Neuquén. Debemos seguir el camino emprendido por el general Juan Manuel de Rosas, que casi concluye esta obra tan importante para la grandeza del país, sumar las 50.000 leguas cuadradas de los campos más productivos del Universo(…) Roca J. A.(1878/79). Un pensamiento llevado luego a la práctica como ministro de guerra entre 1878 y 1879 mediante la exterminadora Campaña del Desierto y en 1984 por la Campaña del Chaco, ya como presidente de la República.
(...) La definición de crimen contra la humanidad o de lesa humanidad recogida en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional comprende las conductas tipificadas como: asesinato, exterminio, deportación o desplazamiento forzoso, encarcelación, tortura, violación, prostitución forzada, esterilización forzada, persecución por motivos políticos, religiosos, ideológicos, raciales, étnicos u otros definidos expresamente, desaparición forzada, secuestro o cualesquiera actos inhumanos que causen graves sufrimientos o atenten contra la salud mental o física de quien los sufre, siempre que dichas conductas se cometan como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque. Estos actos también se denominan crímenes de lesa humanidad, aludiendo a un crimen que, por su aberrante naturaleza, ofende, agravia, injuria a la humanidad en su conjunto. Los crímenes cometidos contra nuestros pueblos originarios comprenden absolutamente todos los ítems tipificados e incluye otros incluso más allá de los mismos.

Enumeración sumamente parcial de Actos genocidas contra los pueblos indígenas:

-Traslados y confinamientos forzados en campos de concentración.

- Pobladores selk‟nam, yámanas y alkalufes de Tierra del Fuego confinados en Isla Dawson a cargo de Monseñor José Fagnano.
- Huarpes de Mendoza que entre 1879 y 1886 fueron repartidos en contingentes –además de los al menos 3.000 distribuidos a seis lugares de detención de la provincia de Mendoza-, a Neuquén, Río Negro, Isla Martín García y Retiro, según investigaciones en curso de Diego Escolar y equipo (Aranda D. 2010 bis)
Privación de identidad. Bautizos forzados
- En 1879 6, fueron apresados y luego bautizados 825 indígenas (363 hombres, 132 mujeres y 330 niños), según trabajo en desarrollo de investigadores de la UBA Papazian y Nagy, sobre archivos de la Armada y el Arzobispado sobre indígenas enviados a la isla Martín García y otros, forzados a formar filas del mismo ejército que los había atacado, (…)
- Trabajo esclavo. Reducción a servidumbre. Secuestro, Reparto y explotación de mujeres, niñas y niños. Robo de niños
- Tras la Conquista del Desierto de 1879-81 muchos jefes indígenas como Inacayal, Foyel y Sayhueke fueron confinados en Isla Martín García, luego en Sierra Chica y forzados a picar piedras en canteras para adoquinado de las calles de Buenos Aires y otras ciudades.
- Otros entregados en “lotes” a familias terratenientes y de militares o para trabajo en estancias, según investigación mencionada anteriormente de Diego Escolar y equipo. Exhibición de personas y sus restos fósiles en exposiciones y museos. Zoológicos humanos. Exposición Universal París 1889. Museo de Ciencias Naturales de Universidad Nacional de La Plata
- En medio del auge del fenómeno del zoológico de finales del siglo XVIII, el empresario alemán Carl Hagenbeck patentó sus “Zoológicos Humanos”, y en contacto con el mundo científico se dedicó a reclutar aborígenes. Interesados por los comentarios de Darwin, quien describió a los fueguinos como seres “abyectos y miserables”, los científicos adhirieron con entusiasmo. Un primer grupo de tehuelches chilenos fue capturado y enviado a Europa en 1879. Allí fueron provistos de arcos, flechas, pipas y plumas. El público pagaba para verlos cantar, tocar instrumentos o hacer rituales y les arrojaba carne cruda.
- La expedición científica francesa al Cabo de Hornos de la fragata francesa ”La Romanche” de 1882 y 1883, remitiría a su vez indígenas yámanas capturados y recluídos en Isla Dawson del territorio argentino.
- En ocasión de los 100 años de la Revolución que proclamara la “igualdad, libertad y fraternidad”, se realizó la Exposición Universal de París en 1889 8. Entre sus atracciones se mostraban nueve selk‟nam capturados. Tras ser expuestos en París, pasaron al Royal Aquarium de Londres, terminando en el Museo de Cera de Bélgica.
- El Perito Francisco Moreno organizó en 1886 un espectáculo similar en el Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata, del cual era su fundador y director, con el cacique tehuelche Inacayal, su esposa, hijas y otros indígenas de su tribu, en total 12 personas, capturados en 1884. Durante el día eran mostrados, estudiados desnudos por científicos, se les tomaban fotografías; por la noche encerrados en los sótanos. Al morir Inacayal en 1888, sus restos descarnados fueron exhibidos en las vitrinas del Museo hasta entrada la década de 1940, corriendo la misma suerte de su esposa que falleció antes y cuyo esqueleto él debió presenciar cotidianamente.
- Cacerías humanas a cargo de “cazadores de indios” profesionales
- El genocidio del pueblo Selk´nam de la Patagonia Austral llevado adelante desde finales del siglo XIX por los estancieros Braun Menéndez y sus cazadores de indios a sueldo, quienes traían las orejas cortadas como factura al cobro.
- Los más famosos cazadores fueron Mc. Lennan (alias Chancho Colorado, administrador de las estancias de José Menéndez), Mr. Bond, John Mc. Rae, Kovasich, Albert Niword, Sam Islop, Stewart, Peduzzi, Julius Popper, José Dias. La matanza perpetrada en Cabo Domingo por Chancho Colorado, dejó un saldo de 400 cadáveres esparcidos e insepultos (J. M. Borrero 1974).
- Envenenamiento de ovejas y ballenas varadas con estricnina, antes que los Selk‟nam llegaran para consumirlas, eran otras tácticas de genocidio practicadas por los Braun Menéndez (J. M. Borrero 1974)
- Muertes por intoxicación producida por consumo de alimentos en mal estado en Rincón Bomba, Formosa, 1947
- Expedición de Ramón Lista, quien en 1887 perpetró la masacre de 28 varones en Bahía San Sebastián, siendo muchas mujeres tomadas prisioneras y deportadas a Buenos Aires.
- Empresa La Anónima y campo de concentración Misión San Rafael en Isla Dawson, concedida a Monseñor José Fagnano en 1890. Esta empresa remonta sus orígenes a la ocupación de las tierras y masacre de pobladores originarios, el pueblo selk‟nam. La misión-campo de concentración reunía a Selk‟nam, yámanas y alakalufes, para „civilizarlos‟ haciéndolos perder su identidad étnica. Contaba con el apoyo de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego. Un informe de Braun Menéndez notifica del envío a destierro de 225 selk‟nam, cuya tribu „había sido sorprendida in fraganti‟: su delito consistió en tomar ganado ovino para alimentarse, que había reemplazado al guanaco, fuente tradicional de subsistencia y abrigo del indígena. A Dawson fueron llevados más de 3.000 selkn‟am.
- Las (masacres) de 1924 y 1933 en Chaco de Napalpí y Zapallar. Se calcula cinco centenares de fusilados, con exhibición de orejas y penes en la plaza pública. En 2008 el gobernador de Chaco pidió públicamente perdón en nombre del Estado al pueblo Toba, en la persona de Doña Melitona Enrique, sobreviviente de l07 años de edad de la masacre de Napalpí.
- La (masacre) de mocovíes de San Javier, Misiones en 1904.
- La (masacre) del pueblo Pilagá en Rincón Bomba, Formosa en 194713. Unos 8.000 trabajadores pilagás, wichis y tobas se habían desplazado hasta el ingenio San Martín del Tabacal de Salta, propiedad de Robustiano Patrón Costa, el candidato presidencial conservador frustrado por el golpe de 1943. Fueron primero estafados, luego intoxicadas, ametralladas y perseguidas por la Gendarmería Nacional para no dejar sobrevivientes. Masacre sacada a la luz mediante investigaciones en 2005.14
(…) focalizar nuestra atención en su situación real. Sus territorios son vendidos y las comunidades expulsadas, tanto en la región sur-andina, patagónica, como chaqueña y misionera. Se otorgan concesiones mineras de alto poder de contaminación tanto superficial como subterráneo. Se entregan explotaciones forestales que alteran el hábitat y la subsistencia misma de estos pueblos.
(…) En materia de ingresos, son poblaciones con casi nula presencia estadística como trabajadores con derechos y con niveles de ocupación temporaria decrecientes.
(…) Un estado de déficit alimentario y situaciones de desnutrición que lastiman la conciencia.
(…) Condiciones ambientales de alta vulnerabilidad, con muy bajo o nulo acceso al agua potable y al saneamiento básico.
(…) En educación, bajísimos niveles de escolarización y retención escolar. Ausencia de esfuerzos oficiales profundos tanto presupuestarios como humanos, en materia de educación intercultural y bilingüe. Maestros al frente de cursos con niñas y niños indígenas monolingües en lengua materna, que enseñan en español. Sin maestros indígenas al frente de grados.
(…) En Salud, tasas de morbimortalidad infantil, materna y adulta que duplican y más las de poblaciones no indígenas. Personal de servicios de salud no capacitado para trabajar en contextos interculturales. Violencia cultural en los centros asistenciales. Ausencia de facilitadores interculturales de las propias comunidades.
(…) La prostitución, explotación infantil y comercio de bebés tienen a los pueblos indígenas como víctimas privilegiadas.
(…) Y podemos seguir. Es decir, un amplio conjunto de acciones ilegales, violatorias de toda legislación y políticas sociales insuficientes que no alteran una situación de enorme violencia social, económica y simbólica. El tema no tiene presencia en la agenda social y política. Las expresiones políticas progresistas casi siempre lo ignoran, integrándose de hecho a la ideología hegemónica. Las principales corrientes historiográficas tampoco le otorgan centralidad.
(…) la posibilidad de una revisión del genocidio indígena en nuestro país, convoca fundamentalmente a un profundo debate ético-político que revise los supuestos mismos de nuestros valores como sociedad y las ataduras o intereses que obstruyen el camino hacia la verdad. 

(…) Doscientos años de historia hacen más que legítimo que los argentinos podamos preguntarnos e interrogarnos sobre nosotros mismos, sobre nuestro propio ADN cultural.


2. e. Desmemoria de La Esperanza, documental.
Idea y fotografía de Xavier Kristautzky - Dirección de Julio Burgardt

Un corto documental sobre las comunidades indígenas utilizadas como mano de obra barata en el Ingenio La Esperanza, de la provincia de Jujuy. El trabajo, detalladamente documentado, rescata una serie de fotografías tomadas por Carlos Brutch, fotógrafo que acompañaba al científico alemán Roberto Lehemann-Nitsche en 1906 en su paso por el ingenio. Esta secuencia de fotografías, en donde los retratados parecen mas víctimas que modelos voluntarios, se complementa con la recuperación del trabajo actual de los descendientes de aquellos primeros trabajadores, en un doble trabajo de demanda y recuperación de la memoria.

https://www.youtube.com/watch?v=vXjMDlWsw3Q



2. f. Extractos de “La burguesía argentina tiene tan sólo un proyecto de sobrevivencia”. Entrevista con el escritor David Viñas, tras la reedición de "Indios, ejército y frontera", 18 de junio del 2003, Néstor Kohan.

(…) Conviene recordar, por ejemplo, que durante los primeros años de la llamada "transición a la democracia", cuando varios intelectuales vernáculos volvían del exilio mexicano renegando de sus fervores marxistas de los '60 y '70 y se abrazaban, entusiastas, arrepentidos y conversos, a las becas socialdemócratas europeas y a los millonarios subsidios de las fundaciones norteamericanas, David Viñas rechazó una beca Guggenheim que le otorgaba más de veinte mil dólares. Cuando le preguntaron las razones de ese "inexplicable" rechazo, teniendo en cuenta que ni siquiera era dueño de su casa y tenía que pagar un alquiler, Viñas apenas susurró el nombre de sus hijos desaparecidos durante la dictadura (María Adelaida y Lorenzo Ismael) y el del escritor Haroldo Conti…
(…) Sus arriesgadas hipótesis marcaron a fuego la crítica nacional. Lo que caracterizó su originalidad fue el descubrimiento de la impregnación política que tiñe la teatralización de la escritura. Una lectura de nuestra literatura entendida como texto único, corrido, donde hablan las clases dominantes y sus intelectuales. La sociedad y los conflictos políticos de una época condensados en la ciudad, entendida a su vez como texto abierto y en disputa.
(…) Siempre coherente con su voluntad de incomodar, de patear el tablero y la complacencia acomodaticia de un medio sumergido -desde 1976 a la fecha- en sospechosos edulcorantes dietéticos, en esta entrevista Viñas hace referencia con nombre y apellido a diversos intelectuales argentinos. Cuando ya nos estábamos despidiendo, le pregunté si mantenía esos nombres en la edición o los quitaba. "Compañero", nos advirtió, "la polémica tiene que ser ad hominem. No se puede polemizar en abstracto y cómo haciéndose el distraído". Esa fue, seguramente, la mejor definición de su labor crítica.
N.K.: ¿Tu libro fue un intento de respuesta a la dictadura?
D.V.: Desde el comienzo está planteada la polémica. Aparecía claro que en 1879 se superponían las dos figuras: el civil y el militar encarnados en el general Roca, responsable del aniquilamiento de 20.000 personas, aproximadamente.
N.K.: ¿Y en 1979, un siglo después?
D.V.: Bueno, entonces los desaparecidos fueron 30.000…La información que recibíamos en el exilio era que los militares estaban matando gente "por la libre". (…)
N.K.: En Indios, ejército y frontera vos planteás como hipótesis que en la historia argentina del siglo XIX se verifica una trayectoria que va desde "la nación romántica" que proponía la generación de 1837 de Sarmiento y Alberdi al "Estado liberal" del general Roca y la generación del '80. También sugerís la idea de una modernización autoritaria. ¿Qué papel jugó allí el Ejército?
D.V.: Totalmente decisivo. Ya lo vemos en Lucio V.Mansilla, que es el discípulo, el máximo de heterodoxia respecto del discurso del poder. Concretamente en su libro Una excursión a los indios ranqueles, que es una polémica implícita pero que se explicita mucho a medida que él se va alejando de Río Cuarto…Mansilla tiene un problema personal que recorre toda su disputa interna al discurso del poder. Pero, el discurso del poder, con todas las inflexiones que pueda tener en términos cronológicos y diacrónicos, las impregnaciones, etc, se va perfilando cada vez más. (…) Pero se va refinando en el pasaje del momento romántico al momento positivista de 1870 y sobre todo 1880.
N.K.: ¿El año 1880 marca la culminación de ese proyecto (político)?
D.V.: Yo creo que sí. Incluso, no nos olvidemos, hay elementos de Roca como ahijado de Sarmiento. Éste lo va levantando a Roca en términos estrictamente profesionales y militares. Roca es un hijo de Sarmiento. El mismo Roca se reconoce explícitamente con esto. Hay una línea, con altibajos zigzagueantes, sí, pero cuyo núcleo, cuyo carozo, sigue siendo cada vez de modo más explícito el componente complementario de una elite suburbana argentina respecto del centro inglés.
N.K.: ¿Ese proceso de emergencia y consolidación del modelo del '80 expresó la conformación en Argentina de una modernización esencialmente autoritaria?
D.V.: Sí, ese fue el proceso, incluso frente al proceso de modernización que implica la campaña al desierto con su eliminación sistemática de los indios…
N.K.: Modernidad que se encuentra hasta en los métodos de represión entonces empleados…
D.V: Por supuesto. Son los métodos de "la civilización" que se definen frente a "la barbarie". Lo que hasta ese momento era "civilización y barbarie" a partir de entonces, en Argentina, se transforma en "civilización o barbarie". ¡Hay que eliminar a esos otros!... en la medida en que no entran dentro de mi retícula de racionalidad (…) En el caso del general Roca la conclusión es sencilla: "Hay que eliminarlos".
N.K.: En tu obra vos planteás que la construcción de un orden nuevo, en lo social, en lo político, en lo cultural, presupuso en la Argentina de 1880 un genocidio. En el siglo XX, más concretamente en 1976, sucedió algo análogo…                                  
 D.V.: Sí, esa podría ser una de las tesis centrales. Dos desapariciones en función de las necesidades de eliminar a todo aquel otro que desbordara las retículas racionalistas del poder.
N.K.: Siempre mediante el Ejército argentino como el protagonista central…
D.V.: Precisamente, en Indios, ejército y frontera se alude al "Dios oculto"… (…) Tendría que haber preguntado en aquel momento, cuando lo escribí, en 1979: "¿Qué aparece junto a lo militar?". Lo que aparece y está presente en un documento fenomenal que envía la Sociedad Rural argentina en el año 1879 pidiendo que avancen sobre las tierras. El primero que firma ese documento es José Martínez de Hoz, de la misma familia del ministro de economía de Videla. Ahí tenés una continuidad de clase, casi paradigmática.
N.K.: Pero en Indios, Ejército y frontera vos planteás la alianza entre el ejército y las oligarquías provinciales…
D.V.: Sí, una alianza en el caso específicamente político. Una alianza que se reproduce hoy en día con los gobernadores de las provincias argentinas con Juárez, la provincia de La Rioja, etc. En tiempos de Roca y la campaña al desierto el gran operador de esas alianzas que acompañaron el genocidio está en la provincia de Córdoba. Es Juárez Celman. (…)
N.K.: ¿Se podría concluir, entonces, que en Argentina el liberalismo no fue la oposición a un pensamiento autoritario sino que fue parte sustancial del proyecto autoritario?
D.V.: Todo eso formaba un mismo paquete en el cual la dimensión represiva se iba desarrollando en forma implícita. Frente a la Campaña al Desierto: ¿quiénes cuestionan esto? Desde la marginalidad del mismo proyecto y la misma clase: los católicos. Sucedió algo análogo a lo que pasa ahora. De pronto se puede coincidir con posiciones católicas frente al liberalismo. Entonces los que se oponen son católicos, curas, misioneros que denuncian el proceso desde una perspectiva totalmente paternalista. Son misioneros dentro de un proyecto que es parte del proyecto liberal. ¡Es la cruz y la espada!.
N.K.: ¿Dónde estaría el paralelo con el genocidio de 1976?
D.V.: Evidentemente en el modo como en 1976 sigue funcionando el Ejército. En el caso del general Roca y la generación de 1880, se trata de alguien que viene del éxito militar: conquistador del desierto y conquistador de la ciudad de Buenos Aires por parte de un provinciano.


2. g. Mapas y narrativas de desplazamiento. Memorias mapuche-tehuelche sobre el sometimiento estatal en Norpatagonia.
Ana Ramos y Walter Delrio


Ana Ramos, Investigadora del Consejo Nacional de Ivestigaciones Científicas y Tecnológicas CONICET Profesora de la Universidad Nacional de Río Negro. Licenciada en Cs. Antropológicas por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Magister en Análisis del Discurso (UBA) y Doctora en Antropología (UBA).
Walter Delrio,  Investigador del Consejo Nacional de Ivestigaciones Científicas y Tecnològicas CONICET, Profesor de la Universidad Nacional de Río Negro. Licenciado en Historia por la Antropológicas por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Magíster en Etnohistoria por la Universidad de Chile, Doctor en Antropología (UBA).
http://www.uel.br/revistas/uel/index.php/antiteses/article/view/10701

https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/58296

(…) Las narraciones sobre el pasado, especialmente aquellas que refieren a las experiencias de persecución y sometimiento estatal de la generación de los “abuelos”, constituyen no solo una versión desde el presente sobre aquellos procesos ocurridos en las décadas de 1870 a 1890, sino que reponen marcos de interpretación en contextos de desplazamiento. Estas constituyen un elemento fundamental tanto para la reconstrucción historiográfica de dichos procesos como también para el reconocimiento actual de diferentes modos de construcción y relación social con el espacio.

(…) “Allí donde el mapa corta, el relato atraviesa” (De Certeau 2000: 140).

(…) Los autores que han planteado que la historia se escribe en el paisaje, han subrayado el hecho de que el paisaje no sólo evoca memoria sino que también la produce, siendo en sí mismo memoria (RAPPAPORT, 1989; SANTOS GRANERO, 1998).

 (…) ubicamos la fuerza política de la memoria sobre el territorio en un momento preciso de articulación entre pasado y presente. Aquel en el cual, las trayectorias sociales de los grupos y las personas, y los contextos de lucha del presente, iluminan de un modo particular ciertas imágenes del pasado, retransmitidas generacionalmente, precisas, y parcialmente autónomas. En determinados contextos, imágenes aparentemente dispersas –transmitidas en cuentos, cantos sagrados, partes de rituales, nombres de lugares, relatos históricos-- operan como índices de nuevas conexiones y asociaciones con otras imágenes del pasado y del presente. Por lo tanto, la política no es aquí una invención de la memoria sino una reconexión contextual de imágenes heredadas, es el momento preciso de la articulación entre pasado y presente en el que las imágenes del pasado se reconectan y articulan en un marco de intepretación histórico culturalmente significativo para las coyunturas del presente.

 (…) Estas historias no hablan de mojones y límites sino de movilidades, relaciones sociales y conexiones entre lugares. Esto es, de concentraciones, deportaciones, separación de grupos y expropiaciones sistemáticas que a lo largo del tiempo han enmarcado las relaciones entre la población originaria y el estado.

(…) estas narrativas no congelan la historia en un orden mítico, sino que incorporan la experiencia de la dominación. En este sentido, las representaciones de territorialidad conectan imágenes en el marco histórico más amplio del movimiento, específicamente, de los desplazamientos impuestos por los estados nacionales.

(…) Es precisamente en este desplazamiento donde se producen los marcos de interpretación en los que se funda un tipo de conciencia histórica sobre el pasado y sobre el territorio.

(…) han sido los momentos de crisis –persecuciones de los ejércitos, traslados de personas, campos de concentración y pérdida de seres queridos—los que modalizaron y produjeron las conexiones entre eventos que hoy perduran como memorias sobre el territorio.

(…) Estos modos de ver y estar en el mundo –de habitar y sentir el entorno—han ido cambiando, entonces, a través del tiempo y de formas diferentes según las experiencias de los grupos, familias y personas. Los marcos de pensamiento, conocimientos y valores sobre el pasado no siempre han sido los mismos y tampoco han focalizado siempre en los mismos acontecimientos. Sin embargo, pensadas como reconstrucciones de las experiencias pasadas y presentes, todas estas ontologías han sido igualmente verdaderas.

(…) En pocas palabras, el presente –en tanto contexto de iluminación sobre los eventos del pasado—es el que conecta las imágenes heredadas, los fragmentos de experiencias pasadas y determinadas narrativas poéticas con centro en el espacio como el escenario de las disputas. Pero estas imágenes, fragmentos y narrativas han sido transmitidos de generación en generación, incluso cuando sus sentidos no siempre hayan sido igualmente conectados y comprendidos. Esta autonomía parcial es, según entendemos, la fuerza política de la tradición en la que algunos autores han hecho hincapié (KOHN, 2002).

(…) Siguiendo algunas líneas de pensamiento deleuziano, notamos que las definiciones hegemónicas suelen generar puntos estáticos de repetición y reproducción, es decir calcos estructurados por la cienciaverdad, pero articulados y amplificados por meta-instituciones (con carga política) […] Es así que ‘el calco ha organizado, estabilizado, neutralizado las multiplicidades según sus propios ejes de significación […] y cuando cree reproducir otra cosa ya solo se reproduce a sí mismo. Por eso es tan peligroso, inyecta redundancias y las propaga.’ (DELEUZE; GUATTARI, 1997, p. 18-19 apud PAPAZIAN 2008, p. 6).
  
(…) nos centraremos en aquellas representaciones de territorialidad que cuestionan las nociones estáticas del espacio, sus mojones y sus límites para introducir el afecto y el apego hacia el territorio en un proceso histórico más amplio y de múltiples trayectorias de movimiento.

(…) Incluimos en las memorias del desplazamiento narrativas que pueden corresponder a distintos periodos históricos entre las décadas de 1870 y 1890. Algunas son contextualizadas en los años en que los grupos huían de los ejércitos nacionales – argentino y chileno— y otras remiten a los años de los campos de concentración, cuando los protagonistas de los relatos –generalmente mujeres—lograban escapar de allí o cuando, hacia fines de los ’90, éstos fueron levantados (después de aproximadamente diez años de funcionamiento).

(…) es el resultado histórico de un cruzamiento de movilidades, de las operaciones que lo orientan y lo circunstancian. Las montañas, los ríos, los mallines, las pampas o los trazos de caminos definidos como demarcadores de límites étnicos o de propiedades privadas en estos mapas se transforman en el espacio de una territorialidad específica por la intervención de quienes los caminaron, cruzaron o acamparon.

(…) Las segundas geografías de acciones son reconstruidas a través de las memorias del regreso. Aquellas historias que cuentan –aun cuando no lo hagan literalmente— el recorrido de ciertas personas –generalmente mujeres—, desde los campos de concentración en los que estuvieron detenidas hasta el momento en que se encuentran con un grupo al que se reconoce como parientes. De los lugares donde “los mataban a todos” hasta “el poblado” o “la casa”.

(…) Aún cuando en estas historias el énfasis también está puesto en la reestructuración de los grupos, suelen ser denominadas como “historias tristes” (la expresión “mi abuelita sabía llorar cuando contaba” devino en la fórmula que actualiza el sentimiento de tristeza que motivaba y motiva tanto contar como callar estos relatos).


2. h.Trofeos de guerra. Restos humanos en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata/ Por Daniel Badenes


“La diferencia entre este museo y la ESMA es que acá quedó todo registrado”,(…) En ese mismo sitio restringido al público del prestigioso Museo de Ciencias Naturales, (…) estuvieron cautivos aborígenes capturados durante la conquista de aquello que Julio Argentino Roca llamaba “el desierto”, en la operación militar que significó el primer genocidio perpetrado por el Estado argentino.

Aún yacen ahí, entre cajones de madera arrumbados en sucios depósitos, los restos de caciques reclamados por sus comunidades de origen, entre unas diez mil “piezas” humanas que el museo platense cuenta entre su patrimonio.

(…) Todo está publicado, hay documentos públicos”, advierte con razón el antropólogo y documentalista Cristian Jure: los catálogos de la Sección Antropología de principios del siglo XX son una escalofriante confesión de partes. Un número, un nombre, la forma de muerte.

Esqueleto 1769, “Petizo”, toba, Resistencia (Chaco), fusilado en 1886 por orden del coronel Obligado, Colección Spegazzini.

Esqueleto 1786, “Michel”, indio araucano (masculino), Corpen Aiken (territorio de Santa Cruz), muerto en 1888 por expedición del Museo.

Esqueleto 1837, “Sam Slick”, asesinado en Rawson, Chubut. Desenterrado por el doctor F. P. Moreno, viaje 1876-1877.

El inventario publicado en 1910 llega al número 5581 e incluye esqueletos, cráneos, cueros cabelludos, cerebros, mascarillas mortuorias, huesos sueltos, cadáveres disecados. “Un gran cúmulo tiene como origen las colecciones fundadoras. Moreno era un coleccionista de cráneos: a los 20 años tiene 300 en un museíto en su casa, a los 23 tiene 700, y cuando inaugura el Museo de La Plata ya tiene una colección de 1000 cráneos” (…) Unas trescientas calaveras, por ejemplo, llegaron de la mano de Estanislao Severo Zeballos. (…) Fue el ideólogo, el apoyo intelectual, quien justifica la campaña del desierto”, precisa Jure, actual coordinador de la Unidad de Medios Audiovisuales del Museo. Zeballos fue quien redactó La conquista de 15.000 leguas, por encargo del general Roca, que negociaba el financiamiento de su ofensiva (…) “La Barbarie está maldita y no quedarán en el desierto ni los despojos de sus muertos”, informó unos años después. (…)

(…) el Museo de La Plata no era sólo un lugar de ciencia. Era, ante todo, una institución política, con el objetivo de forjar un imaginario social en sintonía con las necesidades del Estado nacional en formación. “El problema político era fundamentar que la Patagonia era Argentina. Por eso las primeras colecciones fundadoras del Museo y los indígenas que son expuestos son todos de la Patagonia”, (…).

(…) En 1890 Moreno se jactaba de haber formado “la serie antropológica patagónica más importante que existe”, una colección que iba “desde el hombre testigo de la época glacial hasta el indio últimamente vencido”. Más aún: “tenemos ya en el Museo representantes vivos de las razas más inferiores (...)

(…) Para los vencidos no había otra opción que el sometimiento. Miles fueron prisioneros en el Tigre o en la Isla Martín García, masacrados por la tortura, las balas, el hambre o epidemias desconocidas. Otros, obligados a realizar tareas militares, o explotados en cañaverales del Norte. Parecía no regir la abolición de la esclavitud sancionada en 1813. Las familias de la elite elegían sirvientas entre las mujeres y sacaban chicos de los brazos de sus madres para regalarlos.

(…) En 1886 Moreno gestionó un nuevo sitio para los caciques: el Museo de La Plata.

(…) fueron recluidos en el edificio del Bosque platense el cacique Inacayal y su mujer, Tafá (…) Inacayal, en cambio, se negó a resignar su identidad y siguió en cautiverio. Fue fotografiado, estudiado, utilizado como sirviente y expuesto a los curiosos nacionales y extranjeros. (…) La seguidilla de muertes ocurridas en 1887 deja un manto de dudas sobre lo ocurrido con el grupo de Inacayal. (…) El 2 de octubre, la mujer de Inacayal. El 10, la mayor del grupo, Tafá. Varios diarios se hicieron eco de los fallecimientos. (…) Inacayal vivió un año más y sobre su final se han escrito relatos grandilocuentes, originados en cierto ritual que habría hecho antes de morir, quitándose los “ropajes cristianos”. (…) todos coinciden en que murió el 24 de septiembre de 1888 y de inmediato su esqueleto descarnado, su cerebro y su cabello fueron incorporados a la macabra colección de los “últimamente vencidos”.

(…) El Museo tuvo cautivos a indígenas vivos hasta septiembre de 1894, cuando murió el joven yamana Maish Kenzis, que lleva más de un siglo en una vitrina. (…) el botín humano de las campañas al desierto siguió en el Museo hasta nuestros días. Al cierre de esta edición, el Museo aún mostraba el esqueleto de Maish Kenzis en su sala de Antropología Física y a una momia de Tiahuanaco, entre algunos otros restos.

El primer pedido a la institución platense, que no prosperó, fue de un historiador que pretendía trasladar los jefes aborígenes a Trenque Lauquen. Recién en 1988 apareció un reclamo indígena por esa deuda histórica: el Centro Indio Mapuche Tehuelche de Chubut pidió la devolución de Inacayal. Así se abrió un debate donde, a un siglo de la muerte del cacique, primó entre los académicos la idea de “defender el patrimonio” de la institución. Hasta el Consejo Superior, órgano máximo de la Universidad, denegó la petición. Pero la publicidad del tema derivó en el impulso a una ley para forzar su retorno. Recién en abril de 1994 los restos de Inacayal fueron trasladados al valle de Tecka, en medio de actos protocolares, rituales indígenas y discursos políticos en cada parada.

Ese mismo año, la reforma constitucional introdujo un gesto significativo al reconocer la “preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas”, lo que promovió una nueva legislación. A fines de 2001, el Congreso estableció que “los restos mortales de aborígenes, cualquiera fuera su característica étnica, que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas, deberán ser puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de pertenencia que lo reclamen”. La norma, que aún no se reglamentó pero es una referencia fuerte para las demandas, evitaría el trámite de sancionar leyes individuales para cada caso, como ocurrió hasta ahora.

(…) El 22 de junio, también por obligación, la institución del Bosque restituyó los restos de Panquitruz Güor (Mariano Rosas, ver recuadro) a la localidad pampeana de Leuvucó. Mientras le rendían homenaje, con su cráneo envuelto por la bandera del pueblo ranquel, una representante del Consejo de Lonkos advirtió: “la verdadera lucha no se termina, porque los demás hermanos que quedan acá pronto van a ser recuperados  para que todos puedan descansar en paz”.

(…) Mientras tanto, el Museo ya recibió pedidos por los restos de Chipitruz, Indio Brujo, Gherenal y Calfucurá. Este último, acaso por su relevancia, tiene cuatro reclamantes, en cuya conciliación trabaja el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas.

Entre los miles de restos humanos “coleccionados” en La Plata hay alrededor de treinta con datos identificatorios –nombres, fechas, tribus–, incluyendo tobas, tehuelches, araucanos, un mataco, un ona, la india alacaluf y un yamana (…).

(…) “Cuando hicieron la sala de Etnografía, la iban a llamar Encuentro de Culturas”, evoca y cuestiona Kriscautzky: “En realidad es una cultura que está exhibiendo a otras. Aquí no hubo otras culturas opinando sobre cómo exponer sus ideas. Sólo se buscó que la sala quede lo más linda posible mostrando hachitas, flechitas... Al no participar las culturas vivientes en cómo contar su propia historia, para mí sigue siendo una falta de respeto”.

 “Nos tendrían que restituir la tierra. No la van a restituir. Entonces por lo menos que nos restituyan la identidad de nuestros mayores, con el mismo respeto que fueron repatriados los restos de San Martín y de Rosas”.

“Hay una reivindicación histórica y un uso magnífico del conflicto”, aprueba Jure: “El gran reclamo siempre de las comunidades indígenas es el territorio. Reclamar los restos, más allá de toda la legitimidad del reclamo como tal, implica decir: tráiganlo acá, porque el lugar donde lo van a enterrar es nuestro”.

(…). Se llamó desierto al territorio ajeno, excavación científica a las profanaciones de tumbas y campaña a un verdadero genocidio.

Julio Argentino Roca fue el máximo responsable de la conquista del Sur, en lo que llamó campañas del desierto, ofensivas político-militares sobre territorios pampeanos y patagónicos que se desarrollaron entre 1878 y 1885. Para organizar la Argentina, pensaba, había que “concluir con los indios”.

“El éxito más brillante acaba de coronar esta expedición dejando así libres para siempre del dominio del indio esos vastísimos territorios que se presentan ahora llenos de deslumbradoras promesas al inmigrante y al capital extranjero”, anunció con orgullo al congreso al concluir su plan, por cuyo “éxito” ascendió de Ministro de Guerra a Presidente durante dos mandatos. Entre los militares e ideólogos de esa conquista, el triunfo también se retribuía con grandes tierras, colecciones de objetos de valor y cráneos tomados como botín de guerra, además de los beneficios del trabajo esclavo de los vencidos.

Los “indios” que no aceptaban subordinarse eran aniquilados, mientras que los “amigos” eran deportados y recluidos en reservas miserables.

“Estos son los primeros desaparecidos de la Argentina: Inacayal, su gente y los 20.000 muertos en el genocidio de las campañas al Sur y al Chaco”, (…)

No es el único que plantea una analogía entre aquel entonces y la última dictadura. Kriscautzky identifica la ESMA con el Museo de La Plata, en alusión al cautiverio de indígenas en tiempos de Moreno.

En mayo pasado Xavier Kriscautzky presentó en unas jornadas realizadas en la Biblioteca Nacional un impactante audiovisual surgido de la exploración de su propia área de trabajo, el archivo fotográfico del Museo de Ciencias Naturales. Titulado “Desmemoria de La Esperanza, 1906-2006”, contrapone imágenes de un ingenio tucumano en dos momentos separados por un siglo. Las primeras, tomadas sin consentimiento y recuperadas en el húmedo subsuelo de la institución platense, dan cuenta de la mirada que algunos científicos locales tenían sobre los aborígenes a comienzos del siglo XX. Las segundas, producidas por el propio Kriscautzky, denuncian la pobreza de los descendientes de aquellos y los olvidos respecto a sus orígenes.


2. i. “Fazedores de desertos: guerra, espaço e linguagem na América Latina”, Profesor Javier Uriarte, del Departamento de Lengua y Literatura Hispánica, de la Stony Brook University (SBU) de NuevaYork (EUA)


Portal Unicamp - O senhor vai abordar no minicurso que será oferecido na Unicamp a relação entre guerras e modernização por meio da literatura? Por favor, explique o título “Fazedores de desertos: guerra, espaço e linguagem na América Latina”.
O título foi inspirado na obra homônima de Euclides da Cunha, o ensaio “Fazedores de desertos”, e o intuito foi mostrar como a ideia do “deserto” não se refere unicamente a uma realidade geográfica objetiva, mas que o deserto também é uma criação dos processos modernizadores na América Latina. Ou seja, em muitos países, os intelectuais e as elites governantes, durante o século XIX, falavam que existiam “desertos”, espaços desconhecidos, misteriosos, ameaçadores, onde o poder do Estado não conseguia se impor completamente, espaços que permaneciam além do controle e do olhar do Estado. No Brasil o sertão foi lido desse modo (também o foi a Amazônia, que é descrita como um “deserto” em muitos textos literários, o que poderia ser surpreendente). Mas, na verdade, os Estados utilizaram a guerra como forma de conquista e de apropriação desses espaços, e a guerra “contra os desertos” foi na verdade uma forma de criar novos desertos, de criar vazios novos, através do extermínio das populações indígenas, do genocídio paraguaio na Guerra do Paraguai (1864-1870), da desaparição do gaúcho na Argentina e no Uruguai, ou do massacre dos camponeses e sertanejos na Guerra de Canudos (1897), no Brasil.