2- Genocidio Indígena


2. a. Exterminio del pueblo originario, por Historiador Argentino 

La próspera economía de fines del siglo XIX implicó la conquista de los territorios de la Patagonia, que estaban ocupados por poblaciones que fueron convertidas en víctimas del proceso de modernización del país: la llamada "Conquista del desierto".  


2. b. Extractos del artículo “Genocidio de pueblos originarios” Claudia Salomón Tarquini, Historiadora. UNLPam-Conicet 
http://www.laarena.com.ar/caldenia-genocidio_de_pueblos_originarios_-45660-1.html

  (...) Durante la denominada Campaña del Desierto se procedió a aplicar desde el Estado argentino un proceso genocida contra los pueblos originarios. Fundamentos para entender una práctica que tiene su continuidad.
El artículo 2° de la Convención de las Naciones Unidas para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, sancionada en 1948 establece que "se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional étnico, racial o religioso como tal: a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado por fuerza de niños de un grupo a otro grupo." (…) Así, toda la maquinaria estatal se puso a disposición de eliminar -aunque no físicamente a la totalidad de la población- a las sociedades indígenas como tales.
(...) La más conocida de estas prácticas (genocidas) es por supuesto el exterminio físico. Entre mayo y diciembre de 1878 el ejército comandado por Julio A. Roca realizó 23 expediciones, en las que fueron ultimadas 398 personas, se tomaron prisioneros 901 lanceros y 3.668 miembros de sus familias. Meses después, durante 1879 fueron asesinados 1.313 lanceros, y tomados prisioneros más de 10.000 indígenas entre hombres, mujeres, niños y ancianos. En estas cifras no se incluyen los que fueron asesinados en persecuciones, muertos por hambre en el mismo territorio, o diezmados por las epidemias de viruela, que hicieron estragos entre la población nativa.
(…) el encierro en campos de concentración y fusilamientos también fue una práctica tristemente habitual en este contexto: los ranqueles recuerdan en particular la masacre de Pozo del Cuadril, en Villa Mercedes, ocurrida en octubre de 1878, cuando un grupo de lanceros fue a buscar las provisiones prometidas por un tratado de paz firmado meses antes. En esa ocasión, entre 50 ó 60 ranqueles fueron encerrados en un corral y fusilados a sangre fría, en un episodio que la prensa nacional resaltó escandalizada.
(...) El campo de concentración más conocido fue el de la Isla Martín García. (…) se proseguía con el desmembramiento de familias completas: los hombres adultos podían ser enviados a las distantes zafras azucarera, yerbatera y algodonera, o eran incorporados a la policía, el ejército y la marina. (…) la presencia de pampas y ranqueles en los ingenios azucareros de Tucumán implicaba el trabajo en condiciones de esclavitud y el cambio de nombres, así como la represión de sus prácticas culturales. A su vez, los niños y mujeres eran distribuidos al servicio doméstico urbano de familias acomodadas de Córdoba y Buenos Aires.
(…) fue común la supresión de los nombres indígenas y la clasificación de los nativos sobrevivientes y sus descendientes como "argentinos" en dos ocasiones de fundamental importancia: al bautizarlos, cuando se les imponía un nombre y apellido distinto en sustitución del original; y en los recuentos censales, considerándolos incluidos dentro la categoría argentino nativo. Este último procedimiento, sumado a un discurso que destacó la importancia efectiva del aporte inmigratorio, contribuyó a enmascarar la significación de la población de origen indígena, invisibilizando a sus miembros.
(…) la expropiación de sus tierras y la denegación sistemática a entregarles otras, era parte de una política que pretendía desconocer todo tipo de liderazgo indígena previo a 1878, y a la vez impedir que esta población se asentara en forma concentrada en determinados lugares (…) Eduardo Pico sostenía en 1896, (…) El aislamiento de su casta borraría inmediatamente las nociones de vida ordenada que han adquirido evitando las tendencias de sus espíritus salvajes. Las tribus no pueden, no deben existir dentro del orden nacional. Las que tubieron [sic] su asiento en este territorio se encuentran también dispersas diseminadas en los departamentos los individuos que las componían, allí viven felices, entregados a las faenas de campo amparados como los demás ciudadanos por las leyes protectoras de la Nación y divorciados por completo de la autoridad de los caciques sus antiguos gefes [sic]. /.../ la práctica ha demostrado lo perjudicial que son á los vecindarios las agrupaciones de indígenas, tanto en lo que se relaciona á sus intereses, cuanto en lo que concierne a sus costumbres y moralidad" (…)
(...) Detrás del discurso del "progreso" y de la Argentina como "granero del mundo" estaban los exterminios, las familias desmembradas, los grupos dispersados.
(…) otra de las prácticas habituales, y cuyos efectos continúan hasta la actualidad, fue la desvalorización de las prácticas culturales de los vencidos. Frente a éstas, se subrayó el carácter positivo de las que portarían los inmigrantes extranjeros, y la población indígena fue asociada a la haraganería y al consumo excesivo de alcohol.
(...) Matanzas como la de Pozo del Cuadril u otras similares de las últimas décadas del siglo XIX no fueron las últimas realizadas contra pueblos originarios en Argentina. (…) 1924 tuvo lugar la masacre de Napalpí, contra tobas y mocovíes, en el Territorio Nacional del Chaco, bajo la presidencia de Marcelo T. de Alvear, (…) 1947 la matanza de La Bomba, contra los pilagá en el Territorio Nacional de Formosa, durante la presidencia de Juan Domingo Perón. Esta última se inició con el fusilamiento de cientos de personas por parte de Gendarmería Nacional, y las persecuciones de sobrevivientes para rematarlos se prolongaron por diez días. (...) Hasta la actualidad, se desconoce el número de víctimas, aunque se estima en varios centenares. (…) son ejemplos de una larga lista de los procesos sociales genocidas instrumentados sistemáticamente contra los pueblos originarios con el objetivo de que nada perturbara la homogeneización social y la explotación laboral. (…) el exterminio físico es una etapa del proceso genocida que para ser legitimada debe ser precedida por construcciones discursivas que nieguen condiciones de humanidad al otro, lo hostiguen, lo aíslen y finalmente justifiquen el ataque contra ellos.
(…) la persistencia de esta negación, que siguió siendo aceptada por buena parte de la sociedad argentina -especialmente la que miraba a Europa como modelo a seguir-, y es recreada cada vez que quien no es indígena se arroga el derecho de poner límites y establecer quién es indígena y quién no lo es, habla de "indios inventados", o resta legitimidad a sus reclamos. Cada vez que alguien se identifica como indígena en Argentina y otros le niegan su derecho a hacerlo argumentando que los indígenas fueron exterminados, que en todo caso son "descendientes" pero no "verdaderos indígenas", las prácticas genocidas vuelven a mostrar su prolongada eficacia.


2. c. Extractos del libro "Algunas observaciones sobre la llamada “cuestión de los indios” y el genocidio en los tiempos de Roca".

 Diana Lenton, Doctora en Ciencias Antropológicas, docente de la Universidad de Buenos Aires e Investigadora Adjunta de CONICET. Este trabajo está en deuda con el estímulo cariñoso del maestro Osvaldo Bayer, para que se convirtiera en artículo impreso, y será parte de una próxima publicación en su serie La Crueldad Argentina, editada por el Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires. http://cpm.chaco.gov.ar/contenidos/contenidos/porlashuellasdelniandu/word/escritos/lenton_sobre_roca.pdf 

(...) Los estados nacionales que se constituyeron en América tras las guerras de la Independencia buscaron homogeneizar, es decir, forzar una cierta uniformidad cultural, social y biológica que se creía necesaria para garantizar la “unidad nacional”. Uno de los mecanismos por los cuales el estado o los sectores hegemónicos buscaron forzar dicha uniformidad –mecanismos que van en desmedro no sólo de los pueblos que han sido víctimas directas del saqueo cultural sino de toda la ciudadanía argentina, por el empobrecimiento que representa y porque se ha privado a las generaciones futuras del derecho a vivir en la diversidad- ha sido la destrucción de los elementos que las elites intelectuales consideraron inferiores. En algunos momentos de nuestra historia, dicha destrucción se ha visto asociada al genocidio. “Se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo”
(...) Nos interesa evaluar y argumentar la aplicabilidad del concepto de genocidio a las “acciones contra los indios” emprendidas por las milicias nacionales, y las decisiones políticas que se tomaron respecto de la población sobreviviente.
(...) El término “frontera” se utilizaba y se utiliza también con connotaciones de “territorio ideológico”, al pretenderse como límite entre la civilización y la barbarie. Esta acepción fue relativizada en su momento por el propio Sarmiento; sin embargo, goza –o padece- de gran difusión popular. (...) El famoso tratado de paz incentivado por Lucio V. Mansilla en su “Excursión a los Indios Ranqueles” fue firmado en 1872 entre los caciques Rankülche Manuel Baigorria y Yanquetruz por una parte, y el Estado nacional representado por el General Arredondo por la otra. Este tratado es un ejemplo de aquellos hechos “para ser violados”.
(...) Puede decirse que los únicos pactos que no violó el Estado en esta cuestión fueron los que mantuvo con los terratenientes y los financistas.
(…) el ministro Julio A. Roca sugería por carta en 1878, al gobernador tucumano Domingo Martínez Muñecas, “que se remplazen [sic] los indios olgazanes [sic] y estúpidos que la provincia se ve obligada a traer desde el Chaco, por los Pampas y Ranqueles”, que él mismo le enviaría, a cambio de apoyo político para la futura campaña presidencial. Inmediatamente recibió la respuesta de una decena de los principales empresarios azucareros solicitándole 500 indígenas con o sin familia que fueron rápidamente remitidos a Tucumán, donde la mentada baja “productividad” de los peones pampas era compensada por su bajo costo. Así, los ingenios tucumanos se convirtieron en el destino de miles de prisioneros tomados durante las campañas militares de conquista de la Pampa y la Patagonia, y del Chaco.
(...) secretario privado y fiel defensor del presidente Roca, recordaba en sus memorias, escritas muchos años después en París, que “La curiosidad del vecindario de Buenos Aires era atraída a diario por los convoyes de indios prisioneros que cruzaban las calles de la ciudad rumbo a los cuarteles o a la Isla de Martín García: caciques, capitanejos, centenares de indios de lanza y de chusma…”.
(...) En 1879, el teniente Francisco Barbará argumentaba: “Más de diez mil indios de ambos sexos han sido capturados por las fuerzas nacionales desde 1875 hasta el presente. Su mayor parte ha sido distribuida en esta Capital y en algunas provincias”.
(...) Lo verdaderamente anacrónico, entonces, es justificar hoy, por la exaltación exitista de sus efectos, un proceso histórico que fuera cuestionado desde la ética en el mismo momento en que se producía.
(…) el 8/11/1878, un contingente de “guerreros ranquelinos” se dirigió a Villa Mercedes de San Luis a cobrar las raciones estipuladas en el pacto. Debían retirar también elementos para labranza, sueldos para los principales caciques, ganado en pie, etc. Iban en son de paz, acompañados de sus mujeres e hijos, y entre ellos iba en carácter de enviado plenipotenciario, José Gregorio Yancamil, sobrino de Epumer. (...) A una legua de Villa Mercedes, en Pozo del Cuadril, donde existía un retén militar de avanzada, son encerrados por las tropas, separados y fusilados. Casi la totalidad de los sobrevivientes quedan malamente heridos. Entre ellos, niños y mujeres. Yancamil queda prisionero y reponiéndose de sus heridas, mientras que las familias integran luego un contingente de prisioneros que son llevados a la zafra tucumana, entre ellos la mujer de Yancamil y sus dos hijitas. Ninguno de los ranqueles enviados a Tucumán regresó...”.
(...) La guerra permitió a aquellos empresarios azucareros contactados por el ministro Roca proveerse de numerosos contingentes de mano de obra forzada; permitió a personas influyentes y no tanto, proveerse de personal doméstico, o de peones en sus estancias, siempre en carácter forzado.
(...) No sólo “liberó” los ricos territorios indios transformándolos en desiertos o en “tierra vacante”, (...)  dando lugar al enriquecimiento de terratenientes, políticos e intermediarios. Además, como en toda guerra, generó un circuito mercantil relacionado con las provisiones a los soldados, las raciones y prendas para los indios, el traslado de prisioneros y cautivos, la trata de blancas, la circulación de armamento, todo sumido en un nivel de corrupción que fue tempranamente denunciado por los contemporáneos.
(…) la característica de los crímenes de lesa humanidad es que la persona asesinada no cuenta como tal, pues la acción criminal va dirigida contra una “víctima colectiva”. Más estrictamente, según algunos enfoques, se considera crimen de lesa humanidad únicamente a los que cumplan con la definición anterior y hayan sido cometidos por un agente del Estado en cumplimiento de una acción gubernamental.
(…) La Nación denunciaba el 17/11/1878 que el coronel Olascoaga (futuro Gobernador del territorio de Neuquén, y por el momento protagonista de la lucha de fronteras en el norte santiagueño) “en cambio de unos chinitos que pudo tomar dejó que los indios pasaran a degüello a los 30 guardias nacionales que llevaba (...) abandonándoles a la saña y el espíritu de venganza de los indios que se encontraron sin sus mujeres e hijos”.  (...) Este testimonio se dirigía más a reprochar la falta de lealtad del coronel hacia su tropa que a evaluar la apropiación de los “chinitos” que en 1878 parecía corresponder a la lógica de la guerra (…)
(…) me interesa plantear aquí la hipótesis de que durante la primera administración de Roca, el reparto de indígenas prisioneros iba más allá de una consideración economicista acerca de la forma de amortizar la acción militar, para tratarse de una acción de carácter propiamente político dirigida a exhibir el poder del estado sobre los cuerpos en toda su magnitud. El traslado de los indios prisioneros constituyó no sólo una medida de disciplinamiento concreto sobre ellos mismos, sino una manifestación del nuevo orden de cosas ante la sociedad no-indígena y especialmente ante los indígenas que quedaron en el sur o en el norte del país, que no sin resistencia veían partir a contingentes de los suyos con destino desconocido.
(…) la demanda de individuos indígenas para cubrir plazas del ejército iba en aumento, por la deserción imparable de los soldados. Por lo tanto, el envío de los indígenas a Buenos Aires para ser repartidos priorizaba, además de las entendibles deseos de propaganda, las consideraciones “disciplinarias” –y la desestructuración de las comunidades como estrategia política- por sobre las aludidas razones económicas.
(…) la lectura de fuentes de origen militar sugiere que la toma de prisioneros de “chusma” –y sus propiedades- parecía ser en muchos casos el principal objetivo (...) en este orden ataqué las tolderías haciéndoles una persecusión a los que huían (...), donde hice alto por serme imposible continuar más adelante por el mal estado de la caballada, (...) habiendo dado por resultado la toma de veinte y ocho de chusma, diez y siete muertos, trescientas y tantas cabezas de ganado vacuno, quinientos y pico entre caballos y yeguas y (...) mil trescientas ovejas, que quedaron en mi poder; (...) la toldería se había concluido”..
(...) En algunos casos, la chusma era tomada “en calidad de rehenes”, aunque por lo general pareció obedecer al propósito de vaciar el territorio.
(…) los lugares de repartimiento de los miles de indios sometidos –mediados por las largas y durísimas travesías desde la frontera, donde muchos encontraban la muerte- se convirtieron en el sitio donde se consumó el genocidio. En Martín García y a lo largo del Río Negro se crearon campos de concentración de prisioneros indígenas, previos a su traslado. (...) la descripción de uno de estos asentamientos en Valcheta, sus hambrunas, sus cercos perimetrales y su férrea vigilancia. En los primeros años de la década de 1880 existió la iniciativa -realizada a medias de trasladar a todos los indígenas de la región a un único campo en Valcheta. La gente de Sayhueque, Inacayal, Foyel y Chiquichano fue concentrada en torno al fuerte levantado a orillas del Chimehuin, cerca de Junín de los Andes, previamente a su traslado a pie hasta Carmen de Patagones.
(...) Los campos de concentración de indígenas podrían haber constituido un espacio donde se exhibieran las técnicas y tópicos de la sociedad disciplinaria. Sin embargo, exceptuando a los registros de los salesianos, no tenemos conocimiento de las prácticas exhaustivas de individualización, registro y documentación que eran comunes en otras instituciones estatales tales como comisarías, prisiones, regimientos. Esto sugiere que estos campos pretendían hallarse en los márgenes de lo social, ya que el destino previsto para su población era su desaparición.
(...) En casos como éste el silencio –la falta de información sobre el destino de los individuos- es parte de la política de disciplinamiento, aumentando la vulnerabilidad e indefensión del sector victimizado para favorecer en cambio la percepción del poder omnímodo del estado.
(...) La centralidad de Martín García en la ruta del repartimiento es un dato que surge de las fuentes literarias, parlamentarias y periodísticas de la época. El asilo en Martín García era el paso previo a la redistribución definitiva de los prisioneros, aunque a veces se constituía en su destino final, especialmente para los ancianos y enfermos que no eran requeridos para el trabajo.
(...) Para fines de 1879 la cantidad de “alojados” en Martín García era tan grande que la ciudad de Buenos Aires debió recurrir a los cuarteles de Palermo y Retiro y al corralón municipal del Once. (…) la presión del vecindario porteño “horrorizado” por los cortejos harapientos la que decidió el traslado a Martín García de quienes en primera instancia habrían sido destinados al Retiro.
(...) La biopolítica del estado roquista se concentró en la disposición de los cuerpos de los indígenas sometidos sin descuidar la regulación de su capacidad reproductiva: incluyendo la separación de mujeres y varones y la apropiación de los niños. Estas acciones apuntaron a lo que hoy ya no puede desconocerse como un plan genocida sistemático. La ausencia de registros sobre los derroteros individuales, sumada al reemplazo de los nombres nativos, el arrebato de los menores y su “adopción” –en variadas condiciones- por las familias criollas apropiadoras, los permanentes traslados y otras prácticas que dieron en dificultar el reconocimiento y la memoria colectiva, terminan de definir el carácter de “poder desaparecedor” asumido por el estado y sus agentes durante el período de “organización nacional”. (...) Decimos entonces que se trata de un genocidio porque se cumple con la definición de la ONU anteriormente citada, en todas sus partes.
(...) Afirmar el genocidio no implica negar la supervivencia de los pueblos. El proyecto genocida no se define por su éxito, sino por su intencionalidad. Julio A. Roca alardeaba en un discurso ante la Asamblea Legislativa, el 6/5/1884: “No cruza un solo indio por las extensas pampas donde tenían sus asientos numerosas tribus…”. (...) En la década de 1820, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Martín Rodríguez, manifestaba públicamente la intención de su gobierno de “exterminar” primero a los “indios nómades”, siguiendo luego con los “indios amigos”.
(...) Afirmar el genocidio no significa tampoco negar el mestizaje, sino reconocer en el mismo la cuota que lo hace partícipe como herramienta del genocidio, en la medida que se constituye como violencia de género.
(...) En este contexto se consolidó el Estado argentino. Nuestras instituciones de gobierno, incluyendo a las de política específica indígena, son herederas de una estructura montada sobre el genocidio. La única manera de poder establecer bases firmes y verídicas sobre las cuales orientar una convivencia más o menos armónica y pacífica, es develar la verdad que subyace a nuestras respectivas narrativas de origen: la de la Nación argentina, las de los Pueblos Originarios en su coyuntura actual. No hay justicia sin verdad, no hay futuro sin memoria.

2. d. Extractos del libro Genocidio de los pueblos indígenas y desaparición cultural de la generación americanista de la independencia: ¿punto final? 
 Marcelino Fontán, Lic. en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires. Areas de trabajo e investigación: Derechos humanos, Interculturalidad, Salud y Desarrollo Social, Docente Seminarios Antropología del Desarrollo y Antropología Aplicada a las Políticas Públicas, Maestría Antropología Social FLACSO. Ex Profesor Titular Antropología Social y Cultural, Medicina Social y Preventiva (UBA), Ex Coordinador Proyectos UNICEF en áreas indígenas de Formosa, Chaco y Salta. Ex Coordinador de Programas y Responsable de Movilización Social UNICEF Guinea-Bissau, África Occidental, Publicaciones: 3 libros, 7 artículos en libros.

(…)  la clara configuración como genocidio de la conquista y sometimiento de los pueblos indígenas de nuestro territorio, con todos los elementos constitutivos de los delitos de lesa humanidad. Por otro, la desaparición de nuestra historia cultural de la síntesis política, ideológica y ética que los revolucionarios de la década de 1810 realizaron entre el ideario tupacamarista y las ideas revolucionarias. Negación y ocultamiento de dos situaciones fuertemente relacionadas.

(…) los indígenas masacrados física y culturalmente, fueron invisibilizados, también la generación americanista asociada a ellos, a su vez resignificada en una imagen caricaturesca de lo que realmente fue.
(…)  estos términos se encuentren en la Argentina de hoy indisolublemente ligados al terrorismo de Estado reciente, estaremos hablando de otro genocidio y otra desaparición en la historia argentina: el genocidio de nuestros pueblos indígenas y la desaparición cultural de la generación revolucionaria y americanista.
(…) la clara configuración como genocidio de la conquista y sometimiento de los pueblos indígenas de nuestro territorio, con todos los elementos constitutivos de los delitos de lesa humanidad. Que existió un plan sistemático de expropiación de territorios ancestrales por la fuerza militar, exterminio de poblaciones, secuestros, apropiación de mujeres, niñas y niños; reducción a esclavitud, privación de identidad, negación de su condición de seres humanos.
(…)  la desaparición de nuestra historia cultural de la síntesis política, ideológica y ética que los revolucionarios de la década de 1810 realizaron entre las ideas revolucionarias provenientes de la revolución francesa y el ideario tupacamarista.
(…)  ambas situaciones guardan algún tipo de relación, que existirían articulaciones no manifiestas pero poderosas que han facilitado que la desaparición cultural de una generación revolucionaria y americanista potencie la negación de un genocidio.
(…) no solamente los indígenas fueron invisibilizados sino también aquella generación política que se manifestó solidariamente con ellos, la cual ha sido resignificada en una imagen caricaturesca de lo que realmente fue. Entendemos que esto último ha constituído una condición necesaria para que el ocultamiento y negación del genocidio se opere en el imaginario de los argentinos.
(…) que aún hoy sigue impune e incluso encuentra clara continuidad en las diversas masacres perpetradas durante el siglo XX y el genocidio silencioso que llega hasta nuestros días en forma de explotación y exclusión social.
(…) una combinación de mecanismos de producción de liderazgo intelectual y consenso, de hábitos de comportamiento, valores y modos de pensar que difunden la ideología, los intereses y los valores de la clase social que domina el Estado, desde el cual articula la conducción del conjunto social. Ese poder se apoya, esencialmente, en su control de las instituciones dadoras de sentido, las que constituyen al individuo, le enseñan a pensar de una manera y a no pensar de otra, le indican los valores que tiene que compartir, las aspiraciones que son permisibles.
(…)  comprender mejor estos mecanismos de construcción de subjetividad: no es lo mismo en este caso, ser inmigrante o hijo de inmigrantes europeos que descendiente de nativos americanos: los primeros son receptores de una Historia, los segundos de una Memoria.
(…) Los inmigrantes y sus hijos fueron y son en buena medida una especie de tabla rasa, al no tener raíces previas con el nuevo territorio y sus gentes. Sobre ese terreno virgen se imprime la historia escrita acerca del pasado de la sociedad en que viven, que reciben desde las instituciones dadores de sentido como la escuela y los medios de comunicación, relato marcado por el sesgo que le imprimieron los que controlaron el poder del Estado. La comprobada existencia en esos relatos, de grandes extensiones de identidad social borradas o reemplazadas, nos conduce a la tarea de recrearnos las raíces, para integrarlas a esa memoria colectiva que constituiría nuestra historia social. Las otras fuentes, las primarias, las de la historia oral narrada por los actores mismos, la constituida por testimonios que pasan de generación en generación, son las que se intentó acallar genocidio mediante y que constituyen la Memoria.
(…) será centralmente Sarmiento como gran ideólogo de su generación, quien hará explícito el pensamiento de profundo desprecio: "¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. (…) Incapaces de progreso. Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado” (Sarmiento D. F, 1844).
(...) “Quisiéramos apartar de toda cuestión social americana a los salvajes…(...) “En las provincias viven animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”(Sarmiento D. F, 1863).
(…) “El odio al indio, construido desde intelectuales nacionales como Sarmiento, la constitución de imágenes sobre el miedo al malón, la construcción de un mal engendrado en estas tierras a partir de la idea del „salvaje‟, y un modelo de patria donde el blanco era sinónimo de progreso, entre otras cuestiones, fueron poco a poco constituyendo políticas donde el extermino, la eliminación y la desaparición de ese otro-indio eran necesarias para construir un nosotros: „los argentinos‟
(…) en confinamiento en reservas para su explotación y entrega de mujeres, niñas y niños para servidumbre familiar.
(...) Sarmiento (…) propone “(…) denunciar la presencia de este elemento, no admitido en las colonias inglesas, con lo que la raza sajona ha conservado su brío y la tradición sajona de gobierno (...) los indios no piensan porque no están preparados para ello. (...) Su aversión por los indígenas americanos es algo ya presente en sus escritos más tempranos, (…) sus reflexiones sobre la pureza racial, cuando expresa su admiración por Norteamérica, diciendo que “el norteamericano es, pues, el anglo-sajón exento de toda mezcla con razas inferiores en energía, conservadas sus tradiciones políticas, sin que se degraden con la adopción de las ineptitudes de raza para el gobierno”.
(…) los pueblos indígenas, derrotados en campañas de exterminio, fueron cosificados y mencionados más como formando parte de la Naturaleza del territorio argentino, que con una historia social propia.
(…)  los indígenas eran descriptos como “indios ladrones que ocupaban el Sur de nuestro territorio y asolaban sus distritos fronterizos”(…) “era necesario conquistar real y eficazmente esas 15.000 leguas, limpiarlas de indios de un modo tan absoluto, tan incuestionable (...).
(...) Hacia 1816 los movimientos revolucionarios habían sido derrotados en todo el continente –México, Venezuela y Chile-, salvo en nuestro territorio y la monarquía restaurada en España. Belgrano había vencido a los españoles en la batalla clave de Tucumán el 24 de septiembre de 1812, contra la voluntad del Triunvirato que le ordenaba retirarse y que luego del triunfo incluso lo había sancionado. Ante esta situación es que San Martín con su fuerza de granaderos comunicó al Triunvirato que dicho órgano de gobierno había cesado en sus funciones, convocándose a la Asamblea del año 1813. (...) Será en 1816 durante la celebración del Congreso de Tucumán cuando los indígenas entran en escena. Apoyado en su enorme prestigio como vencedor de los españoles, Belgrano propuso allí el 6 de julio la restauración de la dinastía incaica bajo forma de monarquía constitucional, como coronación de la revolución americana. Tanto San Martín como Güemes compartían este ideal belgraniano que el Congreso aprobó por aclamación el 31 de julio. Este debate también ha sido invisibilizado en la historia oficial, como también que el Acta de Declaración de Independencia del 9 de julio de 1816 fue redactada en castellano, aymara y quechua. Aquella generación revolucionaria vió en la gran sublevación de 1780 de José Gabriel Condoncarqui ó Tupac Amaru II y sus 100.000 indios luego asesinados por los españoles, el verdadero inicio de la emancipación americana tanto por su claro contenido anticolonial en lo político como por su claridad de ideas en lo económico y social. Tupac Amaru fue el inspirador profundo de los movimientos revolucionarios de América. Esta admiración era claramente apreciable en sus proclamas, sus bandos, sus manifiestos, sus escritos de la prensa periódica, donde se realzaba el americanismo e ideario incaico como la mitología de la revolución anticolonial. Por eso la política española los llamó tupamaros.
Ellos fueron los grandes derrotados por el proceso político que terminó de consolidarse con la generación del ‟80 e impuso un proyecto integral en lo político, económico, militar e ideológico y remodeló este país en una amplia operación de construcción de subjetividad radicalmente opuesta a la que inspiró a aquellos americanistas que pensaron una patria de libres e iguales y exhibieron una ética que invadiendo todo el proyecto llevaron adelante contra viento y marea.
(…) a Belgrano cuando -luego de las victorias de Tucumán y Salta-, a señalarle a la Asamblea que lo premiaba con 40.000 pesos, que se sentía degradado porque él no luchaba por eso, donando ese dinero para que se construyesen cuatro escuelas estatales (hasta entonces todas eran religiosas) en las cuales no se discriminase a los niños por causa alguna. ¿Qué relación puede guardar esta ética de Belgrano con la del exterminio por razones declaradamente económicas explicitadas por el propio General Roca y su Comisión Científica de la Campaña de Desierto de 1881? (...) La falsificación histórica tiene sus capítulos más intensos en Sarmiento y Roca, a nuestro juicio los dos máximos exponentes políticos e ideológicos de la generación del ‟80. Entre ambos dejaron una indeleble marca de disciplinamiento mediante la fuerza militar y de control ideológico del relato histórico, logrado esto último en gran medida mediante la pluma de Bartolomé Mitre, actor también importantísimo de los hechos de esos años.

(…) A mi juicio señor Ministro, el mejor sistema para conquistar los valiosos territorios que hoy tienen la presencia de los malones saqueadores, es extinguir a los indios y los que queden con vida arrojarlos más allá del Río Negro y el Neuquén. Debemos seguir el camino emprendido por el general Juan Manuel de Rosas, que casi concluye esta obra tan importante para la grandeza del país, sumar las 50.000 leguas cuadradas de los campos más productivos del Universo(…) Roca J. A.(1878/79). Un pensamiento llevado luego a la práctica como ministro de guerra entre 1878 y 1879 mediante la exterminadora Campaña del Desierto y en 1984 por la Campaña del Chaco, ya como presidente de la República.
(...) La definición de crimen contra la humanidad o de lesa humanidad recogida en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional comprende las conductas tipificadas como: asesinato, exterminio, deportación o desplazamiento forzoso, encarcelación, tortura, violación, prostitución forzada, esterilización forzada, persecución por motivos políticos, religiosos, ideológicos, raciales, étnicos u otros definidos expresamente, desaparición forzada, secuestro o cualesquiera actos inhumanos que causen graves sufrimientos o atenten contra la salud mental o física de quien los sufre, siempre que dichas conductas se cometan como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque. Estos actos también se denominan crímenes de lesa humanidad, aludiendo a un crimen que, por su aberrante naturaleza, ofende, agravia, injuria a la humanidad en su conjunto. Los crímenes cometidos contra nuestros pueblos originarios comprenden absolutamente todos los ítems tipificados e incluye otros incluso más allá de los mismos.

Enumeración sumamente parcial de Actos genocidas contra los pueblos indígenas:

-Traslados y confinamientos forzados en campos de concentración.

- Pobladores selk‟nam, yámanas y alkalufes de Tierra del Fuego confinados en Isla Dawson a cargo de Monseñor José Fagnano.
- Huarpes de Mendoza que entre 1879 y 1886 fueron repartidos en contingentes –además de los al menos 3.000 distribuidos a seis lugares de detención de la provincia de Mendoza-, a Neuquén, Río Negro, Isla Martín García y Retiro, según investigaciones en curso de Diego Escolar y equipo (Aranda D. 2010 bis)
Privación de identidad. Bautizos forzados
- En 1879 6, fueron apresados y luego bautizados 825 indígenas (363 hombres, 132 mujeres y 330 niños), según trabajo en desarrollo de investigadores de la UBA Papazian y Nagy, sobre archivos de la Armada y el Arzobispado sobre indígenas enviados a la isla Martín García y otros, forzados a formar filas del mismo ejército que los había atacado, (…)
- Trabajo esclavo. Reducción a servidumbre. Secuestro, Reparto y explotación de mujeres, niñas y niños. Robo de niños
- Tras la Conquista del Desierto de 1879-81 muchos jefes indígenas como Inacayal, Foyel y Sayhueke fueron confinados en Isla Martín García, luego en Sierra Chica y forzados a picar piedras en canteras para adoquinado de las calles de Buenos Aires y otras ciudades.
- Otros entregados en “lotes” a familias terratenientes y de militares o para trabajo en estancias, según investigación mencionada anteriormente de Diego Escolar y equipo. Exhibición de personas y sus restos fósiles en exposiciones y museos. Zoológicos humanos. Exposición Universal París 1889. Museo de Ciencias Naturales de Universidad Nacional de La Plata
- En medio del auge del fenómeno del zoológico de finales del siglo XVIII, el empresario alemán Carl Hagenbeck patentó sus “Zoológicos Humanos”, y en contacto con el mundo científico se dedicó a reclutar aborígenes. Interesados por los comentarios de Darwin, quien describió a los fueguinos como seres “abyectos y miserables”, los científicos adhirieron con entusiasmo. Un primer grupo de tehuelches chilenos fue capturado y enviado a Europa en 1879. Allí fueron provistos de arcos, flechas, pipas y plumas. El público pagaba para verlos cantar, tocar instrumentos o hacer rituales y les arrojaba carne cruda.
- La expedición científica francesa al Cabo de Hornos de la fragata francesa ”La Romanche” de 1882 y 1883, remitiría a su vez indígenas yámanas capturados y recluídos en Isla Dawson del territorio argentino.
- En ocasión de los 100 años de la Revolución que proclamara la “igualdad, libertad y fraternidad”, se realizó la Exposición Universal de París en 1889 8. Entre sus atracciones se mostraban nueve selk‟nam capturados. Tras ser expuestos en París, pasaron al Royal Aquarium de Londres, terminando en el Museo de Cera de Bélgica.
- El Perito Francisco Moreno organizó en 1886 un espectáculo similar en el Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata, del cual era su fundador y director, con el cacique tehuelche Inacayal, su esposa, hijas y otros indígenas de su tribu, en total 12 personas, capturados en 1884. Durante el día eran mostrados, estudiados desnudos por científicos, se les tomaban fotografías; por la noche encerrados en los sótanos. Al morir Inacayal en 1888, sus restos descarnados fueron exhibidos en las vitrinas del Museo hasta entrada la década de 1940, corriendo la misma suerte de su esposa que falleció antes y cuyo esqueleto él debió presenciar cotidianamente.
- Cacerías humanas a cargo de “cazadores de indios” profesionales
- El genocidio del pueblo Selk´nam de la Patagonia Austral llevado adelante desde finales del siglo XIX por los estancieros Braun Menéndez y sus cazadores de indios a sueldo, quienes traían las orejas cortadas como factura al cobro.
- Los más famosos cazadores fueron Mc. Lennan (alias Chancho Colorado, administrador de las estancias de José Menéndez), Mr. Bond, John Mc. Rae, Kovasich, Albert Niword, Sam Islop, Stewart, Peduzzi, Julius Popper, José Dias. La matanza perpetrada en Cabo Domingo por Chancho Colorado, dejó un saldo de 400 cadáveres esparcidos e insepultos (J. M. Borrero 1974).
- Envenenamiento de ovejas y ballenas varadas con estricnina, antes que los Selk‟nam llegaran para consumirlas, eran otras tácticas de genocidio practicadas por los Braun Menéndez (J. M. Borrero 1974)
- Muertes por intoxicación producida por consumo de alimentos en mal estado en Rincón Bomba, Formosa, 1947
- Expedición de Ramón Lista, quien en 1887 perpetró la masacre de 28 varones en Bahía San Sebastián, siendo muchas mujeres tomadas prisioneras y deportadas a Buenos Aires.
- Empresa La Anónima y campo de concentración Misión San Rafael en Isla Dawson, concedida a Monseñor José Fagnano en 1890. Esta empresa remonta sus orígenes a la ocupación de las tierras y masacre de pobladores originarios, el pueblo selk‟nam. La misión-campo de concentración reunía a Selk‟nam, yámanas y alakalufes, para „civilizarlos‟ haciéndolos perder su identidad étnica. Contaba con el apoyo de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego. Un informe de Braun Menéndez notifica del envío a destierro de 225 selk‟nam, cuya tribu „había sido sorprendida in fraganti‟: su delito consistió en tomar ganado ovino para alimentarse, que había reemplazado al guanaco, fuente tradicional de subsistencia y abrigo del indígena. A Dawson fueron llevados más de 3.000 selkn‟am.
- Las (masacres) de 1924 y 1933 en Chaco de Napalpí y Zapallar. Se calcula cinco centenares de fusilados, con exhibición de orejas y penes en la plaza pública. En 2008 el gobernador de Chaco pidió públicamente perdón en nombre del Estado al pueblo Toba, en la persona de Doña Melitona Enrique, sobreviviente de l07 años de edad de la masacre de Napalpí.
- La (masacre) de mocovíes de San Javier, Misiones en 1904.
- La (masacre) del pueblo Pilagá en Rincón Bomba, Formosa en 194713. Unos 8.000 trabajadores pilagás, wichis y tobas se habían desplazado hasta el ingenio San Martín del Tabacal de Salta, propiedad de Robustiano Patrón Costa, el candidato presidencial conservador frustrado por el golpe de 1943. Fueron primero estafados, luego intoxicadas, ametralladas y perseguidas por la Gendarmería Nacional para no dejar sobrevivientes. Masacre sacada a la luz mediante investigaciones en 2005.14
(…) focalizar nuestra atención en su situación real. Sus territorios son vendidos y las comunidades expulsadas, tanto en la región sur-andina, patagónica, como chaqueña y misionera. Se otorgan concesiones mineras de alto poder de contaminación tanto superficial como subterráneo. Se entregan explotaciones forestales que alteran el hábitat y la subsistencia misma de estos pueblos.
(…) En materia de ingresos, son poblaciones con casi nula presencia estadística como trabajadores con derechos y con niveles de ocupación temporaria decrecientes.
(…) Un estado de déficit alimentario y situaciones de desnutrición que lastiman la conciencia.
(…) Condiciones ambientales de alta vulnerabilidad, con muy bajo o nulo acceso al agua potable y al saneamiento básico.
(…) En educación, bajísimos niveles de escolarización y retención escolar. Ausencia de esfuerzos oficiales profundos tanto presupuestarios como humanos, en materia de educación intercultural y bilingüe. Maestros al frente de cursos con niñas y niños indígenas monolingües en lengua materna, que enseñan en español. Sin maestros indígenas al frente de grados.
(…) En Salud, tasas de morbimortalidad infantil, materna y adulta que duplican y más las de poblaciones no indígenas. Personal de servicios de salud no capacitado para trabajar en contextos interculturales. Violencia cultural en los centros asistenciales. Ausencia de facilitadores interculturales de las propias comunidades.
(…) La prostitución, explotación infantil y comercio de bebés tienen a los pueblos indígenas como víctimas privilegiadas.
(…) Y podemos seguir. Es decir, un amplio conjunto de acciones ilegales, violatorias de toda legislación y políticas sociales insuficientes que no alteran una situación de enorme violencia social, económica y simbólica. El tema no tiene presencia en la agenda social y política. Las expresiones políticas progresistas casi siempre lo ignoran, integrándose de hecho a la ideología hegemónica. Las principales corrientes historiográficas tampoco le otorgan centralidad.
(…) la posibilidad de una revisión del genocidio indígena en nuestro país, convoca fundamentalmente a un profundo debate ético-político que revise los supuestos mismos de nuestros valores como sociedad y las ataduras o intereses que obstruyen el camino hacia la verdad. 

(…) Doscientos años de historia hacen más que legítimo que los argentinos podamos preguntarnos e interrogarnos sobre nosotros mismos, sobre nuestro propio ADN cultural.


2. e. Desmemoria de La Esperanza, documental.
Idea y fotografía de Xavier Kristautzky - Dirección de Julio Burgardt

Un corto documental sobre las comunidades indígenas utilizadas como mano de obra barata en el Ingenio La Esperanza, de la provincia de Jujuy. El trabajo, detalladamente documentado, rescata una serie de fotografías tomadas por Carlos Brutch, fotógrafo que acompañaba al científico alemán Roberto Lehemann-Nitsche en 1906 en su paso por el ingenio. Esta secuencia de fotografías, en donde los retratados parecen mas víctimas que modelos voluntarios, se complementa con la recuperación del trabajo actual de los descendientes de aquellos primeros trabajadores, en un doble trabajo de demanda y recuperación de la memoria.

https://www.youtube.com/watch?v=vXjMDlWsw3Q



2. f. Extractos de “La burguesía argentina tiene tan sólo un proyecto de sobrevivencia”. Entrevista con el escritor David Viñas, tras la reedición de "Indios, ejército y frontera", 18 de junio del 2003, Néstor Kohan.

(…) Conviene recordar, por ejemplo, que durante los primeros años de la llamada "transición a la democracia", cuando varios intelectuales vernáculos volvían del exilio mexicano renegando de sus fervores marxistas de los '60 y '70 y se abrazaban, entusiastas, arrepentidos y conversos, a las becas socialdemócratas europeas y a los millonarios subsidios de las fundaciones norteamericanas, David Viñas rechazó una beca Guggenheim que le otorgaba más de veinte mil dólares. Cuando le preguntaron las razones de ese "inexplicable" rechazo, teniendo en cuenta que ni siquiera era dueño de su casa y tenía que pagar un alquiler, Viñas apenas susurró el nombre de sus hijos desaparecidos durante la dictadura (María Adelaida y Lorenzo Ismael) y el del escritor Haroldo Conti…
(…) Sus arriesgadas hipótesis marcaron a fuego la crítica nacional. Lo que caracterizó su originalidad fue el descubrimiento de la impregnación política que tiñe la teatralización de la escritura. Una lectura de nuestra literatura entendida como texto único, corrido, donde hablan las clases dominantes y sus intelectuales. La sociedad y los conflictos políticos de una época condensados en la ciudad, entendida a su vez como texto abierto y en disputa.
(…) Siempre coherente con su voluntad de incomodar, de patear el tablero y la complacencia acomodaticia de un medio sumergido -desde 1976 a la fecha- en sospechosos edulcorantes dietéticos, en esta entrevista Viñas hace referencia con nombre y apellido a diversos intelectuales argentinos. Cuando ya nos estábamos despidiendo, le pregunté si mantenía esos nombres en la edición o los quitaba. "Compañero", nos advirtió, "la polémica tiene que ser ad hominem. No se puede polemizar en abstracto y cómo haciéndose el distraído". Esa fue, seguramente, la mejor definición de su labor crítica.
N.K.: ¿Tu libro fue un intento de respuesta a la dictadura?
D.V.: Desde el comienzo está planteada la polémica. Aparecía claro que en 1879 se superponían las dos figuras: el civil y el militar encarnados en el general Roca, responsable del aniquilamiento de 20.000 personas, aproximadamente.
N.K.: ¿Y en 1979, un siglo después?
D.V.: Bueno, entonces los desaparecidos fueron 30.000…La información que recibíamos en el exilio era que los militares estaban matando gente "por la libre". (…)
N.K.: En Indios, ejército y frontera vos planteás como hipótesis que en la historia argentina del siglo XIX se verifica una trayectoria que va desde "la nación romántica" que proponía la generación de 1837 de Sarmiento y Alberdi al "Estado liberal" del general Roca y la generación del '80. También sugerís la idea de una modernización autoritaria. ¿Qué papel jugó allí el Ejército?
D.V.: Totalmente decisivo. Ya lo vemos en Lucio V.Mansilla, que es el discípulo, el máximo de heterodoxia respecto del discurso del poder. Concretamente en su libro Una excursión a los indios ranqueles, que es una polémica implícita pero que se explicita mucho a medida que él se va alejando de Río Cuarto…Mansilla tiene un problema personal que recorre toda su disputa interna al discurso del poder. Pero, el discurso del poder, con todas las inflexiones que pueda tener en términos cronológicos y diacrónicos, las impregnaciones, etc, se va perfilando cada vez más. (…) Pero se va refinando en el pasaje del momento romántico al momento positivista de 1870 y sobre todo 1880.
N.K.: ¿El año 1880 marca la culminación de ese proyecto (político)?
D.V.: Yo creo que sí. Incluso, no nos olvidemos, hay elementos de Roca como ahijado de Sarmiento. Éste lo va levantando a Roca en términos estrictamente profesionales y militares. Roca es un hijo de Sarmiento. El mismo Roca se reconoce explícitamente con esto. Hay una línea, con altibajos zigzagueantes, sí, pero cuyo núcleo, cuyo carozo, sigue siendo cada vez de modo más explícito el componente complementario de una elite suburbana argentina respecto del centro inglés.
N.K.: ¿Ese proceso de emergencia y consolidación del modelo del '80 expresó la conformación en Argentina de una modernización esencialmente autoritaria?
D.V.: Sí, ese fue el proceso, incluso frente al proceso de modernización que implica la campaña al desierto con su eliminación sistemática de los indios…
N.K.: Modernidad que se encuentra hasta en los métodos de represión entonces empleados…
D.V: Por supuesto. Son los métodos de "la civilización" que se definen frente a "la barbarie". Lo que hasta ese momento era "civilización y barbarie" a partir de entonces, en Argentina, se transforma en "civilización o barbarie". ¡Hay que eliminar a esos otros!... en la medida en que no entran dentro de mi retícula de racionalidad (…) En el caso del general Roca la conclusión es sencilla: "Hay que eliminarlos".
N.K.: En tu obra vos planteás que la construcción de un orden nuevo, en lo social, en lo político, en lo cultural, presupuso en la Argentina de 1880 un genocidio. En el siglo XX, más concretamente en 1976, sucedió algo análogo…                                  
 D.V.: Sí, esa podría ser una de las tesis centrales. Dos desapariciones en función de las necesidades de eliminar a todo aquel otro que desbordara las retículas racionalistas del poder.
N.K.: Siempre mediante el Ejército argentino como el protagonista central…
D.V.: Precisamente, en Indios, ejército y frontera se alude al "Dios oculto"… (…) Tendría que haber preguntado en aquel momento, cuando lo escribí, en 1979: "¿Qué aparece junto a lo militar?". Lo que aparece y está presente en un documento fenomenal que envía la Sociedad Rural argentina en el año 1879 pidiendo que avancen sobre las tierras. El primero que firma ese documento es José Martínez de Hoz, de la misma familia del ministro de economía de Videla. Ahí tenés una continuidad de clase, casi paradigmática.
N.K.: Pero en Indios, Ejército y frontera vos planteás la alianza entre el ejército y las oligarquías provinciales…
D.V.: Sí, una alianza en el caso específicamente político. Una alianza que se reproduce hoy en día con los gobernadores de las provincias argentinas con Juárez, la provincia de La Rioja, etc. En tiempos de Roca y la campaña al desierto el gran operador de esas alianzas que acompañaron el genocidio está en la provincia de Córdoba. Es Juárez Celman. (…)
N.K.: ¿Se podría concluir, entonces, que en Argentina el liberalismo no fue la oposición a un pensamiento autoritario sino que fue parte sustancial del proyecto autoritario?
D.V.: Todo eso formaba un mismo paquete en el cual la dimensión represiva se iba desarrollando en forma implícita. Frente a la Campaña al Desierto: ¿quiénes cuestionan esto? Desde la marginalidad del mismo proyecto y la misma clase: los católicos. Sucedió algo análogo a lo que pasa ahora. De pronto se puede coincidir con posiciones católicas frente al liberalismo. Entonces los que se oponen son católicos, curas, misioneros que denuncian el proceso desde una perspectiva totalmente paternalista. Son misioneros dentro de un proyecto que es parte del proyecto liberal. ¡Es la cruz y la espada!.
N.K.: ¿Dónde estaría el paralelo con el genocidio de 1976?
D.V.: Evidentemente en el modo como en 1976 sigue funcionando el Ejército. En el caso del general Roca y la generación de 1880, se trata de alguien que viene del éxito militar: conquistador del desierto y conquistador de la ciudad de Buenos Aires por parte de un provinciano.


2. g. Mapas y narrativas de desplazamiento. Memorias mapuche-tehuelche sobre el sometimiento estatal en Norpatagonia.
Ana Ramos y Walter Delrio


Ana Ramos, Investigadora del Consejo Nacional de Ivestigaciones Científicas y Tecnológicas CONICET Profesora de la Universidad Nacional de Río Negro. Licenciada en Cs. Antropológicas por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Magister en Análisis del Discurso (UBA) y Doctora en Antropología (UBA).
Walter Delrio,  Investigador del Consejo Nacional de Ivestigaciones Científicas y Tecnològicas CONICET, Profesor de la Universidad Nacional de Río Negro. Licenciado en Historia por la Antropológicas por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Magíster en Etnohistoria por la Universidad de Chile, Doctor en Antropología (UBA).
http://www.uel.br/revistas/uel/index.php/antiteses/article/view/10701

https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/58296

(…) Las narraciones sobre el pasado, especialmente aquellas que refieren a las experiencias de persecución y sometimiento estatal de la generación de los “abuelos”, constituyen no solo una versión desde el presente sobre aquellos procesos ocurridos en las décadas de 1870 a 1890, sino que reponen marcos de interpretación en contextos de desplazamiento. Estas constituyen un elemento fundamental tanto para la reconstrucción historiográfica de dichos procesos como también para el reconocimiento actual de diferentes modos de construcción y relación social con el espacio.

(…) “Allí donde el mapa corta, el relato atraviesa” (De Certeau 2000: 140).

(…) Los autores que han planteado que la historia se escribe en el paisaje, han subrayado el hecho de que el paisaje no sólo evoca memoria sino que también la produce, siendo en sí mismo memoria (RAPPAPORT, 1989; SANTOS GRANERO, 1998).

 (…) ubicamos la fuerza política de la memoria sobre el territorio en un momento preciso de articulación entre pasado y presente. Aquel en el cual, las trayectorias sociales de los grupos y las personas, y los contextos de lucha del presente, iluminan de un modo particular ciertas imágenes del pasado, retransmitidas generacionalmente, precisas, y parcialmente autónomas. En determinados contextos, imágenes aparentemente dispersas –transmitidas en cuentos, cantos sagrados, partes de rituales, nombres de lugares, relatos históricos-- operan como índices de nuevas conexiones y asociaciones con otras imágenes del pasado y del presente. Por lo tanto, la política no es aquí una invención de la memoria sino una reconexión contextual de imágenes heredadas, es el momento preciso de la articulación entre pasado y presente en el que las imágenes del pasado se reconectan y articulan en un marco de intepretación histórico culturalmente significativo para las coyunturas del presente.

 (…) Estas historias no hablan de mojones y límites sino de movilidades, relaciones sociales y conexiones entre lugares. Esto es, de concentraciones, deportaciones, separación de grupos y expropiaciones sistemáticas que a lo largo del tiempo han enmarcado las relaciones entre la población originaria y el estado.

(…) estas narrativas no congelan la historia en un orden mítico, sino que incorporan la experiencia de la dominación. En este sentido, las representaciones de territorialidad conectan imágenes en el marco histórico más amplio del movimiento, específicamente, de los desplazamientos impuestos por los estados nacionales.

(…) Es precisamente en este desplazamiento donde se producen los marcos de interpretación en los que se funda un tipo de conciencia histórica sobre el pasado y sobre el territorio.

(…) han sido los momentos de crisis –persecuciones de los ejércitos, traslados de personas, campos de concentración y pérdida de seres queridos—los que modalizaron y produjeron las conexiones entre eventos que hoy perduran como memorias sobre el territorio.

(…) Estos modos de ver y estar en el mundo –de habitar y sentir el entorno—han ido cambiando, entonces, a través del tiempo y de formas diferentes según las experiencias de los grupos, familias y personas. Los marcos de pensamiento, conocimientos y valores sobre el pasado no siempre han sido los mismos y tampoco han focalizado siempre en los mismos acontecimientos. Sin embargo, pensadas como reconstrucciones de las experiencias pasadas y presentes, todas estas ontologías han sido igualmente verdaderas.

(…) En pocas palabras, el presente –en tanto contexto de iluminación sobre los eventos del pasado—es el que conecta las imágenes heredadas, los fragmentos de experiencias pasadas y determinadas narrativas poéticas con centro en el espacio como el escenario de las disputas. Pero estas imágenes, fragmentos y narrativas han sido transmitidos de generación en generación, incluso cuando sus sentidos no siempre hayan sido igualmente conectados y comprendidos. Esta autonomía parcial es, según entendemos, la fuerza política de la tradición en la que algunos autores han hecho hincapié (KOHN, 2002).

(…) Siguiendo algunas líneas de pensamiento deleuziano, notamos que las definiciones hegemónicas suelen generar puntos estáticos de repetición y reproducción, es decir calcos estructurados por la cienciaverdad, pero articulados y amplificados por meta-instituciones (con carga política) […] Es así que ‘el calco ha organizado, estabilizado, neutralizado las multiplicidades según sus propios ejes de significación […] y cuando cree reproducir otra cosa ya solo se reproduce a sí mismo. Por eso es tan peligroso, inyecta redundancias y las propaga.’ (DELEUZE; GUATTARI, 1997, p. 18-19 apud PAPAZIAN 2008, p. 6).
  
(…) nos centraremos en aquellas representaciones de territorialidad que cuestionan las nociones estáticas del espacio, sus mojones y sus límites para introducir el afecto y el apego hacia el territorio en un proceso histórico más amplio y de múltiples trayectorias de movimiento.

(…) Incluimos en las memorias del desplazamiento narrativas que pueden corresponder a distintos periodos históricos entre las décadas de 1870 y 1890. Algunas son contextualizadas en los años en que los grupos huían de los ejércitos nacionales – argentino y chileno— y otras remiten a los años de los campos de concentración, cuando los protagonistas de los relatos –generalmente mujeres—lograban escapar de allí o cuando, hacia fines de los ’90, éstos fueron levantados (después de aproximadamente diez años de funcionamiento).

(…) es el resultado histórico de un cruzamiento de movilidades, de las operaciones que lo orientan y lo circunstancian. Las montañas, los ríos, los mallines, las pampas o los trazos de caminos definidos como demarcadores de límites étnicos o de propiedades privadas en estos mapas se transforman en el espacio de una territorialidad específica por la intervención de quienes los caminaron, cruzaron o acamparon.

(…) Las segundas geografías de acciones son reconstruidas a través de las memorias del regreso. Aquellas historias que cuentan –aun cuando no lo hagan literalmente— el recorrido de ciertas personas –generalmente mujeres—, desde los campos de concentración en los que estuvieron detenidas hasta el momento en que se encuentran con un grupo al que se reconoce como parientes. De los lugares donde “los mataban a todos” hasta “el poblado” o “la casa”.

(…) Aún cuando en estas historias el énfasis también está puesto en la reestructuración de los grupos, suelen ser denominadas como “historias tristes” (la expresión “mi abuelita sabía llorar cuando contaba” devino en la fórmula que actualiza el sentimiento de tristeza que motivaba y motiva tanto contar como callar estos relatos).


2. h.Trofeos de guerra. Restos humanos en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata/ Por Daniel Badenes


“La diferencia entre este museo y la ESMA es que acá quedó todo registrado”,(…) En ese mismo sitio restringido al público del prestigioso Museo de Ciencias Naturales, (…) estuvieron cautivos aborígenes capturados durante la conquista de aquello que Julio Argentino Roca llamaba “el desierto”, en la operación militar que significó el primer genocidio perpetrado por el Estado argentino.

Aún yacen ahí, entre cajones de madera arrumbados en sucios depósitos, los restos de caciques reclamados por sus comunidades de origen, entre unas diez mil “piezas” humanas que el museo platense cuenta entre su patrimonio.

(…) Todo está publicado, hay documentos públicos”, advierte con razón el antropólogo y documentalista Cristian Jure: los catálogos de la Sección Antropología de principios del siglo XX son una escalofriante confesión de partes. Un número, un nombre, la forma de muerte.

Esqueleto 1769, “Petizo”, toba, Resistencia (Chaco), fusilado en 1886 por orden del coronel Obligado, Colección Spegazzini.

Esqueleto 1786, “Michel”, indio araucano (masculino), Corpen Aiken (territorio de Santa Cruz), muerto en 1888 por expedición del Museo.

Esqueleto 1837, “Sam Slick”, asesinado en Rawson, Chubut. Desenterrado por el doctor F. P. Moreno, viaje 1876-1877.

El inventario publicado en 1910 llega al número 5581 e incluye esqueletos, cráneos, cueros cabelludos, cerebros, mascarillas mortuorias, huesos sueltos, cadáveres disecados. “Un gran cúmulo tiene como origen las colecciones fundadoras. Moreno era un coleccionista de cráneos: a los 20 años tiene 300 en un museíto en su casa, a los 23 tiene 700, y cuando inaugura el Museo de La Plata ya tiene una colección de 1000 cráneos” (…) Unas trescientas calaveras, por ejemplo, llegaron de la mano de Estanislao Severo Zeballos. (…) Fue el ideólogo, el apoyo intelectual, quien justifica la campaña del desierto”, precisa Jure, actual coordinador de la Unidad de Medios Audiovisuales del Museo. Zeballos fue quien redactó La conquista de 15.000 leguas, por encargo del general Roca, que negociaba el financiamiento de su ofensiva (…) “La Barbarie está maldita y no quedarán en el desierto ni los despojos de sus muertos”, informó unos años después. (…)

(…) el Museo de La Plata no era sólo un lugar de ciencia. Era, ante todo, una institución política, con el objetivo de forjar un imaginario social en sintonía con las necesidades del Estado nacional en formación. “El problema político era fundamentar que la Patagonia era Argentina. Por eso las primeras colecciones fundadoras del Museo y los indígenas que son expuestos son todos de la Patagonia”, (…).

(…) En 1890 Moreno se jactaba de haber formado “la serie antropológica patagónica más importante que existe”, una colección que iba “desde el hombre testigo de la época glacial hasta el indio últimamente vencido”. Más aún: “tenemos ya en el Museo representantes vivos de las razas más inferiores (...)

(…) Para los vencidos no había otra opción que el sometimiento. Miles fueron prisioneros en el Tigre o en la Isla Martín García, masacrados por la tortura, las balas, el hambre o epidemias desconocidas. Otros, obligados a realizar tareas militares, o explotados en cañaverales del Norte. Parecía no regir la abolición de la esclavitud sancionada en 1813. Las familias de la elite elegían sirvientas entre las mujeres y sacaban chicos de los brazos de sus madres para regalarlos.

(…) En 1886 Moreno gestionó un nuevo sitio para los caciques: el Museo de La Plata.

(…) fueron recluidos en el edificio del Bosque platense el cacique Inacayal y su mujer, Tafá (…) Inacayal, en cambio, se negó a resignar su identidad y siguió en cautiverio. Fue fotografiado, estudiado, utilizado como sirviente y expuesto a los curiosos nacionales y extranjeros. (…) La seguidilla de muertes ocurridas en 1887 deja un manto de dudas sobre lo ocurrido con el grupo de Inacayal. (…) El 2 de octubre, la mujer de Inacayal. El 10, la mayor del grupo, Tafá. Varios diarios se hicieron eco de los fallecimientos. (…) Inacayal vivió un año más y sobre su final se han escrito relatos grandilocuentes, originados en cierto ritual que habría hecho antes de morir, quitándose los “ropajes cristianos”. (…) todos coinciden en que murió el 24 de septiembre de 1888 y de inmediato su esqueleto descarnado, su cerebro y su cabello fueron incorporados a la macabra colección de los “últimamente vencidos”.

(…) El Museo tuvo cautivos a indígenas vivos hasta septiembre de 1894, cuando murió el joven yamana Maish Kenzis, que lleva más de un siglo en una vitrina. (…) el botín humano de las campañas al desierto siguió en el Museo hasta nuestros días. Al cierre de esta edición, el Museo aún mostraba el esqueleto de Maish Kenzis en su sala de Antropología Física y a una momia de Tiahuanaco, entre algunos otros restos.

El primer pedido a la institución platense, que no prosperó, fue de un historiador que pretendía trasladar los jefes aborígenes a Trenque Lauquen. Recién en 1988 apareció un reclamo indígena por esa deuda histórica: el Centro Indio Mapuche Tehuelche de Chubut pidió la devolución de Inacayal. Así se abrió un debate donde, a un siglo de la muerte del cacique, primó entre los académicos la idea de “defender el patrimonio” de la institución. Hasta el Consejo Superior, órgano máximo de la Universidad, denegó la petición. Pero la publicidad del tema derivó en el impulso a una ley para forzar su retorno. Recién en abril de 1994 los restos de Inacayal fueron trasladados al valle de Tecka, en medio de actos protocolares, rituales indígenas y discursos políticos en cada parada.

Ese mismo año, la reforma constitucional introdujo un gesto significativo al reconocer la “preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas”, lo que promovió una nueva legislación. A fines de 2001, el Congreso estableció que “los restos mortales de aborígenes, cualquiera fuera su característica étnica, que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas, deberán ser puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de pertenencia que lo reclamen”. La norma, que aún no se reglamentó pero es una referencia fuerte para las demandas, evitaría el trámite de sancionar leyes individuales para cada caso, como ocurrió hasta ahora.

(…) El 22 de junio, también por obligación, la institución del Bosque restituyó los restos de Panquitruz Güor (Mariano Rosas, ver recuadro) a la localidad pampeana de Leuvucó. Mientras le rendían homenaje, con su cráneo envuelto por la bandera del pueblo ranquel, una representante del Consejo de Lonkos advirtió: “la verdadera lucha no se termina, porque los demás hermanos que quedan acá pronto van a ser recuperados  para que todos puedan descansar en paz”.

(…) Mientras tanto, el Museo ya recibió pedidos por los restos de Chipitruz, Indio Brujo, Gherenal y Calfucurá. Este último, acaso por su relevancia, tiene cuatro reclamantes, en cuya conciliación trabaja el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas.

Entre los miles de restos humanos “coleccionados” en La Plata hay alrededor de treinta con datos identificatorios –nombres, fechas, tribus–, incluyendo tobas, tehuelches, araucanos, un mataco, un ona, la india alacaluf y un yamana (…).

(…) “Cuando hicieron la sala de Etnografía, la iban a llamar Encuentro de Culturas”, evoca y cuestiona Kriscautzky: “En realidad es una cultura que está exhibiendo a otras. Aquí no hubo otras culturas opinando sobre cómo exponer sus ideas. Sólo se buscó que la sala quede lo más linda posible mostrando hachitas, flechitas... Al no participar las culturas vivientes en cómo contar su propia historia, para mí sigue siendo una falta de respeto”.

 “Nos tendrían que restituir la tierra. No la van a restituir. Entonces por lo menos que nos restituyan la identidad de nuestros mayores, con el mismo respeto que fueron repatriados los restos de San Martín y de Rosas”.

“Hay una reivindicación histórica y un uso magnífico del conflicto”, aprueba Jure: “El gran reclamo siempre de las comunidades indígenas es el territorio. Reclamar los restos, más allá de toda la legitimidad del reclamo como tal, implica decir: tráiganlo acá, porque el lugar donde lo van a enterrar es nuestro”.

(…). Se llamó desierto al territorio ajeno, excavación científica a las profanaciones de tumbas y campaña a un verdadero genocidio.

Julio Argentino Roca fue el máximo responsable de la conquista del Sur, en lo que llamó campañas del desierto, ofensivas político-militares sobre territorios pampeanos y patagónicos que se desarrollaron entre 1878 y 1885. Para organizar la Argentina, pensaba, había que “concluir con los indios”.

“El éxito más brillante acaba de coronar esta expedición dejando así libres para siempre del dominio del indio esos vastísimos territorios que se presentan ahora llenos de deslumbradoras promesas al inmigrante y al capital extranjero”, anunció con orgullo al congreso al concluir su plan, por cuyo “éxito” ascendió de Ministro de Guerra a Presidente durante dos mandatos. Entre los militares e ideólogos de esa conquista, el triunfo también se retribuía con grandes tierras, colecciones de objetos de valor y cráneos tomados como botín de guerra, además de los beneficios del trabajo esclavo de los vencidos.

Los “indios” que no aceptaban subordinarse eran aniquilados, mientras que los “amigos” eran deportados y recluidos en reservas miserables.

“Estos son los primeros desaparecidos de la Argentina: Inacayal, su gente y los 20.000 muertos en el genocidio de las campañas al Sur y al Chaco”, (…)

No es el único que plantea una analogía entre aquel entonces y la última dictadura. Kriscautzky identifica la ESMA con el Museo de La Plata, en alusión al cautiverio de indígenas en tiempos de Moreno.

En mayo pasado Xavier Kriscautzky presentó en unas jornadas realizadas en la Biblioteca Nacional un impactante audiovisual surgido de la exploración de su propia área de trabajo, el archivo fotográfico del Museo de Ciencias Naturales. Titulado “Desmemoria de La Esperanza, 1906-2006”, contrapone imágenes de un ingenio tucumano en dos momentos separados por un siglo. Las primeras, tomadas sin consentimiento y recuperadas en el húmedo subsuelo de la institución platense, dan cuenta de la mirada que algunos científicos locales tenían sobre los aborígenes a comienzos del siglo XX. Las segundas, producidas por el propio Kriscautzky, denuncian la pobreza de los descendientes de aquellos y los olvidos respecto a sus orígenes.


2. i. “Fazedores de desertos: guerra, espaço e linguagem na América Latina”, Profesor Javier Uriarte, del Departamento de Lengua y Literatura Hispánica, de la Stony Brook University (SBU) de NuevaYork (EUA)


Portal Unicamp - O senhor vai abordar no minicurso que será oferecido na Unicamp a relação entre guerras e modernização por meio da literatura? Por favor, explique o título “Fazedores de desertos: guerra, espaço e linguagem na América Latina”.
O título foi inspirado na obra homônima de Euclides da Cunha, o ensaio “Fazedores de desertos”, e o intuito foi mostrar como a ideia do “deserto” não se refere unicamente a uma realidade geográfica objetiva, mas que o deserto também é uma criação dos processos modernizadores na América Latina. Ou seja, em muitos países, os intelectuais e as elites governantes, durante o século XIX, falavam que existiam “desertos”, espaços desconhecidos, misteriosos, ameaçadores, onde o poder do Estado não conseguia se impor completamente, espaços que permaneciam além do controle e do olhar do Estado. No Brasil o sertão foi lido desse modo (também o foi a Amazônia, que é descrita como um “deserto” em muitos textos literários, o que poderia ser surpreendente). Mas, na verdade, os Estados utilizaram a guerra como forma de conquista e de apropriação desses espaços, e a guerra “contra os desertos” foi na verdade uma forma de criar novos desertos, de criar vazios novos, através do extermínio das populações indígenas, do genocídio paraguaio na Guerra do Paraguai (1864-1870), da desaparição do gaúcho na Argentina e no Uruguai, ou do massacre dos camponeses e sertanejos na Guerra de Canudos (1897), no Brasil.