3- Esclavismo en América


3. a. Extractado de "Cambiando de perspectiva: cautivos en el interior de la frontera", Susana Aguirre.
 Mundo Agrario, vol. 7, nº 13, segundo semestre de 2006. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Centro de Estudios Histórico Rurales. Esta obra está bajo licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 Argentina, Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación susanaeaguirre@hotmail.com

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(...) A fines del siglo XIX los grupos que detentaban el poder, definieron el "ser argentino" a partir de una matriz eminentemente blanca y de origen europeo, imagen en la que no cuajaban quienes desde esa visión aparecían como la expresión misma de la barbarie. Si bien su rescate era una cuestión humanitaria, a esas mujeres ya se las consideraba impuras dado que la mayoría procreaban hijos mestizos. Es así como la autora explica el silencio en torno a las cautivas, asociándolo con la negación de esa vertiente mestiza y no tan blanca en la conformación de nuestra identidad.
(…) No acontece lo mismo con los cautivos indios, en principio porque no sabían escribir y porque sus voces también están silenciadas. (…), cuando sufren la sospecha de los sectores del poder, en situación de ser obligados al trabajo forzado, al registrarse en los fríos partes de los Comandantes de Frontera, en suma, nada muy alejado de cuanto acontecía con los restantes grupos subalternos, aunque en éste caso el valor agregado fue la condición de servidumbre.
(…) Vértiz propuso enviarlos a España para que sirvieran en los arsenales como los moros, ya que mantenerlos recluidos en las Islas Malvinas o en parajes alejados de su hábitat, según su opinión, era costoso.
(…) De igual forma, hacia el territorio pampeano grupos originarios fueron trasladados desde otras áreas también por haberse resistido, (…). (...) La alternativa del exterminio lisa y llanamente, fue puesta sobre el tapete en relación a los charrúas cuando el gobernador Andonaegui ordenó expedicionar contra ellos, ordenando que se matase a quienes se resistieran, mientras que los rendidos serían considerados prisioneros de guerra. Hacia 1751 ante la tenacidad mostrada por estas parcialidades, el mismo funcionario mandó que "se pasaran a cuchillo por no haber otro remedio, a todos los adultos", exceptuándose los niños de diez a doce años. En los albores de la colonia, se permitió esclavizar a los indios capturados en guerra y allí donde su resistencia hacía peligrar el sistema colonial. (…)   
 (…) Cuatro años más tarde fue revocada, permitiéndose esclavizar y herrar a los indios belicosos). En Perú, gran número de indios esclavos, marcados con la "R" del rey, provenientes de Nicaragua y de Nueva España, integraban la sociedad hispano-peruana. (…) Panamá había esclavos indios (…) .En Chile, la necesidad de mano de obra, sumada a los bajos salarios de los soldados que combatían a los araucanos, fue motivo para esclavizarlos, ya que con la venta de las piezas capturadas, incrementaban sus ingresos. De esa forma algunos oficiales engrosaron sus fortunas (…) En el contexto del Río de la Plata, Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, en 1544 mandó fabricar un hierro para herrar a los esclavos indios atrapados en guerra (…). De igual forma guaraníes, esclavos y sirvientes, acompañaron a Garay durante la segunda fundación de Buenos Aires (…). Durante el siglo XVII y con las malocas, fueron capturados numerosos indios, (…) los conquistadores del Paraguay y del Río de la Plata (…) distinguían el tratamiento a seguir con los indígenas vencidos en la guerra, de aquellos que se sometían voluntariamente, (…). A los primeros "se los repartían, y les obligaban a servir de criados (…) en el siglo XVIII el reparto de los cautivos se volvió más frecuente. 

Los empadronamientos efectuados tanto en la campaña como en la ciudad de Buenos Aires, nos proveen información sobre la existencia de cautivos indios, (…) . Entre ellos se hallaban pampas, serranos, charrúas guenoas, minuanes, guaraníes, guanas, aucas, tapes y tehuelches. Los cautivos, por lo general eran los integrantes de la chusma, compuesta por mujeres y niños que marchaban durante las invasiones a pie y en la retaguardia. (…) Tomados prisioneros, los indios eran trasladados a la ciudad y albergados en la Casa de la Reclusión, donde también se alojaban a mujeres de "vida airada y escandalosa".
(…) 1785, estaban en la Reclusión desde hacía ocho años seis indios ya bautizados pertenecientes al cacique Alquimón y cinco del cacique Tomas sumados a once niñas, diez indiecitos y treinta mayores de ambos sexos, capturados durante la entrada general efectuada un año antes. Para la misma fecha se enviaron desde Luján ochenta y cinco cautivos de distintas edades. (…) Los cautivos fueron repartidos entre familias radicadas en la ciudad o campaña de Buenos Aires, "en depósito". En ocasiones se repartieron entre los mismos integrantes de las tropas que los habían capturado, como premio por destacarse durante el desarrollo de la partida. (…) se hicieron a favor de aquellos particulares que los solicitaban. (…) En la práctica el depósito implicaba para el indígena una situación lindera con la esclavitud, se diferenciaba por la ausencia de venta. En el seno de la familia que lo recibía, estaba obligado a servir en cualquier tarea, aunque desempeñaron por lo común aquellas inherentes al servicio doméstico, ya que el mayor número de depositados era el de mujeres y niños de corta edad. Por sus servicios no percibían salario, sólo como se dijo educación cristiana, alberque, vestimenta y alimentación. En el contexto pampeano, a fines del siglo XVIII el reparto de cautivos indios no sólo se practicó para beneficiar a los efectivos militares que los habían capturado, sino también a personas que integraban el grupo de la denominada "gente decente". El Marques de Avilés entregó varias mujeres e indios charrúas y minuanas, entre personas "pudientes y de buenas costumbres…" (…) el depósito redituaba al receptor en tanto accedía al beneficio de una mano de obra permanente y barata, amparado en una actitud humanitaria. En la tercera década del siglo XIX, (…) los pobladores del lugar compraban cautivos a las distintas parcialidades para tenerlos como criados en sus casas o estancias, "envían también las jóvenes indias a sus amigos de Buenos Aires, donde se prefiere mucho ese tipo de criadas esclavas, porque, aunque el país sea libre, los indios obtenidos por ese medio son obligados a un servicio personal, al cual sólo se pueden sustraer huyendo" En 1801 (…), gran número de cautivos minuanes y charrúas se trasladaron a Buenos Aires, en total cincuenta y dos prisioneros, cuatro hombres, veintitrés mujeres y veinticinco criaturas. Varios vecinos de la ciudad se presentaron ante las autoridades a peticionar indios en depósito, teniendo libertad para elegir el sexo. (…), ese mismo año fueron repartidos treinta y cuatro chinas grandes, diez medianas y veintiún chicos (…). (…) El reparto abría la puerta hacia la asimilación de los indígenas a la sociedad estatal insertándolos como trabajadores serviles sin percepción de salario alguno, y en una situación más que precaria. 
En los empadronamientos del siglo XVIII muchos indios figuran como "criados" o "esclavos". Es posible que la mayoría hayan sido repartidos -previa captura- e ingresados al servicio doméstico en las condiciones señaladas anteriormente. Por otra parte, el concepto de criado se nos presenta como una categoría amplia e incluiría, si nos atenemos a la Real Cédula citada, a otros individuos servidores domésticos no surgidos del cautiverio y que percibían un salario a cambio de sus tareas.
(…) Los capturados por lo general eran siempre niños y mujeres, representantes de distintas parcialidades tanto de fuera de la región pampeana, como charrúas, guenoas, minuanes y otros, como provenientes de ella, los cuales eran mayoría. Como cautivos en el interior de la frontera, el primer paso fue su alojamiento en la Casa de la Reclusión y su destino final dependía de varios factores. En primer término para quienes no pertenecían a las comunidades locales se aplicó de forma inmediata el reparto, (…). (…) Los beneficiarios de los depósitos correspondían a un grupo reducido de gente. Fueron militares, funcionarios o civiles catalogados como "gente decente". En algunos casos los cautivos no entraron previamente a la Reclusión sino que su reparto se efectuó entre quienes integraban las partidas expedicionarias hacia el exterior de la frontera, lo que podría interpretarse como una forma de retribución complementaria por sus servicios, frecuente en otras áreas de frontera. Para los cautivos, el reparto representaba una servidumbre sin término, ya que los depósitos no especificaban la durabilidad. (…) El reparto acentuaba la atomización de las comunidades y del núcleo familiar ya disminuido con la captura, situación que atemperaba la posibilidad de resistencia. Esta se tradujo acotadamente en fugas, no incorporación de normas o comportamientos esperados desde la óptica de la sociedad estatal, lo cual acentuó su estigmatización.


3. b. Extractado de "El campo de concentración de Martín García. Entre el control estatal dentro de la isla y las prácticas de distribución de indígenas (1871-1886)",
Mariano Nagy y Alexis Papazian
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(…) Las prácticas de eliminación física y despojo territorial fueron acompañadas por políticas de desestructuración social como la destrucción de lazos de parentesco, la enajenación de la fuerza de trabajo; la negación identitaria cultural, el reparto forzoso de los grupos sometidos, etc.

(…) observar la sistematicidad genocida del Estado argentino a través de un corpus que nos permite explicar aspectos particulares pero inherentes a un proceso socio-histórico de mayor envergadura. Se trata de registros y documentos estatales oficiales que dan cuenta no sólo del destino de parte de los indígenas concentrados; sino también de las formas sistemáticas de abusos y controles cometidos en el marco de este genocidio.
(…) El registro que presentamos forma parte de la documentación interna de la Armada correspondiente a órdenes, remisión y distribución de prisioneros, listados de detenidos y correspondencia, mantenida durante el período 1870-1890, (…). Durante ese lapso, funcionó allí un centro de detención de indígenas hacia donde fueron confinados miles de aborígenes sometidos. Además la isla fue uno de los puntos desde donde éstos fueron repartidos a diversos destinos con el fin de utilizarlos como fuerza de trabajo en actividades productivas o en el servicio doméstico, y como soldados o marinos en el Ejército o la Armada.
(…) un importante corpus que permite caracterizar y analizar las políticas estatales implementadas con los indígenas derrotados en las campañas militares en uno de los campos de concentración que funcionaron en aquel entonces. (…), la circulación de los vencidos desde la ciudad hacia la isla, las prácticas de control y disciplinamiento en la isla y el repartimiento desde el punto hacia distintas regiones del país.
(…) sus aportes para reflexionar acerca de las políticas estatales frente a los sectores percibidos como “otros” y/o disruptivos del orden social que se pretendía establecer en la Argentina de fines del siglo XIX.
(…) Estas construcciones historiográficas invisibilizatorias entran en relación con la propia construcción de la matriz Estado-Nación-Territorio y con las políticas reales llevadas adelante contra la población indígena en Argentina. Estas abarcaron una amplia gama de estrategias “civilizadoras” que tendieron a desestructurar, reducir, someter, incorporar y/o eliminar la presencia indígena en el imaginario identitario argentino
(…) califican la expansión estatal y la conquista de las sociedades indígenas como parte de un proceso genocida que se observa en la sistematicidad por la cual el Estado genera prácticas “… con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso...”
(…) permite enmarcar y categorizar las prácticas concentracionarias llevadas adelante en Martín García como parte de un proceso genocida. (…) poner en relevancia la importancia de un campo de concentración (como el de la Isla Martín García) en el contexto de expansión estatal y sometimiento indígena.
(…) relevamos más de 500 documentos en los cuales se mencionaban la “entrada” y “salida” de indígenas, así como también las directrices a seguir sobre los mismos, una vez que estaban en la isla (…).
(…) analizar la sistematicidad e intencionalidad genocida, (…) el campo de concentración como un espacio cuyo objetivo es regular la vida de las víctimas (y su disponibilidad como cuerpos). (…), remarcar la taxonomía variada con la que los indígenas eran llevados y registrados en la isla, ya que suelen revistar como presos por su condición de “indios” (…). Es su exterioridad indígena la que regula las normas de encierro.
(…) estos espacios de control sobre los cuerpos disciplinan a partir de una inicial deshumanización del grupo social recluido para luego rehabilitarlo, siempre parcialmente, como “cuerpo” humanizado y útil. Este sistema excepcional, pero normado, debe ser comprendido como una política más dentro de un proceso genocida a escala nacional que buscó eliminar física y simbólicamente al indígena.
(…) la isla como una pieza que compone al proceso genocida, entendiéndola como un campo de disciplinamiento de indígenas bajo la órbita del Estado, en particular de la Armada (…) la identidad de una sociedad, por medio del aniquilamiento de una fracción relevante (sea por su número o por los efectos de sus prácticas) de dicha sociedad… para el establecimiento de nuevas relaciones sociales y modelos identitarios(…).
(…) el origen de estos indígenas (…) indica un previo sometimiento y clasificación en donde estaban sometidos; el uso del término “depósito” no sólo indicaría un lugar físico, sino condición de disponibilidad ante las tareas requeridas. Este tipo de clasificación se repite en la isla, donde serán consignados como indios inútiles, de depósito, o presos, dependiendo del estado de salud con el que ingresen, el sexo, la edad o el grado de peligrosidad consignado por la fuerza militar. De igual manera los nombres que se imponen a los indígenas sometidos es en sí mismo un tópico de estudio en relación con las prácticas de disciplinamiento y control. (…) la mayor parte de los nombres son apellidos y/o nombres de origen español; al igual que el de las “familias” se corresponden sólo a nombres de mujeres, también con nombres españoles (…) se ignora la cantidad de niños reducidos en la isla, pero se percibe que los mismos irían dentro del contingente de familias. Con respecto a la imposición de nombres europeos en “reemplazo” de los nombres nativos, observamos que dar nueva identidad al contingente reducido niega, en buena parte, su existencia como tales. Tal política (…) determina un modelo de identidad nacional que opera hasta nuestros días.
(…) el desconocimiento en torno a la cantidad de población indígena que habita en el territorio responde al relativo éxito alcanzado por el esfuerzo que los dirigentes políticos realizaron para demostrarle al mundo que Argentina es un país blanco y culturalmente homogéneo… Esto nos remite a una situación de privación de la identidad que ha llevado – y lo sigue haciendo- a que muchos indígenas negaran su pertenencia étnica
(…) aspecto fundamental para entender las prácticas genocidas; por un lado la intencionalidad de modificar los nombres y por otro la sistematicidad de dicha orden. Esta intencionalidad y sistematicidad contribuye a crear dispositivos de control y domesticación. El nombre (im)puesto al servicio del orden militar, es también el acto de sustraer la identidad indígena propia de origen, creando del indígena un sujeto que (renombrado) reviste una función (…) no sólo actúa sobre los sujetos reducidos, también se replica y reproduce en las generaciones futuras a través de un corte disruptivo con las generaciones pasadas. Aún más grave, el no reconocimiento del nombre indígena implica la no-humanidad de la víctima más allá de imponer otro en castellano para facilitar su control y disciplinamiento.
(…) Éste sistema de disciplinamiento, analizado a partir de la documentación seleccionada, nos indica la particularidad del campo de concentración de Martín García. Particularidad dada por las propias condiciones naturales de la isla y el constante arribo de indígenas concentrados en ella. (…) se deportan a la isla indígenas “presos”, indígenas para el “depósito”, indígenas mujeres (“chinas”) y niños (“criaturas”) que son ingresados como cuerpos disponibles (…).
(…) “se reciban en depósito en esa isla, los indios y chusma que conduce el vapor ‘Santa Rosa’” a la vez que pide que “En el mismo vapor… [remitan] todas las indias mujeres y chusma de los que anteriormente se mandaron a su parte, que se encuentran en condiciones de venir a esta Ciudad.”. Siendo registrada la llegada de “… 98 indios, 120 chinas y 131 de chusma”, a la vez “… que se remiten a la Capital 63 chinas y 35 criaturas de las que se encontraban en depósito”. Esta “entrada” y “salida” de indígenas vuelve a marcar uno de los puntos iniciales por los cuales caracterizamos a este campo de concentración, como un campo de disciplinamiento y control sobre los cuerpos.
(…) Cada indio distribuido constituye un hilo de un ovillo difícilmente cuantificable, pero que tomado en su conjunto evidencia la puesta en disponibilidad de los indígenas como fuerza de trabajo esclava a favor de las elites y ciertas instituciones argentinas.
(…) Entre los apropiadores beneficiarios que recibieron indígenas, la documentación no siempre consigna el nombre, sin embargo aparecen autoridades militares importantes, políticos y miembros del poder judicial. (…) para acceder a la obtención de algunos sometidos, era necesario tener algún contacto o relación con miembros de la jerarquía militar. (…) “el cronista describía cómo personas con cartas procedentes del Estado Mayor del Ejército, reclamaban uno o dos indios, antes de que estos desembarcaran y les eran entregados de inmediato…”
(…) se constata una mayor documentación sobre la circulación de indígenas deportados hacia la isla y desde allí hacia distintos puntos de la Argentina. (…) ya finalizadas las campañas militares en Pampa y Patagonia (1885), el propio Coronel Rudecindo Roca logra que en 1886 le remitan un contingente de indios presos: “Se ha resuelto sean entregados al Sr. Gobernador del Territorio de Misiones Coronel Don Rudecindo Roca los indios con sus familias que se encuentran en la isla de Martín García y que han revistado hasta ahora en calidad de indios presos”.
(…) para algunos miembros de las clases dominantes, ser favorecidos con unos cuantos indígenas no era una meta difícil de conseguir, en tanto sus pretensiones son minuciosas y precisas, consignando cantidad de individuos o familias, edades y sexo de los sometidos que desean obtener.
(…) los alcances del reparto de indígenas, dado que las fuentes revelan el funcionamiento, durante varios años, de una política de concentración, disponibilidad y entrega de los indios sometidos, que los distribuyó en condiciones de esclavitud a lo largo y a lo ancho de del territorio nacional argentino recientemente construido y consolidado.
Cada una de las órdenes que disponían de los vencidos en las campañas militares, para ser entregados a un patrón, a una familia “acomodada” o a un superior en las Fuerzas Armadas, representa una pieza de un rompecabezas que en su conjunto compone un plan sistemático de reparto de prisioneros (…).
(…) si bien las transcripciones permiten agrupar los destinos en tres categorías, el servicio doméstico, las actividades productivas y las Fuerzas Armadas, resulta inabarcable sistematizar los diferentes lugares hacia donde los indígenas fueron entregados.
(…) desentrañar ciertas prácticas estatales genocidas que han permanecido silenciadas, y a dar cuenta de una serie de políticas de sometimiento, deportación, confinamiento y distribución, que paradójicamente estuvieron enmarcadas en un proceso histórico naturalizado y percibido como parte del avance de la civilización.


3. c. Los campos de concentración de la “conquista del desierto", 
adaptado para El Historiador, de Los mitos de la historia argentina. Felipe Pigna, Buenos Aires, Planeta. 2004.


Los sobrevivientes de la llamada “Conquista del Desierto” fueron “civilizadamente” trasladados, caminando encadenados 1.400 kilómetros, desde los confines cordilleranos hacia los puertos atlánticos.

A mitad de camino se montó un enorme campo de concentración en las cercanías de Valcheta, en Río Negro. El colono Galés John Daniel Evans recordaba así aquel siniestro lugar: “En esa reducción creo que se encontraba la mayoría de los indios de la Patagonia. (…) Estaban cercados por alambre tejido de gran altura; en ese patio los indios deambulaban, trataban de reconocernos; ellos sabían que éramos galeses del Valle del Chubut. Algunos aferrados del alambre con sus grandes manos huesudas y resecas por el viento, intentaban hacerse entender hablando un poco de castellano y un poco de galés: ‘poco bara chiñor, poco bara chiñor’ (un poco de pan señor)”.

La historia oral, la que sobrevive a todas las inquisiciones, incluyendo a la autodenominada “historia oficial” recuerda en su lenguaje: “La forma que lo arriaban…uno si se cansaba por ahí, de a pie todo, se cansaba lo sacaban el sable lo cortaban en lo garrone. La gente que se cansaba y…iba de a pie. Ahí quedaba nomá, vivo, desgarronado, cortado. Y eso claro… muy triste, muy largo tamién… Hay que tener corazón porque… casi prefiero no contarlo porque é muy triste. Muy triste esto, dotor, Yo me recuerdo bien por lo que contaba mi pobre viejo paz descanse. Mi papa; en la forma que ellos trataban. Dice que un primo d’él cansó, no pudo caminar más, y entonces agarraron lo estiraron las dos pierna y uno lo capó igual que un animal. Y todo eso… a mí me… casi no tengo coraje de contarla. Es historia… es una cosa muy vieja, nadie la va a contar tampoco, ¿no?...único yo que voy quedando… conocé… Dios grande será… porque yo escuché hablar mi pagre, comersar…porque mi pagre anduvo mucho… (…)”. 

De allí partían los sobrevivientes hacia el puerto de Buenos Aires en una larga y penosa travesía, cargada de horror para personas que desconocían el mar, el barco y los mareos. Los niños se aferraban a sus madres, que no tenían explicaciones para darles ante tanta barbarie.

Un grupo selecto de hombres, mujeres y niños prisioneros fue obligado a desfilar encadenado por las calles de Buenos Aires rumbo al puerto. Para evitar el escarnio, un grupo de militantes anarquistas irrumpió en el desfile al grito de “dignos”, “los bárbaros son los que les pusieron cadenas”, en un emocionado aplauso a los prisioneros que logró opacar el clima festivo y “patriótico” que se le quería imponer a aquel siniestro y vergonzoso “desfile de la victoria”.

Desde el puerto los vencidos fueron trasladados al campo de concentración montado en la isla Martín García. Desde allí fueron embarcados nuevamente y “depositados” en el Hotel de Inmigrantes, donde la clase dirigente de la época se dispuso a repartirse el botín, según lo cuenta el diario El Nacional que titulaba “Entrega de indios”: “Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia”.

Se había tornado un paseo “francamente divertido” para las damas de la “alta sociedad”, voluntaria y eternamente desocupadas, darse una vueltita los miércoles y los viernes por el Hotel a buscar niños para regalar y mucamas, cocineras y todo tipo de servidumbre para explotar.

En otro articulo, el mismo diario El Nacional describía así la barbarie de las “damas” de “beneficencia”, encargadas de beneficiarse con el reparto de seres humanos como sirvientes, quitándoles sus hijos a las madres y destrozando familias: “La desesperación, el llanto no cesa.

Se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra su seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza por delante para defender a su familia”.

Los promotores de la civilización, la tradición, la familia y la propiedad, habiendo despojado a estas gentes de su tradición y sus propiedades, ahora iban por sus familias. A los hombres se los mandaba al norte como mano de obra esclava para trabajar en los obrajes madereros o azucareros.

Dice el Padre Birot, cura de Martín García: “El indio siente muchísimo cuando lo separan de sus hijos, de su mujer; porque en la pampa todos los sentimientos de su corazón están concentrados en la vida de familia”.

Se habían cumplido los objetivos militares, había llegado el momento de la repartija del patrimonio nacional.

La ley de remate público del 3 de diciembre de 1882 otorgó 5.473.033 de hectáreas a los especuladores. Otra ley, la 1552 llamada con el irónico nombre de “derechos posesorios”, adjudicó 820.305 hectáreas a 150 propietarios. La ley de “premios militares” del 5 de septiembre de 1885, entregó a 541 oficiales superiores del Ejército Argentino 4.679.510 hectáreas en las actuales provincias de La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut y Tierra del Fuego. La cereza de la torta llegó en 1887: una ley especial del Congreso de la Nación premió al general Roca con otras 15.000 hectáreas.

Si hacemos números, tendremos este balance: La llamada “conquista del desierto” sirvió para que entre 1876 y 1903, es decir, en 27 años, el Estado regalase o vendiese por moneditas 41.787.023 hectáreas a 1.843 terratenientes vinculados estrechamente por lazos económicos y/o familiares a los diferentes gobiernos que se sucedieron en aquel período.

Desde luego, los que pusieron el cuerpo, los soldados, no obtuvieron nada en el reparto. Como se lamentaba uno de ellos, “¡Pobres y buenos milicos! Habían conquistado veinte mil leguas de territorio, y más tarde, cuando esa inmensa riqueza hubo pasado a manos del especulador que la adquirió sin mayor esfuerzo ni trabajo, muchos de ellos no hallaron –siquiera en el estercolero del hospital– rincón mezquino en que exhalar el último aliento de una vida de heroísmo, de abnegación y de verdadero patriotismo”.

Los verdaderos dueños de aquellas tierras, de las que fueron salvajemente despojados, recibieron a modo de limosna lo siguiente: Namuncurá y su gente, 6 leguas de tierra. Los caciques Pichihuinca y Trapailaf, 6 leguas. Sayhueque, 12 leguas. En total, 24 leguas de tierra en zonas estériles y aisladas.

Ya nada sería como antes en los territorios “conquistados”; no había que dejar rastros de la presencia de los “salvajes”. Como recuerda Osvaldo Bayer, “Los nombres poéticos que los habitantes originarios pusieron a montañas, lagos y valles fueron cambiados por nombres de generales y de burócratas del gobierno de Buenos Aires. Uno de los lagos más hermosos de la Patagonia, que llevaba el nombre en tehuelche de “el ojo de Dios”, fue reemplazado por el Gutiérrez, un burócrata del ministerio del Interior que pagaba los sueldos a los militares. Y en Tierra del Fuego, el lago llamado “Descanso del horizonte” pasó a llamarse “Monseñor Fagnano”, en honor del cura que acompañó a las tropas con la cruz”.


3. d. Reparto de indígenas en Río Cuarto, Graciana Pérez Zabala.


A fines de la década de 1870 el Estado argentino avanzó definitivamente la Frontera Sur. Ello implicó el sometimiento de las poblaciones indígenas que habitaban las tierras pampeanas y norpatagónicas. De la mano de este avance territorial diversas expediciones punitivas se internaron en las tolderías ranquelinas (1871, 1872, 1875-1879), impulsando el traslado de indígenas a la frontera de Córdoba y San Luis. El escrito realiza un análisis preliminar sobre los indígenas que tuvieron por destino la Villa de la Concepción del Río Cuarto. A partir de registros parroquiales, se los clasifica teniendo en cuenta su edad, sexo, padres, padrinos y familia cristiana que los receptó.